13.02.2016
Por Juan Elman
El tablero político de Estados Unidos quedó desarmado el martes pasado en New Hampshire. En las primarias estadounidenses, Donald Trump se impuso en el sector republicano doblegando en puntos al segundo y Bernie Sanders obtuvo 20 puntos más que Hillary Clinton en la interna demócrata. Si bien New Hampshire es un estado chico y colmado de blancos – 1,3 millones de habitantes y el 91% de ellos son blancos no hispanos- quedo claro que los outsiders y los discursos anti-elites juegan un rol fundamental en esta elección.
Donald Trump y Bernie Sanders son dos candidatos bien opuestos. El primero es un showman televisivo, proveniente del mundo de las bienes raíces que con un discurso xenófobo y demagogo está sacudiendo las internas republicanas. Hace tiempo que no se habla de otra cosa que de él y se las ingenió para dominar todos los sondeos de los últimos 7 meses. La semana pasada perdió en Iowa ante Ted Cruz pero tras la abultada victoria de este martes dejó en claro que es raro, divertido, impredecible pero real.
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p>Sanders y Trump en debate. Foto: Google Images/p>
p>Muchos todavía no lo aceptan, pero Donald Trump acumula la mayor cantidad de delegados y es el favorito para obtener la nominación republicana.
Sanders, por otro lado, representa también a un electorado descontento con la realidad política actual pero tiene un perfil totalmente diferente. El senador de 74 años se define como socialista y promete educación gratuita, salud publica y la quita de privilegios a los grandes grupos de poder. Cuestiones que en Estados Unidos suenan utópicas. Es el único competidor que tiene Hillary y, si bien no fue tomado en cuenta al principio, empató técnicamente en Iowa y conquistó New Hampshire. Su fuerte son los jóvenes: en Iowa un 84% de los electores entre 17 y 29 años lo eligió y en New Hampshire llegó al 85%. Además, solo fue derrotado por Hillary entre los electores mayores de 65 años y en aquellos que ganan más de 200.000 dólares al año, un dato muy positivo para alguien que identifica a Clinton con el establishment y Wall Street.
Pero a diferencia de Trump, Sanders no ocupa aún el lugar de favorito. Si su fuerte son los jóvenes blancos, el de Hillary son los latinos y negros: una parte del electorado más densa que la de Bernie y que todavía no entró en escena en Iowa y New Hampshire. Estas minorías juegan un papel fundamental en el partido demócrata y son un pilar importante en la campaña de Clinton. Fueron claves para las victorias de Obama en 2008 y 2012, y lo serán en esta elección. En las próximas semanas las elecciones se trasladan a Carolina del Sur y Nevada, donde Hillary es favorita. El desafío de Sanders será, en primer lugar, sumar la mayor cantidad de votantes intentando acercar a las minorías que por ahora le son desfavorables. Después, y en el caso que pierda, que no suceda lo inverso a New Hampshire donde triunfó por un amplio margen.
La campaña de Trump seguirá por el mismo camino. Es favorito en los próximos estados y según las encuestas goza con una ventaja de más de 10 puntos. Su foco, si resulta vencedor, estará en quien obtenga el segundo lugar.
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Su rival y competidor más cercano es Ted Cruz. Nacido en Canadá e hijo de un pastor cubano, Cruz está lejos de ocupar la posición de un latino tradicional. Es un conservador ortodoxo con posturas aun más de derecha que la del mismo establishment republicano. Su electorado más devoto son los evangélicos, una base importante del voto republicano. Cruz es senador por el estado de Texas pero sus ideales están lejos de ser la de un típico político republicano de Washington. Le ganó a los pronósticos cuando fue vencedor en Iowa y dejó a Donald Trump en el lugar de perdedor. En New Hampshire no tuvo una buena elección y terminó en el tercer lugar. Si Trump consolida su posición hegemónica en Carolina del Sur y Nevada, y Cruz falla en alcanzarlo, la interna republicana quedará más clara pero no definida. Si podrá suceder el primero de marzo, en el denominado “súper martes”, cuando se vote en varios estados en simultáneo y las nominaciones queden más expuestas.
Los surgimientos de Trump y Sanders son el síntoma de un descontento que invade la política americana. Difícilmente hubiera ocurrido en otro contexto político pero hoy son realidades a tomar en cuenta. El fenómeno Trump sigue sin poder ser explicado con exactitud pero amenaza con tambalear toda la estructura política del país. Puertas adentro ya no se preguntan como ocurrió sino que advierten cuáles son los temores de su ascenso. Todavía está lejos de un triunfo en la elección general, pero no es imposible. El fenómeno Sanders es consecuencia de un giro a la izquierda del partido demócrata. Su visión progresista y discurso con gran contenido ideológico todavía no son lo suficientemente popular para generar el cambio esperado, pero cuenta con grandes esperanzas de cara al futuro. Años atrás nadie hubiese imaginado a Barack Obama como presidente, hoy es una realidad.