De Trelew al presente: entrevista con Zito Lema

29.08.2015

Vicente Zito Lema es poeta, escritor, periodista, docente y abogado. En 1972, fue el representante legal de varios de los fusilados en Trelew. Es también una de esas personas que viven para contar la historia. Su nuevo libro titulado “Trelew. Una ardiente memoria” está pronto a salir. Cuarenta y tres años después de la Masacre de Trelew, el autor recopila testimonios, fotos, dibujos, poemas y textos en prosa que incluyen obras de Cortázar, Bayer y Urondo. El libro contiene además textos inéditos del escritor.

El título de su libro “Trelew. Una ardiente memoria” sugiere la marca a fuego que los dieciséis militantes asesinados aquel oscuro 22 de agosto de 1972 dejaron en la vida y la obra de este autor. Su rol en la búsqueda por la justicia, la preservación de la memoria y el apoyo a muchas de las familias ha sido tan exhaustivo como su trabajo literario y jurídico sobre este tema.

Después de algunos vaivenes telefónicos, se dio la breve pero intensa conversación entre Zito Lema y Pucheronews. La brevedad fue determinada por el inminente comienzo de un partido de Racing. Lo intenso por su firmeza en la voz, el humor y las ganas con las que atiende a pesar de ser tarde ya en uno de sus tantos días ocupados con reuniones, clases, viajes y entrevistas.

Antes de comenzar, expresa la bronca y el dolor de los familiares y el suyo propio porque todos los condenados de la causa por la Masacre de Trelew al día de hoy están en sus casas gozando del privilegio del arresto domiciliario. Advertida de que el partido de Racing está por comenzar, decido hacer sólo una pregunta.

Tapa del libro de Zito Lema. Foto: cortesía del autor

p>P: Hay alguna escena que recuerde particularmente, de manera más vívidas -si se pudiera usar esta palabra-, sobre aquellas épocas traumáticas?

Z.L.: Casualmente, en mi libro describo un recuerdo que no conté antes en todos estos años. Tiene que ver con el velatorio de esos jóvenes militantes. Una anécdota poco conocida y que describo en el prólogo del libro.

 

El abogado y escritor me cuenta sobre los intercambios entre los familiares para decidir cómo y dónde velar a los jóvenes asesinados. Se decidió que fuera en Buenos Aires y de manera conjunta ya que habían sido fusilados juntos a pesar de su diferentes afiliaciones políticas.

Quedaba encontrar el lugar donde llevar a cabo la ceremonia de despedida. Muchos de los presos y de los fusilados eran peronistas entonces se decidió solicitar un local del partido para realizar el velorio, además era lo más seguro en aquellos tiempos turbios.

Por algún motivo que Zito Lema desconoce, le fue encargada la tarea de conseguir el local situado en Avenida La Plata y Rivadavia. Zito Lema no era afiliado al partido pero conocía eventualmente a Cámpora y le transmitió personalmente el pedido de las familias. El dirigente debía consultar a la dirección del partido, el abogado se retiró y volvió unos horas más tarde. Cámpora lamentaba decirle que, a pesar de su voto a favor, la mayoría había votado en contra de brindarles el espacio. En seguida, lo tomó del hombre y le dijo: “No se ponga mal. Yo igual hice unas consultas telefónicas y tomé la decisión de autorizar el velatorio de los compañeros”.

El joven letrado enseguida imaginó que la autorización venía directamente del general Perón. Cámpora le explicó que ni él ni otros integrantes de la dirigencia estarían presentes por razones políticas, así que le entregó las llaves del local. “De la emoción, le di un abrazo”, dice Zito Lema. Y sigue: “El resto es historia conocida”.

Los dieciséis militantes fusilados. Foto: Google Images

p>El local se fue llenando de gente triste que quería velar a los jóvenes. Una hora después, el general Sánchez de Bustamante y su fiel súbdito -el comisario Villar- se presentaron. Afuera había tanques dispuestos a desalojarlos por la fuerza. “La dictadura prohibía el entierro, quería silencio. Nosotros queríamos honrarlos. Yo tuve que hablar en nombre de todos”, comenta Zito Lema que temía un desastre.

A pesar de lo sórdido del relato, el poeta introduce un detalle de color y describe el traje que vestía por tratarse de un funeral. Agrega con peso en la voz: “Yo era el representante de esas familias en pena”. Entiendo que el detalle del traje es una imagen que habla de su compromiso, de la gran responsabilidad que sintió y sigue sintiendo sobre esta parte de la historia.

La discusión con el general Sánchez fue áspera. El militar sólo concedió diez minutos para retirarse sabiendo que sería imposible vaciar el local y llevarse los cuerpos en tan corto plazo. El desenlace fueron gritos, golpes, corridas. “Tengo fijo en mi memoria las motos, avasallando el cementerio como antes y con tanques habían avasallado la sede del partido justicialista”, escribe el autor en el prólogo.

Antes de terminar, Vicente Zito Lema dice que a nivel periodístico tiene una versión extendida de la escena relatada. Durante la discusión con el general Sánchez, el comisario Villar soltó al perro policía que los escoltaba. El animal atacó al letrado hiriendo su pierna. A pesar del dolor y consciente de que no debía mostrar debilidad, el joven Zito Lema miró al comisario a los ojos y le dijo: “Veo que, además de ser un gran represor, es un gigante maleducado. Me ha roto usted mi traje”. La ironía y la dignidad de su manera gentil unos minutos antes de la represión tal vez hayan sido el primer paso en la tramitación del horror vivido. Volvemos a la memoria ardiente, lo grabado a fuego y el humor negro como salida. “El recuerdo me quedó grabado a fuego en la pierna, querida”, se despide el poeta.

 

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