17.03.2016
Por Gert De Saedeleer
Este 17 de marzo se cumplen 24 años del atentado a la Embajada de Israel. Se sabe poco sobre este ataque y la información disponible resulta controvertida.
Al tratarse de una embajada, la Corte Suprema debía encargarse de la investigación según establece la Constitución Nacional. Desde el primer día, la investigación fue manipulada hacia una pista que ‘probara’ la existencia de un coche bomba con conexión al terrorismo internacional de Medio Oriente (Vea: Cronología de una (no) investigación) –al igual que sucediera con la AMIA dos años más tarde. Israel nunca se presentó como querellante en la causa por el atentado a su embajada. La frutilla de la torta fue el año pasado cuando el presidente de la Corte Suprema Dr. Lorenzetti declaró la causa de la Embajada como “cosa juzgada”, en contradicción con el fallo de 2006 firmado por el mismo para “seguir adelante con la investigación”. El Centro de Información Judicial publicó para rectificar los dichos del juez un informe sobre el estado actual de la causa, que pone en evidencia la falta de avances en la investigación. En octubre 2015, la Corte sorpresivamente ordenó la captura internacional de dos presuntos terroristas libaneses a partir de una carta de la Embajada de Israel sin explicaciones ni pruebas.
A 24 años de impunidad, Pucheronews entrevistó en exclusivo al Dr. Alfredo Bisordi, secretario penal de la Corte en aquel momento. ¿Qué pasó durante aquellos primeros días fundamentales de la investigación?
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El contexto
El 17 de Marzo de 1992 a las 14:47 la Embajada de Israel en Buenos Aires explotaba por el aire. El entonces presidente de la Corte Suprema, Dr. Ricardo Levene, quedó a cargo de la instrucción. Alfredo Bisordi era el secretario penal y se encargó de la investigación. Trabajó en la misma bajo la supervisión de Levene desde el día del atentado hasta que fue nombrado juez de la Cámara Nacional de Casación Penal, el 23 de diciembre 1992.
. “Pensaban que los explosivos habían entrado con los materiales”, le dijeron. Bisordi, quien oficialmente ya había asumido la instrucción de la causa, les remarcó que la Corte Suprema estaba a cargo de la investigación; no los ministros. Tampoco avaló la detención de personas sin pruebas. Su actuar no fue bien recibido. El ex juez recuerda ese hecho como el primer indicio de que la investigación sería una tarea complicada.
– ¿Usted estima posible que la policía haya escavado el cráter?
- Mire, yo sufrí bastante con esta investigación. La policía depende del Ministerio del Interior; por lo que se mueve más cerca del poder político que de la justicia. Yo me peleé mucho. Incluso, varias veces se solicitó que me apartaran de la investigación. No les gustaba que yo quisiera investigar a fondo el asunto y no tomara sin cuestionar lo que ellos me traían. Es lo que después hicieron en la AMIA, pero yo no era Galeano. ¿Me entiende?
– ¿Cómo era su relación con el poder ejecutivo?
- Mi relación con los ministros Manzano y Arslanián era pésima, no hablaba con ellos porque los consideraba dos corruptos. La relación con el ejecutivo correspondía al presidente de la Corte. No me dejaron participar de las reuniones. Una vez, me transmitió que me querían sacar de la investigación. Yo le contesté: ¡Ojalá me saquen, si ya veo que todo esto no va a terminar en nada!
– ¿Usted sufrió presiones durante su investigación?
- El punto es que nadie tenía que oponerse al coche bomba. Y yo nunca estuve seguro -ni hoy- si había existido. Lo que siempre me pareció más cercano a la realidad -pero no puedo comprobarlo- es que la bomba hubiese entrada con los materiales aquella mañana. Yo tomé declaración a un montón de gente vinculada con las obras de refacción. Decían que la seguridad estaba totalmente relajada; todas estas personas que trabajaban en la obra entraban y salían sin que los revisaran. Sólo tenían que pasar por un detector de metales -que no tendría ninguna eficacia si se utilizó una bomba plástica. Instantes antes de la explosión, pasó un motociclista y a mí me pareció que este motociclista podría haber activado con un control remoto los explosivos. Esto me parecía mucho más factible que el coche bomba plasmado en el expediente a partir de las pericias del comandante Laborda de la Gendarmería (que determinaban que el bombazo fue realizado con un coche bomba cargado con exógeno: un explosivo plástico). Tuve bastantes discusiones con Laborda; él terminó siendo el perito de la causa AMIA -Bisordi sonríe con cierta ironía.
– ¿Que tipo de discusiones tenía?
- En un momento dado, apareció en la Corte un testigo: el arquitecto López León. Decía que estaba en su balcón sobre la calle Arroyo cuando ocurrió la explosión y que la misma había sido dentro de la embajada. Él vio todo. Fuimos al edificio al lado de la embajada que había quedado en pie. Me mostró como las deformaciones de las puertas y ventanas eran de adentro para afuera. Laborda no estaba de acuerdo con esas declaraciones.
– ¿Cuántos testigos entrevistó?
- Unos treinta aproximadamente. Ningún testigo vio un coche bomba. Me acuerdo en particular de una señora que tenía peluquería sobre la calle Arroyo, a pocos metros de la embajada. Ella declaró que había salido a comprar unos alimentos; hacía un color tremendo aquel día y había poca gente en la calle. Saludó a los custodios de la embajada -que tenían, según ella, un uniforme color marrón. Una vez que pasó el edificio, la bomba la tiró por el aire. Ella tampoco vio ningún coche bomba. Nada. Nunca pudimos saber quiénes eran estos custodios. La lista de personal diplomático israelí no correspondía con los que estaban allí realmente. Yo quería tomar declaración a los empleados de la embajada pero no quisieron colaborar. Nunca pude entrevistar a nadie del personal diplomático.
- La policía constató 29 muertos. Yo no puedo asegurar eso. Una noche que no esperaban que yo fuera a la comisaría, vi a un médico forense atendiendo a un delegado de la AMIA. Para “agilizar” los trámites, el forense estaba firmando certificados de defunción en blanco. ¡Una cantidad! Les dije que eso no se podía hacer e hice romper todos los papeles. Después, no me permitieron hacer las autopsias de los diplomáticos fallecidos alegando una cuestión religiosa, incluso me llamó el Gran Rabino. Por orden del presidente de la Corte Suprema, finalmente se entregaron los cadáveres sin hacerles autopsia. También hubo bolsas con restos humanos que no se identificaron
– ¿Usted sabía que el traficante internacional de armas y drogas Monzer Al Kassar estaba en el país cuando explotó la bomba?
-No, nunca lo supe. La SIDE nunca me trajo ninguna información; parecían estar desorientados… o fingían estar desorientados.
– ¿Por qué no investigó la pista local?
- ¿La pista local? En aquel tiempo no se hablaba de eso. Hubo un bochorno con unos paquistaníes que no tenían nada que ver. Se hizo un identikit absolutamente inútil de un tal Riveiro Da Luz, con nacionalidad brasileña (después se comprobó que la identidad era falsa); era el supuesto comprador del coche bomba. Yo desconfiaba; nunca me pareció que compraron la camioneta ni nada. Un día le digo al comisario mayor de la sección de Seguridad de la Federal: “Dígame, ¿cuando usted no esté más en la Policía ni yo acá, me va a decir dónde hizo volar la camioneta?” El respondió: “Bisordi, por favor, ¿cómo me dice eso?”. “Le digo la verdad: ¿donde hizo volar la camioneta? ” El comisario mayor hizo un gesto risueño.
– ¿Qué opina del hecho que la Corte a finales del año pasado pidiera capturas internacionales contra dos personas por un supuesto vínculo con el atentado, basado en una carta de la Embajada de Israel sin prueba alguna?
- Es ilegal. Un informe de inteligencia sin pruebas no sirve para nada en una causa penal; ni para habilitar un pedido de alertas rojas. Lo hacen para que termine la investigación de una vez sin cumplir con su obligación legal para investigar. ¡Es un disparate!
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Al final de la entrevista, el Dr. Bisordi me confiesa: “Siempre me quedó la duda por qué me ofrecieron el cargo de juez de Casación Penal aquel 23 de diciembre del 92”, insinuando que tal vez fue una manera delicada de sacarlo del medio.
Leé también Cronología de una (no) investigación
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