Uber: el impacto de la economía colaborativa

06.04.2016

Por Juan Elman

 

¿Para qué poseer si podemos compartir? es el concepto detrás de Uber, la aplicación que conecta conductores particulares con pasajeros. Uber anunció en marzo su llegada a nuestro país, que trae consigo una idea mucho más grande: la economía colaborativa. Una revolución abrazada a las nuevas tecnologías que, como cada movimiento disruptivo, provoca controversias. Los taxistas no están contentos.

“Mucha gente tiene en su casa un taladro, algo que usamos cada tres meses. ¿Por qué todos tenemos un taladro, si podríamos tener simplemente un solo taladro en el edificio, y cuando alguien necesita usarlo sabe quien és el que lo tiene? La posibilidad de que lo necesitemos dos al mismo tiempo es casi nula”. Así me explica Santiago Bilinkis, uno de los emprendedores más reconocidos del país, el concepto de economía colaborativa. Se trata de una administración más eficiente de los recursos, algo que produce ventajas enormes. Desde el punto de vista económico, abarata costos y crea oportunidades de trabajo. 

Foto: Google Images

También ayuda a reducir el impacto ambiental. Uber es un gran ejemplo, pero no es el único.

En 2008, dos diseñadores decidieron utilizar el lugar libre de su casa en San Francisco para alojar a tres viajeros. Así nació Airbnb, una plataforma que conecta anfitriones y viajeros en una experiencia única. Solo en el 2013, Airbnb generó 632 millones de dólares en Nueva York y 824 millones en Londres. Creó, en promedio, más de 10 mil puestos de trabajo.

 

Actualmente, opera en más de 190 países y 34.000 ciudades. Los alojamientos, que se encuentran por toda la ciudad, suelen alejarse de los principales distritos donde se concentra la mayor oferta de hoteles. Esto reduce el costo para los turistas. El impacto no sólo es económico, la plataforma ofrece espacios curiosos (castillos, casas con formas extrañas, negocios famosos) que generan una experiencia diferente.

 

Desde el anuncio del desembarco en Argentina, Uber atrae toda la atención. Pero Airbnb ya había generado ruido. “El impacto que tuvo fue enorme– recuerda Bilinkis- lo que pasa es que no existía un sindicato tan activo como el de taxistas. Las inmobiliarias, probablemente, no se daban cuenta de lo que les estaba pasando”. Hoy Uber llega para revolucionar otro ámbito: el del transporte.

 

Su misión es simple: conectar pasajeros con conductores de vehículos particulares. El servicio se reserva a través de una aplicación móvil, con un precio que se fija mediante una combinación entre duración y trayecto. Los pagos se concretan vía tarjeta de crédito, con un margen de ganancia para el conductor que oscila el 80 %. Uber exige a los conductores, entre otras cosas, que sus autos estén en buenas condiciones y sean confortables (tienen que ser modelos a partir del 2009, tener cuatro puertas y aire acondicionado.)

«Ese era mi cliente», le grita un taxista a un chofer de Uber. Foto: Google Images

Los tiempos de innovación siempre dejan algún grupo rezagado. Los monopolios no perderán privilegio, o al menos sin luchar. Omar Viviani, titular del gremio de conductores de taxis de la Ciudad de Buenos Aires, fue claro sobre la llegada de Uber. “No lo vamos a permitir”, sentenció.

 

En diálogo con este medio, Yamil Santoro, abogado y dirigente del Pro que lidera una movilización para que Uber funcione libremente, aclaró el panorama legal. En primer lugar, acerca de si Uber puede ser frenado o no, fue tajante: “No hay razones jurídicas para bloquear el desembarco de Uber”. El problema con su llegada es que, al tratarse de una tecnología nueva, no es contemplada por ninguna ley. Para que Uber funcione, debe ser regulado. “La cuestión no es si Uber tiene derecho o no, sino bajo qué normas operativas se lo puede regular para que funcione. Puede adecuarse a una normativa existente o pujar por una reforma legislativa para su caso”, expresó Santoro.

 

Ahí es donde entra el debate. Uber no es un taxi, no puede levantar pasajeros libremente en la vía pública, pero tampoco es un remis. Sin embargo, un remisero podría ser chofer de Uber, pero un taxista no. Si la plataforma decide encuadrarse como un remis, habría que pensar qué reglas o condiciones son necesarias para que el chofer opere, ya que lo que exige el sindicato de remises difiere de lo que pide Uber (licencia profesional, etc.). Por casos como estos sería necesario una reforma legal, pero llevará tiempo.

 

Uber y Airbnb monetizan la desesperación de la gente en la economía de la post-crisis. Retraen la idea de una comunidad, en tiempos de sociedades desintegradas. Nuevamente, internet es un puente.

 

Info extra

 

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