30.09.2015
«No tengo tiempo para lo políticamente correcto», dice el candidato que lidera todas las encuestas de las primarias republicanas a menos de cuatro meses del inicio de la contienda en Iowa. Se trata de Donald Trump, el candidato estrella de las elecciones de Estados Unidos que tendrán lugar en más de un año. Pero la carrera (o el show) ya comenzó. Apunta contra los inmigrantes, las mujeres y los musulmanes; «The Donald» -como lo apodan allá- habla de todo. Proveniente del mundo de los bienes raíces, el excéntrico empresario es uno de los quince candidatos que buscan ser el representante del partido republicano. Con sus polémicos dichos y un sentido del humor diferente, Trump acapara todas las miradas. No hay medio que no hable de él, no hay candidato -sea demócrata o republicano- que no lo nombre en alguna entrevista.
La gente lo sigue por varias razones, entre ellas su libertad para decir las cosas. Trump es rico, muy rico (tiene un patrimonio de cuatro billones de dólares según Forbes). A diferencia de sus competidores, no necesita donantes para su campaña ya que es él mismo quien se la financia. En Estados Unidos, la habilidad para conseguir donantes es fundamental. Pocas campañas logran sobrevivir sin una cantidad significativa de recursos. Esto, sin embargo, trae sus complicaciones a la hora de fijar posiciones ya que muchas veces los candidatos quedan atados a los intereses del donante. El mismo Trump admitió haber dado dinero en elecciones anteriores a varios candidatos –demócratas y republicanos- como estrategia de negocio. Actualmente, él sólo se representa a si mismo, una ventaja comparativa importante a la hora de hacer declaraciones, por más descabelladas y polémicas que puedan sonar.
Otro atributo importante es su popularidad. Tras la declinación de Scott Walker, quedaron quince postulantes para la nominación del partido Republicano. Más de la mitad, no alcanza un nivel de conocimiento significativo. Trump no necesita hacerse conocido, ya lo es.
Fachada de la Trump Tower en Nueva York. Foto: Google Images
Su compañía es una de las más importantes en los Estados Unidos y sus libros (sí, además es escritor) llegaron a ser best sellers. Su cara es familiar en la mayoría de los medios de su país y su cuenta de Twitter, usada también como estrategia ofensiva, goza de una gran cantidad de seguidores en todo el mundo.
Donald Trump no tiene experiencia política pero eso, lejos de ser visto como una desventaja, puede ser entendido como otro factor importante por los americanos. Con la crisis dando vueltas y con una economía lejos de ser la de otros años, Obama atraviesa un periodo difícil. En las últimas elecciones legislativas, el partido republicano consiguió su mayoría en ambas cámaras y buscará en esta elección, volver al poder después de ocho años. Si analizamos las encuestas republicanas, ninguno de los tres candidatos que mayor intención de voto tienen ocupó cargos políticos. Además de Donald, se encuentran Carly Fiorina, la CEO de HP que tras una gran actuación en el último debate comenzó a levantar vuelo, y Ben Carson, un neurocirujano de color que con un discurso pasivo y ameno está cautivando a una parte importante del electorado del viejo partido. Fiorina se enfrentó a Trump y salió ganando: con una postura firme, en el último debate aprovechó ser la única candidata mujer dentro del partido para sacar ventaja. Carson, por otro lado, estuvo más callado y no mantuvo una posición clara en temas centrales. A pesar de significarle una caída en la intención de voto, sigue ubicado en los primeros puestos de las encuestas. Al parecer, el electorado republicano ve con mejores ojos a aquellos candidatos que todavía no tuvieron su oportunidad en política.
Los politólogos americanos pronosticaban que a esta altura el empresario sufriría una pérdida importante de la intención de voto republicana. Lejos de ser así, no sólo sigue liderando las encuestas sino que sube cada vez más. Incluso después de su actuación en el último debate donde fue atacado por los demás candidatos una y otra vez. El New York Times señaló: “Trump es como una lluvia de meteoros única en su género. Expande estimulante antagonismo a toda clase de targets: Megyn Kelly (periodista de Fox News con la cual tuvo un duro cruce), los mexicanos o cualquiera que sea su target perdedor del día”. Parece ser que hasta el diario más prestigioso no puede entender el fenómeno Trump: “¿Dónde estamos?” -se preguntan- “¿Cómo llegamos a esto?”. Sus números a nivel nacional también sorprenden: se ubica a menos de diez puntos de Hillary Clinton, que compite con Bernie Sanders para ser la representante demócrata. Clinton domina las encuestas a nivel nacional, pero Trump la sigue de cerca.
Donald Trump en campaña. Foto: Google Images
Sin embargo, el establishment republicano no lo quiere. Temen que, a raíz de sus polémicos dichos, el partido pueda perder el voto latino y el femenino que fácilmente pueden inclinar la balanza para un lado u otro. Hoy en día, los hispanos constituyen más del 16 % de la población estadounidense. Es la minoría que más rápido creció en el último tiempo y que, según un estudio del Centro Pew Hispano, aporta más de 21,7 millones de votantes. En el 2012, cuando Mitt Romney perdió las elecciones frente a Obama, el 71% de los latinos eligió al demócrata mientras que el 27% al republicano. En dicha elección, fueron más las votantes femeninas que los masculinos. Un 55% de las mujeres se inclino por Obama y un 44% por Romney. Definitivamente, el voto latino y el femenino importan. Los comentarios de Trump, difícilmente puedan lograr que el partido republicano recupere a esa parte del electorado.
Donald Trump es único en su especie. No propone cuestiones profundas pero le basta con su carisma para ser, por el momento, el candidato republicano mejor posicionado. Es amado u odiado pero no puede pasar desapercibido. Basta sólo con ver diez minutos de un debate para entender lo que genera. Como si fuera un actor de comedia, Trump utiliza un manejo de lenguaje excepcional para salir airoso de preguntas que fácilmente incomodarían a otro candidato. Es, sin dudas, el condimento especial de las elecciones estadounidenses. Pero ¿es una opción viable como candidato? ¿Podrá mantenerse al frente de las encuestas?
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