Trump, el tío facho que todos tenemos

03.11.2016

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El próximo martes 8 de Noviembre los estadounidenses acuden a las urnas para elegir a quien será el sucesor de Barack Obama. A menos de una semana de las elecciones, Donald Trump logró achicar la diferencia respecto de su rival Hillary Clinton. Mientras suenan las alarmas en el país del norte ante la posibilidad de tener a Trump en el Despacho Oval, Macarena Rodicio analiza este fenómeno y traza un paralelismo con la sociedad argentina. ¿Cómo se explica el ascenso del magnate?

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Todo aquél que haya nacido en suelo argentino sabe que no hay forma de escaparle al asado familiar del domingo. No importa si sos vegetariano o te despertaste con resaca y estás destruido, decir presente es casi una obligación.

Y si hay algo que nunca -pero nunca- falta en la mesa familiar es el debate político.

Es ahí, entre chinchulines, mollejas y alguna que otra copa de tinto de más donde aparece el ‘tío facho’. ¿Quién no tiene en su familia un pariente fascista, machista y políticamente incorrecto? Durante la sobremesa, él se las ingenia para sobrevolar los temas más controvertidos de la agenda nacional e internacional y emitir juicios de valor paridos desde la ignorancia y la xenofobia.

El ‘tío facho’ es experto en política exterior y asegura que la única forma de desmantelar a ISIS es mediante el exterminio de todos los musulmanes – a pesar de que nada comprende sobre geopolítica en Medio Oriente y, menos que menos, sobre Islam. Es de esos que piensan que cuando una mujer se pone una pollera corta quiere que le miren el culo de forma libidinosa, que los bolivianos y peruanos vienen a nuestro país a robar, a quedarse con “nuestras mujeres”  y a vender droga. Lo cierto es que, más allá de los matices tragicómicos que le caracterizan, la existencia del ‘tío facho’ responde a una construcción sociocultural.

«Gracias Jesús por el presidente Trump». Foto: Google

Él no es un caso aislado, sino una consecuencia endógena y nosotros, lejos de ser meros observadores, damos rienda suelta a que escupa las ‘verdades’ que muchos deciden callar en pos de preservar la moral impoluta.

El fenómeno del ‘tío facho’ es complejo y trasciende todo tipo de fronteras. Entonces, ¿qué pasa cuando este personaje caricaturesco puede llegar a convertirse en presidente de un país con un historial bélico como el de Estados Unidos, que atraviesa una fuerte crisis de identidad?

Hace aproximadamente un mes, tuve la oportunidad de viajar a Las Vegas, la capital mundial indiscutida del entretenimiento, el juego y la vida nocturna. Mi estadía en la ciudad del pecado coincidió con lo que fue el primer debate presidencial entre la candidata demócrata Hillary Clinton y su rival el republicano Donald Trump. Mientras recorría los lujosos pasillos del Hotel Venetian, conocí a Marcus, un afroamericano de veintidós años, oriundo de Chicago, Illinois, que trabaja en convenciones y ferias.

“Supongo que tendré que subirme a un barco e irme a África. Al fin y al cabo, es ahí de donde venimos todos los negros, ¿no? De cualquier forma, no pienso votar. Los votos de los negros no cuentan”, contestó, ante la consulta sobre que sucedería si Trump es electo presidente.

Desde que Donald Trump anunció su candidatura en Junio de 2015, no transcurrió un día sin encabezar los titulares de los grandes medios de comunicación. El magnate de juegos de azar pasó de cuestionar la nacionalidad de Barack Obama y negar la existencia del calentamiento global, a querer construir un muro para detener el flujo de migración ilegal y arrojar una maratónica serie de comentarios misóginos y xenófobos que, al día de hoy, no sólo persisten en su discurso sino que son puntos clave de su plataforma.

«Estoy listo para trabajar en la pared», indica un cartel en uno de los eventos de Trump, en referencia a crear el muro con México. Foto: Google

«Necesitamos a alguien que haga grande a este país de nuevo, y lo podemos hacer», rezaba por aquellos días desde la torre que tiene su nombre en la elegante quinta avenida de Nueva York, aludiendo a lo que él considera la muerte del sueño americano.

Kalie Fletcher tiene veintiséis años y estudia Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de California. “Cuando escuché que Trump se lanzaba como candidato, pensé que era una broma”, comentó.

“Me dije, no hay chances de que puedan tomarlo en serio. Sin embargo, acá estamos. Trump habla de forma abierta sobre lo que una buena proporción de la sociedad estadounidense piensa. El odio racial, por ejemplo, es una realidad imposible de negar ya que se ve reflejada en todos los casos de abuso policial contra la comunidad afroamericana que han ocurrido durante los últimos tiempos. Trump quiere un Estados Unidos libre de inmigrantes, lo que resulta ridículo teniendo en cuenta que este país fue construido gracias a la inmigración”, se indignó la joven estudiante.

Los últimos sondeos muestran un empate entre la candidata demócrata y el empresario republicano. Algunas encuestas, incluso, ponen al magnate por delante de quien podría ser la primer mujer en ocupar el despacho oval. Se atribuye este volantazo -tengamos en cuenta que días atrás Hillary le sacaba 10 puntos de diferencia- al hallazgo por parte del FBI de más mails comprometedores en la cuenta privada de la ex secretaria de Estado.

La volatilidad de las encuestas a lo largo del año según el sitio Real Clear

“No hay que banalizar lo que sucede con Trump, yo creo que aún tiene chances de ganar. Está comprobado que siempre que cayó se levantó, no así su adversaria a la que pareciera costarle remontar”, explicó el sociólogo Martín Gendler en diálogo con Pucheronews.  

Si bien los vientos otoñales que soplan en el norte el próximo ocho de noviembre podrían terminar con el ‘fenómeno Trump’, el ascenso del millonario pone de manifiesto la decadencia del sistema político estadounidense.

Trump no es la causa, sino el resultado de un Partido Republicano fragmentado y erosionado, y de una sociedad descontenta y enojada con el establishment de Washington. Que el 40% del electorado lo elija debería resultar, por lo menos, alarmante para quienes habitan el país del águila calva.

“Trump es la materialización de diversos procesos que fueron surgiendo en el seno de la sociedad norteamericana desde los ’70 en adelante cuando la economía de producción fue reemplazada por una economía de servicios. El auge de Trump refiere, en cierta medida, a la influencia de los medios de comunicación, pero también a la crisis financiera de 2008 que explotó en manos de Obama y no supo resolver”, señaló Gendler.

Los simpatizantes del hombre que dijo que “las mujeres problemáticas son las mejores en la cama” están unidos por la ansiedad económica y se muestran preocupados por la competencia en el extranjero. Muchos apoyan la tenencia de armas y sienten que la inmigración perjudica la economía estadounidense.

“Hay que romper con el mito de que el votante de Trump es el blanco iletrado que tiene un rifle en su pequeño trailer”, comentó el sociólogo. “No es sólo el tipo que fue desplazado por el sistema, sino también las empresas que piensan que Estados Unidos debe cambiar de línea ya que el modelo que viene siguiendo desde la Guerra Fría a la actualidad caducó”.

 

Protesta en contra del Islam en el sur del país. Foto: Google

Gendler explica que el candidato republicano ganó el apoyo de aquellos grupos que quieren seguridad, no sólo contra el terrorismo, sino laboral y financiera: “Los sectores concentrados de la economía, la comunidad judía estadounidense y la industria armamentista, apoyan a Trump porque quieren que, si hay guerra, se haga bien; si hay negocios, se hagan bien”.

Entonces lo importante sería volver al sueño americano, a los buenos valores y costumbres de aquél Estados Unidos triunfador e intervencionista que no comete errores en materia de política exterior.

El analista de política internacional y director de Nodal, Pedro Brieger, conversó con Pucheronews sobre el reflejo de la sociedad estadounidense en Trump: “Estamos acostumbrados a ver a los norteamericanos a través de los ojos de ciudades como Nueva York o la costa oeste de San Francisco que representan un Estados Unidos abierto, democrático, liberal y defensor de los derechos humanos, pero hay otro país que no vemos, ese que es conservador, religioso y antidemócrata y que probablemente vote por Trump”.

Trump es hijo de la furia de una sociedad polarizada. La conflictividad que atraviesa el país del norte pareciera encontrar una forma de expresarse en las urnas y, sea cual sea el resultado de las elecciones, vendrá acompañado de una grieta aún más profunda y un resurgir nacionalista.

“El miedo -advierte Gendler- es que todos se vuelvan tíos fachos”.

 

 

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