08.02.2018
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Frente a la gravedad de los sucesos recientes en el juicio por encubrimiento en la causa AMIA, nos urge publicar una trilogía sobre qué se encubre, qué se juzga y porqué la acusación molesta a la dirigencia judía.
Leé la trilogía completa
La acusación que preocupa ala dirigencia judía
Qué se juzga en la causa por encubrimiento del atentado a la AMIA
La trama
Tras la noticia de la brutal injerencia del ministro de Justicia Germán Garavano sobre la Unidad de Investigación AMIA para que no se acuse a ex funcionarios implicados en el desvío y parálisis de la investigación, hay una larga y pesada historia. La misma historia que, un día después de la bochornosa intervención del ministro Garavano, motivó las declaraciones de AMIA y DAIA sumándose al gobierno y pidiendo, además, por la absolución de otro acusado: el ex titular de la DAIA Rubén Beraja.
Un atentado terrorista y su encubrimiento
El atentado ocurrió el 18 de julio de 1994 contra un edificio en la calle Pasteur 633 de la ciudad de Buenos Aires en el que tenían su sede la mutual judía AMIA y la entidad política judía DAIA, cuyo derrumbe y destrucción causó 85 muertos y más de 150 heridos.
El encubrimiento comenzó días después, cuando las primeras evidencias de posibles autores señalaron a personas cercanas al presidente Carlos Saúl Menem. Se ordenó entonces parar de inmediato la investigación y destruir todas las pruebas, porque el esclarecimiento hubiera significado la caída del gobierno de Menem. No solo eso: el progreso de la investigación habría además iluminado la trama ilícita y secreta de contrabando de armas a Croacia y Bosnia, que operaba en esos mismos momentos conducida por Menem con el abierto apoyo de los EEUU y por ende de Israel, y funcionaba con la colaboración de agentes sirios e iraníes.
Dicho de otro modo: se decidió dejar en pie una genérica acusación contra Irán basada en vidriosos informes de inteligencia, pero eliminando todas las pruebas materiales del modo y lugar de las explosiones, y particularmente las concernientes a la ruta de los explosivos y las evidencias de los peligrosos negocios previos de armas con los propios acusados.
La revelación de esa trama ilegal hubiese acarreado destitución y cárcel a importantes políticos del momento, y enjuiciamiento a banqueros y empresarios que se sumaron al tráfico clandestino, con suculentos beneficios. Además, habría expuesto la política dual de los Estados Unidos que, siendo garante en los Balcanes de la prohibición dispuesta por Naciones Unidas de llevar armas a la región, propiciaba en cambio su llegada de contrabando a través de Menem y el traficante sirio Monzer Al Kassar, con fondos croatas e iraníes, e incluso con la asistencia a combatientes de Hezbollah que participaron en Bosnia de enfrentamientos contra los serbios (pro-rusos). El Vaticano, Alemania y Gran Bretaña bendijeron la lucha por la definitiva extinción de la República Socialista Federativa de Yugoslavia que encabezaba Croacia. El aporte de Buenos Aires a esa guerra fue esencial.
El traficante sirio Monzer Al Kassar muestra su DNI argentino
Tiempo después, ante la filtración de información, la bancada republicana del Congreso de los Estados Unidos cuestionó a Clinton su alianza secreta con los iraníes, pero la red se encontraba operativa ya durante el gobierno de Bush.
Negocios explosivos
El desvío de la investigación, alejándola de la explosiva asociación y de los lugares de almacenaje, además de evitar sinsabores legales locales e internacionales, permitió meses después del atentado de julio de 1994 reorganizar tranquilamente el acarreo oculto de armas y explosivos desde los mismos sitios, y retomar el contrabando de miles de toneladas de material bélico que interesaba a Occidente hasta marzo de 1995.
Ello, sin preguntas elementales, y sin que absolutamente ninguna indagación expusiera a la luz pública la red criminal que almacenaba arsenales completos en el puerto de Buenos Aires, a quince minutos de la sede de la AMIA, en gran parte provenientes de Fabricaciones Militares. Una red vinculada a terroristas sirios, agentes iraníes, militares “carapintadas”, criminales nazis croatas (“ustachas”), y represores de la última dictadura militar, tal como explico en mi libro “La Explosión”.
A modo de ejemplo: la siguiente publicación del Boletín Oficial de la República Argentina documenta la constitución en septiembre de 1992 de una sociedad para centralizar parte de las adquisiciones de armamento, entre el ministro de defensa de Bosnia (el musulmán financiado por Irán Alija Delimustafić), un abogado croata, un “comerciante yugoslavo” y dos ex miembros del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército argentino (del Valle Faías y Cermelli Reves). El presidente de la sociedad era Alija Delimustafić. El nombre elegido disipa cualquier duda: Argentina + Balcanes= ARBALKA
Detalle del boletín de ARBALKA
Portada del informe final «The Iranian Green Light Subcommittee»
En ese descontrolado trasiego de material explosivo, ciertos remanentes tenían aptitud para volar edificios enteros, en los Balcanes, o en el barrio del Once. Tras el atentado, debía quedar todo esto bajo un cono de sombra, con la “investigación” atribuyendo a los orígenes más exóticos y lejanos los supuestos orígenes de los explosivos.
En la mafia, se sabe, nadie puede abrir la boca. Lourdes di Natale, la secretaria de uno de los poderosos gestores del contrabando de armas -el cuñado de Menem, Emir Yoma- reveló pública y judicialmente, parte de esa trama. Incluyendo los lazos del gobierno con el terrorista Al Kassar (quien actualmente cumple pena de prisión en los Estados Unidos). A raíz de esas revelaciones, Menem y Yoma terminaron por un tiempo en prisión (el ex presidente, recientemente condenado). Lourdes Di Natale además llegó a decir que sabía mucho más, y que Menem tenía que responder por los muertos por atentados a la Embajada de Israel y la AMIA. Pero esa parte no llegó a contarla: murió tras ser arrojada por la ventana del departamento del 10º piso del edificio en que vivía, quedando su crimen sin esclarecer y encuadrado como muerte dudosa.
Tampoco la geopolítica del momento habilitaba a exponer a investigación al círculo sirio de Al Kassar-Yoma (familia política del presidente Menem), ligado al presidente Hafez al Assad y sus ministros, por cuanto Estados Unidos e Israel estaban por esos días desarrollando febriles y secretas negociaciones en pos de un acuerdo de paz para Medio Oriente, donde Siria era el participante más adulado. Israel amagaba devolver las Alturas del Golán con ciertas condiciones y garantías. En ese camino regional, una semana después del atentado a la AMIA Israel firmó un acuerdo de paz con Jordania.
Las relaciones inconfesables con Irán
Con los iraníes, a lo largo de los años existieron vínculos fluctuantes, tanto a nivel internacional como local, y un largo historial de operativos encubiertos. En el plano exterior, Israel, Estados Unidos y Argentina compartieron desde los años 70 emprendimientos clandestinos de triangulación de armas para Irán. Lo hicieron aún después de la Revolución Islámica de 1979, con la llegada de Khomeini al poder y el secuestro de los rehenes en la Embajada norteamericana en Teherán por 444 días. Los tratos secretos, que frecuentemente incluían transferencia de armas a cambio de liberación de rehenes tomados por milicias como Hezbollah, se prolongaron en los años 80, donde Argentina ponía intermediarios, pilotos y aviones de carga.
Diario The Bulletin 27/07/1981 sobre el Avión Tar
Así fue que, en el marco de esos operativos un 18 de julio, pero de 1981, fue derribado por cazas soviéticos un avión de carga de Transporte Aéreo Rioplatense (TAR) piloteado por el capitán argentino Héctor Cordero. Era uno de los vuelos de la TAR, cargados de armas israelíes para Teherán.
El 3 de noviembre de 1986, el periódico libanés Ash-Shiraa reveló el tráfico clandestino de armas entre los Estados Unidos e Irán, dando comienzo al escándalo conocido como “Irán-contras” o “Irangate”. En 1992, año del atentado a la Embajada de Israel, el presidente y ex jefe de la CIA George Bush indultó a los funcionarios que habían sido condenados por el “Irangate”. Y no dejó de mostrarse sonriente con su “gran amigo”, el presidente argentino Carlos Menem, que se encontraba articulando el contrabando de armas pagadas por croatas e iraníes con ayuda de intermediarios sirios, militares argentinos y aventureros de todo tipo, color y religión.
Por su parte, algunos dirigentes judíos acumularon en esta historia una respetable fortuna representando firmas armamentísticas israelíes.
Casualidad o no, el presidente de DAIA y coequiper de Beraja, José Hercman, tuvo como inquilino a un alto oficial de la Guardia Revolucionaria iraní y miembro de la temible Fuerza Quds, Seyed Jamal Youssefi, desde diciembre de 1991 hasta un par de meses antes del atentado a la AMIA. Youssefi, que además era encargado de “compras” y manejaba las finanzas de la embajada, milagrosamente quedó fuera de los pedidos de captura dispuestos por Galeano (tras haber sido incluido en un comienzo).
A nivel local, los vínculos del menemismo con los iraníes luego sospechados de participar en el atentado se remontan a los inicios de la campaña presidencial del riojano. La embajada de Irán apoyaba económicamente y participaba de actos de campaña de Menem mediante el influyente asesor del embajador de Irán Hadi Soleimanpour, Ricardo Horacio Elía, convertido al Islam y rebautizado como Shamsuddin Elía. Elía, luego convertido en secretario político de Mohsen Rabbani, era columnista de la revista “Jotapé” con la cual el líder montonero y combatiente palestino Rodolfo Galimberti apoyaba fervientemente la candidatura de Menem.
Autora: Eugenia Bekeris. Cortesía: Dibujos Urgentes
“Jotapé” tenía publicidad de la mezquita iraní de Mohsen Rabbani, y siempre incluía numerosas páginas de furibundo contenido antiisraelí, e incluso abiertamente antisemita. La actual ministra de Seguridad Patricia Bullrich -cuñada de Galimberti e impulsora de ese espacio político- compartió por aquellos promisorios años algún festejo con ese enviado de Rabbani, según cuenta la biografía de Galimberti escrita por Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, publicada en el año 2000 por editorial Norma.
Así fue que las relaciones del menemismo con sirios, libios e iraníes que habían apostado a su campaña se afianzaron al comienzo de su gobierno. Antes de pasar a ser considerarlo traidor a la causa islamista por sus promesas incumplidas. Antes que el presidente de Siria le prohibiera pisar suelo sirio y que Irán le exigiera respetar lo convenido. Antes de ser inconveniente volver a exhibir esos vínculos.
La “pista sirio-local-federal”
Lo cierto es que, tras la masacre de la AMIA, las primeras pesquisas realizadas por los investigadores de distintas fuerzas de seguridad nacionales e internacionales y las medidas pedidas por todos los fiscales federales en conjunto y ordenadas por el juez a cargo, Juan José Galeano, establecieron gravísimas sospechas sobre un grupo de personas de origen sirio y libanés, unos con experiencia en explosivos y demoliciones (Haddad), otros (Kanoore Edul) con contactos con la Policía Federal, con el reducidor de autos robados Carlos Telleldín, y con uno de los líderes iraníes en Argentina, que venía siendo objeto de seguimiento: el agregado cultural de la Embajada Mohsen Rabbani.
En los meses previos al atentado, habían existido advertencias desde el Exterior: el 21 de mayo de 1994 un comando israelí había secuestrado al importante dirigente del Hezbollah, Mustafá Dirani, en la región de Bekaa, y días después, el 27 de mayo de 1994, el sheik y líder espiritual de Hezbollah Mohammed Hussein Fadlallah, lanzó una clara amenaza, invocando que tras el asesinato por parte de Israel en febrero de 1992 del Secretario General de Hezbollah Abbas Musawi, la venganza llegó un mes más tarde con la voladura de la embajada de Israel en Argentina.
Fadlallah era un referente islamista mundial, apenas un escalón por debajo de Khomeini. En su sermón de los viernes en los suburbios de Beirut afirmó sobre el secuestro por Israel de Dirani, que “la resistencia tiene mucho oxígeno, el enemigo ha dicho que tiene la mano muy larga pero los combatientes musulmanes han probado luego del asesinato de Abbas Musawi, que sus manos pueden llegar a la Argentina. El frente se ha extendido a todo el mundo y la batalla se desarrollará a lo largo del tiempo”.
Diario LA VANGUARDIA ESPAÑOLA sobre el ataque a AINATA en 1972
Por cable Nº 010217/94 del 28 mayo de 1994, la embajada argentina en El Líbano hizo saber esa información, aparecida en el diario local L’Orient-Le Jour, que reivindicaba el atentado de 1992 a la Embajada de Israel en Buenos Aires , y prometía reiterar algo similar. El periódico local Al-Hayat del 30 de mayo de 1994 también transcribió los mismos amenazantes dichos de Fadlallah. Este belicoso referente de Hezbollah, pasó años reclutando militantes y arengando desde el pequeño pueblo libanés de Ain Ata (o Aynata) donde vivió con toda su familia, y donde tuvo de vecino al Sr. Nassib Haddad, luego radicado en la Argentina, minero experto en explosivos, que ahora se encontraba prestando servicios de acarreo de escombros para la AMIA, Asociación Mutual Israelita Argentina, en el centro de Buenos Aires. Nassib Haddad tenía 36 años en 1972, cuando tras varios ataques a poblados israelíes desde territorio libanés, y algunos atentados terroristas, fuerzas israelíes entraron en el pueblito de las familias Fadlallah y Haddad con 63 carros de combate y soldados de infantería, destruyendo unas 20 casas.
El polvoriento caserío de Ain Ata se extiende sobre varias colinas del sur libanés, y tiene apenas 8.000 habitantes, mayoritariamente chiitas, con el apellido Fadlallah predominando en las viviendas.
Veinte años después de esos traumáticos acontecimientos, mientras el jeque Fadlallah amenazaba con venganzas y atentados, su ex vecino Nassib Haddad, ahora en Argentina, y tras ser directivo del centro islámico local, se dedicaba a adquirir explosivos para actividades mineras, siendo también dueño de la empresa de volquetes para acarreo de escombros “Santa Rita”. Pero además, poseía un depósito en la dársena seis del Puerto de Buenos Aires, a escasos cien metros de donde se acumulaban miles y miles de toneladas de armas y explosivos. Parte de los cuales eran compradas por agentes bosnios o iraníes que simpatizaban con Hezbollah. Periódicamente, un camión enviado por Haddad desde el puerto a pedido de un arquitecto contratado por AMIA, llevaba hasta la puerta de la sede judía en refacción un pesado volquete para los escombros. Luego, un camión del mismo Haddad retiraba el volquete cargado de desechos de construcción.
Ocho días antes del atentado, el 10 de julio de 1994, el señor Alberto Jacinto Kanoore Edul llamó por teléfono al reducidor de autos robados Carlos Telleldín -hijo de un alto represor de la dictadura militar en Córdoba, feroz antisemita de origen árabe-, quien ese domingo tenía a la venta una camioneta Trafic similar a la que por esos días anduvo buscando el agregado cultural de la embajada de Irán, Mohsen Rabbani.
Casualmente, el señor Kanoore Edul además tenía en su agenda el teléfono personal del iraní Rabbani. La familia Kanoore Edul es oriunda del pueblo sirio de Yabroud, al igual que los Yoma, Menem y Al Kassar, todos conocidos entre sí. Kanoore Edul padre fue influyente miembro directivo de la comunidad islámica, de la que era miembro el Sr. Haddad, y presidente de la asociación yabrudense. Trató a Perón, e integró en 1974 la “misión argentina a Libia” de Kadafi, encabezada por el fundador de la Triple A, José López Rega, teñida de antisemitismo y negocios ilícitos. Años después, Kanoore Edul padre ayudó a Carlos Menem a comprar un departamento y a financiar su llegada al poder. Pero tras el giro y alineamiento de Menem con Estados Unidos e Israel, las relaciones se habían enfriado. Los Kanoore Edul tenían aceitadas relaciones comerciales con la Policía Federal, siendo dueños de varias propiedades en la calle Constitución al 2600. Entre medio de las cuales se encontraba un terreno fiscal baldío, cercado, que utilizaban cuando lo necesitan, al igual que lo hacía la comisaría lindante con los fondos. El 18 de julio de 1994, un camión del especialista en explosivos Haddad -el ex vecino en un pueblito del Líbano de Fadlallah, el jeque de Hezbollah- llevó un volquete desde su depósito -en la dársena del puerto donde se almacenaban armas y explosivos-, al terreno baldío que controlaba Kanoore Edul. Lo hizo ocho días después del llamado de Kanoore Edul a Telleldín (el reducidor que disponía de una camioneta Trafic o de pedazos de una).
Autora: Eugenia Bekeris. Cortesía: Dibujos Urgentes
Es decir, al terreno dominado por Kanoore Edul, días después que éste llama a quien tiene piezas de camioneta (Telleldín), llegará un volquete que saldrá del depósito de Haddad en el puerto. Y esa misma mañana del 18 de julio, el camionero que trabajaba para el Sr. Haddad dejará un volquete en la puerta de la AMIA. Casi simultáneamente, según declararon dos sobrevivientes (la ascensorista Luisa Miednik y el electricista Daniel Joffe), fueron descargadas de la caja de una camioneta gran cantidad de bolsas con supuesto material de construcción, y apiladas junto a la entrada. Minutos después, se produjeron las explosiones que derrumbaron el edificio, atribuidas por la torcida investigación a una camioneta Trafic conducida por un presunto “conductor suicida”.
Todo esto que muy sintéticamente hemos reseñado, puede ser denominado -para simplificar- como “pista sirio-local-federal”. Se trata de aquella que se decidió no investigar, y eliminar las pruebas, y que dio origen a los actos de encubrimiento que hoy están siendo juzgados en juicio oral ante el TOF 2. Su máxima expresión fue el pago con fondos secretos de la SIDE y la intervención del juez Galeano, los fiscales Mullen y Barbaccia y dirigentes y abogados de DAIA y AMIA de casi medio millón de dólares a Telleldín para comprarle una declaración falsa con la cual desviar la pesquisa y seguir otra pista falsa.
Foto de portada: fragmento de u dibujo de Eugenia Bekeris. Cortesía: Dibujos Urgentes
Parte 1: La acusación que preocupa ala dirigencia judía
Parte 2: Qué se juzga en la causa por encubrimiento del atentado a la AMIA
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