13.10.2015
Antonio Berni fue uno de los máximos exponentes del arte latinoamericano del siglo XX. Nació en un pueblo santafesino en 1905 y con sólo 15 años hizo su primer muestra de pintura. En 1925 emigró a Europa pero regresó al país durante la llamada década infame como fotógrafo periodístico y la realidad le rompió los ojos, como diría el artista en 1976. Surgió así la etapa del “realismo social”. Durante la última dictadura, se fue a Nueva York pero nuevamente regresó a la Argentina donde murió el 13 de octubre de 1981. A treinta y cuatro años del fallecimiento del pintor, grabador y muralista argentino, cinco artistas contemporáneos lo recuerdan a través de sus obras.
Andrés Zerneri se define como un “obrero del arte” y se reconoce en la práctica de retratar la realidad sin tapujos, tal como lo hacía Berni.
“Cuando hablo de mis influencias lo nombro a él primero, porque si bien estéticamente no lo he copiado, me siento muy identificado con su obra. Berni tenía una clara conciencia de clase y no retrataba a la clase obrera desde una distancia superior, sino que captaba desde su lugar de ‘obrero del arte’ circunstancias que no le eran ajenas”.
Abocado actualmente a la construcción del Monumento a la Mujer Originaria, que se hará con 10 toneladas de llaves donadas por la gente y será entregado a la Ciudad de Buenos Aires para reemplazar el monumento a Roca, Zerneri asume el compromiso de ejercitar su quehacer artístico dentro de proyectos sociales. Mientras en 2008 realizó el primer Monumento al Che Guevara en la Argentina, que se inauguró en Rosario, recientemente dio forma a la escultura de Juana Azurduy, que descansa en uno de los jardines de la Casa Rosada.
De formación autodidacta, este artista plástico y escultor elige el cuadro “Manifestación” como principal referente: “Esta es la obra que más me ha marcado, actúa como documento. Berni retrata esta escena desde el lugar que ocupaba en su propia clase obrera”.
Manifestación de Antonio Berni, 1934. Foto: Google Images
“Berni me transmitió el amor al oficio. Haber visitado su taller en la infancia fue definitorio para elegir mi vocación”, confiesa.
¿Qué artista no soñó alguna vez con conocer el taller del mismísimo Antonio Berni? Tocar sus pinceles, apretar los pomos de pintura, acariciar a Juanito Laguna o incluso a Ramona Montiel. Ariel Mlynarzewicz, pintor, dibujante y grabador, tuvo la suerte, y cuenta a Puchero News que fue gracias a su madre que trabajaba por ese entonces en la galería de arte de la Sociedad Argentina de Relaciones Culturales con la Unión Soviética (SARCU).
“Como el SARCU dependía del Partido Comunista y los mejores pintores de la época estaban asociados a él, mi madre los conocía y me llevó al taller de Berni. Él fue muy amable conmigo porque yo era muy chiquito”. Ahí estaba, el mini Mlynarzewicz, alucinado con todo lo que veía. Justo Berni pintaba en ese momento la serie del Apocalipsis: “Me impactó el hecho de ver los cuadros ahí, in situ, en el taller. Tenía los pinceles tirados, como los tengo yo ahora, y los empecé a tocar. Además, me gustaba el olor del taller. Eso fue definitorio para mí a la hora de elegir esta vocación. Particularmente me marcaron los olores del taller: el perfume a trementina, a pintura”.
Apocalipsis de Berni. Foto: Google Images
p>Ese mismo día, Berni le regaló lo que se convertiría en su gran amuleto durante más de 10 años: un pincel viejo, usado, al que cuidó como su objeto más preciado. Finalmente, a los 22 años, Ariel ganó una beca para ir a Polonia a perfeccionarse, se enamoró de una joven brasilera y le obsequió el pincel. em>“Se lo regalé a un amor, que en definitiva no tenía la más pálida idea de quién era Berni”/em>, cuenta entre risas. Se ve que el em>Eros/em> todo lo puede.
Pero hubo revancha: Ariel volvió a cruzarse a Berni. Esta vez, mientras hacía el secundario: “Conocí por medio de unos amigos a Valeria, la hija de la última mujer de Berni. Yo en ese entonces ya estaba pintando, y gracias a ella lo volví a ver. No sólo en su estudio, sino en su departamento. Vivía en un pasaje en frente al parque Rivadavia, en un primero piso. Fui unas cuantas veces a verlo. Él ya estaba un poco sordo, así que era difícil mantener diálogos”.
Ya con una carrera extensa en su haber, y nombrado por algunos como el flamante “discípulo” del pintor Carlos Alonso, Mlynarzewicz recuerda ese segundo encuentro en los 80’, poco antes de su muerte: “En esos diálogos que tuve con él de adolescente Berni me repetía: ‘hay que dibujar, hay que dibujar’. En su casa, él dibujaba y copiaba dibujos de las revistas de la época. No tengo recuerdos de tener charlas como las tuve con Alonso, pero lo vi en acción y me acuerdo muy bien de ese living, donde estaba el original del cuadro La leñadora”.
Serie Revolucionarios de Mlynarzewicz. Foto: Cortesía del artista
p> Tras haber pasado por el Museo de Bellas Artes, recibir la distinción de Personalidad Destacada de la Cultura, en 2013, y tener su propio taller en el que da clases desde hace más de 18 años, Ariel todavía se permite volver a transitar las imágenes de su infancia: em>“El primer encuentro con Berni fue muy cálido, pero ya de adolescente estaba más hermético. Me queda una imagen de un tipo encerrado en sí mismo, pero no lo veo como algo malo. El legado que me dejó fue el amor al oficio”./em>
Por último, elige hacer mención a sus personajes más famosos, Juanito Laguna y Ramona Montiel, por los que dice tener una devoción muy grande: “Tuve la suerte de ver esa serie en el taller. Juanito Laguna condensa lo que es la vida de un niño con toda su poesía. Berni es el único que supo rescatar la lírica de la pobreza. Si alguien pudo captarla, fue él”.
Sin ninguna muestra en puerta, Ariel se encuentra actualmente inmerso en el proceso creativo. Hace dos o tres años que trabaja en una serie sobre el movimiento, que tiene a su hija bailarina como principal musa inspiradora. También cuenta que experimenta con grandes grabados, otra de las mañas que heredó de Berni.
Otra Personalidad Destacada de la Cultura, Nora Iniesta, también tuvo la posibilidad de tratar en persona con Berni: “Hice en avión el último viaje de Berni a París, el 13 de septiembre de 1980. Yo tenía 29 años, y viajaba a Francia tras la obtención del Premio Georges Braque. Nos sentaron juntos en primera clase. Charlamos y me asesoró muy bien: ‘no te dejes llevar por fulano, hacé tus cosas’. Me pareció un hombre totalmente afable, de esa gente que habla poco y que hace mucho. Un hombre que tuvo convicciones y pudo mantenerlas”.
Pesadilla de los injustos (La conspiración del mundo de Juanito Laguna trastorna el sueño de los injustos) de Berni, 1961. Foto: Google Images
p>Iniesta lo recuerda como uno de los más grandes artistas argentinos que tuvo la suerte de conocer, y explica a Puchero News que no le es para nada “ajeno” a su obra, sino que Berni figura dentro de sus influencias artísticas.
Reconocida por trabajar en torno a la representación de la patria, Iniesta es una artista inquieta, en búsqueda constante. Además de estar armando una muestra para la biblioteca nacional de Rabat, Capital de Marruecos, que inaugura el próximo 2 de diciembre, en los primeros meses del 2016 saldrá su libro Buenos Aires en blanco y celeste, otra geografía. “Será un relevamiento de instantáneas, de cosas que encuentro en la calle. Lo mío se aleja de lo pretencioso, todo lo que trabajo es sencillo, cotidiano y reconocible para todo el mundo”, explica.
Para el especialista de los juegos ópticos y el cuestionamiento de lo real, Leandro Erlich, lo más relevante del trabajo de Berni ha sido su “búsqueda”. “Hay muchas obras suyas que me resultan interesantes. Sus diferentes períodos, estilos y técnicas generaron una obra diversa”, sostiene.
A la hora de elegir su obra preferida, destaca “Primeros pasos”, de 1936, y dice no saber bien “por qué” le gusta tanto. Reconocido a nivel internacional por sus intervenciones artísticas lúdicas y surrealistas, Erlich desembarcó recientemente en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) con su site-specific “La democracia del símbolo”. Se trata de una obra inspirada en el ícono de la ciudad porteña, el Obelisco, y podrá visitarse hasta el 28 de marzo del 2016.
Primeros pasos de Berni, 1936. Foto: Google Images
“Dentro del horror, un Berni es una fiesta”, define Anna-Lisa Marjak, la artista plástica que se jacta de tener en su casa “el peor Berni”. ¿Qué sería eso, según sus términos? “Una carbonilla de un hombre viejo todo arrugado, horrible, que le dio la galerista Ruth Benzacar a mi marido”.
Lo cierto es que la ganadora del Premio Konex de Video Arte en 1992, y especialista en retratar al universo femenino, se declara gran admiradora del pintor argentino: “Qué placer pensar en un Berni, sumergirse en él. Puedo estar horas y horas disfrutando de su plasticidad, de su color, de su equilibrio, de su fealdad y de su belleza al mismo tiempo. Es un equilibrio perfecto”.
Carbonilla de Berni. Foto: Anna-Lisa Marjak
p>Marjak también destaca las múltiples lecturas que surgen de su obra: “Uno se puede quedar solo en lo estético, admirando la materia colocada mágicamente, zambullirse en el mundo de la plástica y disfrutar de ese viaje sensorial”. Y al igual que Zerneri, destaca cómo Berni retrata con “humor” y “esperanza” la realidad de la pobreza, el hambre y la marginalidad.
“Berni es nuestro Picasso. Un verdadero artista, un hombre que vivió para el arte. Sus cuadros vibran la pasión, la sinceridad y libertad”, cierra Anna-Lisa, a la que también se la ve muy entusiasmada con su nuevo proyecto. Según comenta, se encuentra trabajando en una serie de retratos de amigas de Facebook. Si bien es reconocida por pintar mujeres imaginarias, es la primera vez que trabaja en el tema retrato y en formato pequeño. ¡Éxitos para ella, entonces, y bienvenidos sean los desafíos!