22.03.2016
Por Lola Durán
Colombia está a punto de finalizar un proceso de paz que inició en el año 2012 con el grupo guerrillero más importante del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC –EP o FARC).
Decir que un país está por acordar la paz hace pensar en la existencia de una guerra ruidosa y visible. Pero la de Colombia es una guerra que se oculta, es escurridiza, de comienzos difusos y actores variados.
La historia de violencia colombiana lleva más de 200 años. Cuando parece que algo le pondrá fin surge una nueva etapa, un nuevo condimento que mantiene esa historia abierta como una herida que no puede cicatrizar. Esto ha llevado a sostener que “el caso más emblemático de ejercicio de violencia política en América Latina es el de Colombia (…). Según cálculos de los últimos años, el conflicto provoca entre el 15 y 20% de las muertes violentas”[1]. La mayoría de las víctimas son civiles.
Las FARC[2] se crearon por el propio campesinado tras el ataque ordenado por el entonces presidente León Valencia a Marquetalia, en el departamento de Tolima, el 27 de mayo de 1964 en el intento de recuperar las áreas de las “repúblicas independientes”[3] para el Estado. El fin de las FARC era tomar el poder y entregar a los campesinos las tierras confiscadas a los terratenientes. Las FARC fueron mutando con el tiempo, incorporando guerrilleros urbanos y tomando más espacios.
Claro que las FARC no fueron ni son son el único actor de la guerra civil colombiana.
Mural «Nadie gana» de DJLU, Bogotá. Foto: Lola Durán
A ella se suman otros grupos guerrilleros, de los cuales el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sigue activo, los paramilitares, las “bacrim”[4], el narcotráfico y el Ejército Nacional apoyado por el gobierno de Estados Unidos.
En muchas otras oportunidades los diferentes gobiernos de Colombia intentaron lograr la Paz en el país, sin embargo ninguno fue del todo exitoso.
El 26 de Agosto de 2012 se firmó en La Habana el Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera entre el Gobierno de Colombia y las FARC – EP, en el que se definió iniciar conversaciones directas e ininterrumpidas sobre seis puntos de la Agenda allí establecida, con el fin de alcanzar un Acuerdo Final para la terminación del conflicto.
Los puntos del acuerdo vinculados con el desarrollo rural, la participación política, el narcotráfico y las víctimas han sido alcanzados, sin embargo dos muy importantes se encuentran aún inconclusos. El que refiere al fin del conflicto y que involucra el cese al fuego bilateral (hasta ahora el cese al fuego es solo unilateral por parte de las FARC), la dejación de las armas por parte de las FARC, la desmovilización y la reintegración civil y el de implementación, verificación y refrendación una vez firmado el acuerdo final.
El 23 de septiembre pasado la imagen del apretón de manos entre el presidente Juan Manuel Santos y el jefe de las FARC “Timochenko” sellando el acuerdo en materia de justicia transicional dio la vuelta al mundo. Ese día el presidente fijó el 23 de marzo de 2016 como el que daría fin al proceso de paz. Sin embargo a mediados de marzo en una entrevista que mantuvo con El País el mandatario respondió a la pregunta: ¿De no firmarse [el acuerdo] el 23, cuánto se haría?, con un: “no quiero dar fechas porque siempre se le devuelven a uno con gran fuerza”.
Foto: Lola Durán
Durante los más de tres años de negociaciones que lleva el acuerdo, la paz fue perdiendo el apoyo de la opinión pública y aún quedan muchos desafíos. Entre ellos las negociaciones con el ELN, la implementación del acuerdo final –el gobierno quiere que sea por plebiscito y las FARC solicitan una reforma constitucional–, la aplicación de la justicia transicional.
Es que si bien el conflicto con las FARC lleva más de 50 años, la historia de violencia en Colombia tiene más de 200, durante los que ha desarrollado una sutil y efectiva forma de reproducirse.
Dando lugar, solamente en los últimos 30 años, a más de 6.000.000 de desplazados (según cifras del Internal Displacement monitoring Centre) y a decenas de miles de desaparecidos en los últimos 50, a un Estado que no encuentra la forma de estar presente en muchas regiones del país y a una sociedad tan decepcionada y ausente de la arena política que duda si dará el sí a un posible plebiscito para refrendar el acuerdo de paz.
Aún si se llega a un acuerdo de paz con las FARC e incluso con el ELN, nada asegura que otro actor violento no esté agazapado esperando la oportunidad para ocupar su lugar.
Referencias:
[1] Ansaldi, Waldo; Giordano, Verónica. América Latina. La construcción del orden, Tomo II, Buenos Aires, Ed. Ariel, 2012, pág. 375.
[2] “En la Primera Conferencia Guerrillera, convocada a fines de 1965, se definieron planes de acción militar y política, de organización y propaganda, y se identificó al movimiento como Bloque Sur. Un año después, la Segunda Conferencia decidió cambiar el nombre de la organización por el de Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y extender las acciones a otras áreas del país (desde Tolima). (…) [e]n la Séptima, realizada en mayo de 1982, se resolvió la conversión en Ejército del Pueblo (FARC-EP), hecho que implicó un profundo replanteamiento de las acciones militares.” Íbidem, pág. 382.
[3] Áreas donde el campesinado había constituido grupos de autodefensa.
[4] Bandas criminales.
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