01.09.2015
Pablo Novak es un rebelde. Argentino, de 85 años, es el único habitante de Epecuén, que fuera una popular villa de vacaciones destruida por la inundación en noviembre de 1985. Desde 1920 hasta la inundación, miles de personas hacían las seis horas de viaje en tren desde Buenos Aires hasta el pueblo, situado en el lado este del Lago Epecuén, para disfrutar de sus vacaciones y bañarse en las terapéuticas aguas saladas del lago. Pero los inusuales patrones climáticos que antaño formaron el lago, también lo destruyeron.
Hubo señales. A principios de 1980, comenzó a llover más de lo normal. Los pobladores temían que algún día la represa y los canales que se habían construido para proteger la villa, no fuesen suficientes para aliviar la creciente agua salada del lago. Y ese día llegó.
La represa cedió ante la fuerza del agua y el pueblo se inundó. La gente juntó sus objetos más preciados y los habitantes se mudaron a tierras más altas, mientras el agua subía y subía a lo largo de los años, hasta 1993 cuando alcanzó la altura máxima de 10 metros.
Finalmente, veinticinco años después de la inundación, el agua se retiró. Para ese entonces la gente había seguido con sus vidas. La mayoría de los pobladores habían construido en una villa nueva con modernas comodidades y no tenían motivos para regresar y volver a empezar. En esa villa, Pablo Novak compró una casa para su familia; pero él no se quedó. Regresó a Epecuén para mantener viva la historia de su pueblo natal. Miles y miles de los antiguos residentes lo ven como el recuerdo vivo de algo brutal que han querido olvidar. Muchos prefieren recordar el pueblo de antaño, pero Novak lo valora incluso en la actualidad.
Novak declara “Yo nací aquí, y siempre viví muy bien en este lugar. Y si muero acá, bueno, eso sería lo mejor.”
(Texto traducido del inglés por María Elisa Cordiviola)
Mirá el espectacular video de Nico Mu (Fusion Net, 2014):