12.09.2015
“Si no ganas la discusión social en la calle, no cambia nada”. Las palabras de la diputada nacional de Libres del Sur tienen sentido. A poco más de tres meses de la marcha Ni Una Menos, a un año del estado de emergencia por violencia de género en la provincia de Salta y con la resonancia del femicidio de Claudia Schaefer, el violador de un niño de seis años vuelve a la cárcel. La Suprema Corte bonaerense revocó un polémico fallo que reducía su pena bajo la excusa de que el niño era homosexual. Victoria Donda tiene un proyecto de ley sobre el acoso callejero y otro para decretar la emergencia nacional por violencia de género y así habilitar fondos que activen leyes existentes. En conversación con Pucheronews, la legisladora reflexionó sobre cómo generar miradas diferentes, si es posible cambiar la situación y qué construcción distinta del poder hacemos o no las mujeres.
El lado femenino del poder
Visitar las oficinas del anexo al Congreso Nacional es siempre un shock. Un laberinto de pasillos sin luz natural conducen a las pequeñas oficinas en dúplex. En el séptimo piso, el corredor que lleva a la oficina de Donda huele a tabaco y tiene los números de interno incorrectos por lo tanto, al llegar, damos con el despacho de Martín Lousteau. Un poco más adelante encontramos la oficina de la legisladora. Hay una primera sala diminuta con dos computadoras, un cochecito y cinco sillas donde el jefe de comunicación, los secretarios y colaboradores trabajan. Es difícil saber donde ubicarse. A pesar de toda la pared vidriada sobre el pulmón de manzana, no ingresa aire ni sol. Unas escaleras conducen a la privada, apenas más espaciosa.
Bajamos antes del horario pactado. Mi compañero y yo encontramos a la legisladora arrullando a su hija Trilce. Sobre el sofá un bolso rosado con manta y varios utensilios maternos. Enseguida, la funcionaria reclama los quince minutos que faltan, tiene el tiempo calculado para dormir a la beba y dar la entrevista. Victoria sube a dejar a la niña con su secretario. Mientras conversamos, se oyen sus murmullos, el audio de canciones infantiles o programas que los chicos en la oficina de arriba ponen para Trilce. A pesar del espacio oprimente, la escena es hermosamente humana, inesperada y un acto en sí mismo de interpelación al ejercicio masculino del poder. “¿Qué construcción distinta hacemos las mujeres? Porque somos maternales y femeninas o nos volvemos hombres para ejercer el poder. ¿Dónde está escrito que no puedo dar una nota, decir lo que pienso y dar la teta al mismo tiempo?”, pregunta la diputada. Y declara que puede ejercer el poder, leer un proyecto de ley, ir a una reunión y estar con su hija. “Eso sería una mirada distinta del ejercicio del poder, que no es masculina. Lo masculino sería que yo dejara a Trilce con una niñera en casa. O soy una mujer de poder o soy una madre. ¿Por qué no puedo las dos cosas?”
Victoria Donda y su hija Trilce. Foto: cortesía prensa de la diputada
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La foto de Victoria Donda amamantando a su hija durante una sesión en la Cámara de Diputados se hizo viral mundialmente. Amamanta a su hija cada dos horas hace diez meses, por eso no la sorprendió la fotografía sino la discusión en torno a esa imagen. “Hay mucha presión social para que las mujeres demos la teta pero una vez que la damos, hay que darla escondida así que mejor escondete en tu casa. Es imposible para una mujer que trabaja hacer las dos cosas a la vez”, afirma Donda.
Argentina cuenta con políticas de estado que promueven el alimento exclusivo del bebé con leche materna los primeros seis meses y luego otro tanto compartido. Pero la licencia de maternidad es de cuarenta y cinco días y los trabajos no tiene espacios exclusivos para dar de mamar. “Hay un discurso hipócrita”, arremete.
El discurso dominante masculino está tan encarnado que para tener iguales oportunidades, para ser tomadas en serio, para ejercer el poder las mujeres deben “masculinizarse”. Un fenómeno que también se da en la vestimenta -los clásicos talier usados por mujeres ejecutivas-, hasta en la manera de sentarse en la banca del recinto de diputados. “El sillón del legislador, del poder, es un asiento prostático, para acomodar bien al hombre. No a la mujer”, metaforiza Donda.
Habría que pensar qué tipo de sillón quieren las mujeres en el poder. Según la funcionaria, algunas podrían querer un asiento con canal de parto que representaría una forma maternal del ejercicio del poder. Otras se acomodan al asiento prostático, aunque quede incómodo; lo que la diputada llama la “masculinización” de la mujer en el poder. Y otras intentarán diseñar un sillón a medida, diferente, hacer “otra cosa”, dice.
Victoria elige el ámbito de la política para provocar cambios sociales en busca de un mundo más justo, donde las mujeres sean sujetos de derecho pleno. A cada rato enfatiza que esto es un problema de toda la cultura occidental, por lo tanto la batalla de las mujeres es mucho más grande. «Hacemos más de lo que podemos pero no estamos organizadas y la falta de presencia del estado precariza la situación», asevera la legisladora.
Estación Pueyrredón del subte D. Foto: Pucheronews
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Desde los once o doce años, cuando apenas el cuerpo empieza a florecer, las mujeres padecen lo que comúnmente se denomina piropos. “No son piropos, es acoso callejero”, aclara enérgica Victoria Donda.
El proyecto de ley de la diputada de Libres del Sur pretende multar a aquellos que interpelen a las mujeres en los espacios públicos. Este incomodamiento que sufren las mujeres en la calle atraviesa las clases sociales, las edades, los estilos, nada tiene que ver con ser sexy o linda. “Es una demostración de poder por parte del hombre”, explica Donda y cuenta que ella -al igual que todas las mujeres todos los días- recibe todo tipo de dichos en la calle, desde “Te parte en ocho” a “Se abrió el cielo y llueven ángeles”. De inmediato aclara: “Ambas cosas son acoso callejero porque nadie me preguntó si quería ser comentada, me imponen el poder del hombre de comentar sobre mi persona y sobre mi cuerpo”. Es así que las mujeres no pueden usar el espacio público de la misma manera que los hombres. Si una va sola y hay un grupo de muchachos, tiende a cruzar de vereda; o cuando le dicen cosas muy groseras, agachar la cabeza y acelerar el paso por la vergüenza; de noche, ir acompañada a la parada del colectivo o hasta la puerta de casa para evitar el acoso.
El proyecto propone multar a los hombres para prevenir que reiteren estas conductas. Una vez corroborado el hecho, el acosador deberá pagar entre mil y siete mil pesos. La idea es que no sea simbólico, que implique un esfuerzo. “Si fuera barato, no costaría nada. Entonces, nada cambiaría”, explica la diputada.
Para que a las palabras no se las lleve el viento y la geografía cambie, existe Hablame bien: un proyecto independiente que busca denunciar el abuso verbal a la mujer en la vía pública. Un grupo de jóvenes crearon un mapa interactivo de Argentina donde se pueden registrar los dichos y lugares donde se ha sufrido acoso callejero. Para contrarrestar la naturalización de estas situaciones, Hablame bien visibiliza la problemática e incentiva a seguir ganando la calle. Porque gracias a este tipo de proyectos, gracias a que somos Ni Una Menos, las mujeres estamos un poco más acompañadas.