14.04.2016
Por Lola Durán
En esta breve crónica, la periodista de Pucheronews desde Colombia nos cuenta sobre la marcha del pasado 2 de abril contra el presidente Santos y los acuerdos de paz.
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Jazz de fondo. «Raro para un aeropuerto», pienso mientras me deleito con la música. Vibra el celular y veo el mensaje de texto con información local que la compañía de telefonía móvil envía a diario.
El viaje de los acordes se detiene. Estoy en el Dorado esperando el vuelo que me va a devolver unos días a la realidad Argentina, tan distinta a la de Colombia.
«Aumenta a 3 mil millones de pesos (colombianos) recompensa por alias Otoniel», dice el mensaje.
Alias Otoniel es el líder de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, organización que se define como grupo político armado. Hace dos semanas decretaron un paro armado entre las 00:00 horas del 31 de marzo y las 00:00 del 2 de abril en la región de Urabá en el norte de Colombia. Un paro armado significa que nadie puede moverse, circular o salir de sus propiedades y quien lo hace corre el riesgo de perder la vida.
El riesgo se hizo realidad, en las 48 horas que duró 6 personas fueron asesinadas.
Poco tiempo duró la ilusión del 30 de marzo, día en el que el gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) anunciaron el inicio de negociaciones de paz tras más de dos años de diálogos exploratorios.
Detalle de un stencil de Djlu. Foto: Lola Durán
El ELN es el segundo grupo guerrillero más importante del país luego de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El ELN nació en 1964 en el departamento de Santander, en San Vicente de Chucurí.
A diferencia de las FARC, cuyos fundadores fueron campesinos en armas, los del ELN eran intelectuales inspirados por la ideología marxista y la Revolución Cubana.
El ingreso del cura Camilo Torres Restrepo a sus filas en 1964 y su temprana muerte pocas semanas después en su primer batalla fue lo que le dio el tinte religioso al grupo.
El sábado 2 de abril amaneció lluvioso en Bogotá y con el hashtag #yonomarchotengomemoria amenazando con aguar la manifestación organizada por Álvaro Uribe*. Pero no fue así. En una suerte de rompecabezas del descontento en el que el NO + era propuesto para ser completado con frases como “no más Santos”, “no más desgobierno”, “no más FARC” que se escuchaban y se leían en carteles y panfletos durante la marcha.
Carteles en la manifestación convocada por el ex presidente Uribe. Foto: Lola Durán
Lo más llamativo y, me atrevo a decir, preocupante eran las comparaciones entre corrupción y paz, los deseos de muerte, las asimilaciones entre el presidente Juan Manuel Santos y Judas.
Esa plaza vio, en vísperas del aniversario del Bogotazo*, otro acto de violencia. El que propone la guerra antes que la Paz.
El jazz ya no suena, una voz me repite «La cuenta su mercé». ¿Acaso fue un sueño?
No, no lo fue. Es que Colombia puede despertar un lunes con paz y llegar al sábado con guerra.
Es que Colombia puede ser un país a pesar de ella misma ***.
Es que Colombia puede escuchar música aún cuando se desangra.
Notas:
*Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia (2002 a 2010) y actual senador.
**El Bogotazo fue un episodio de violentas protestas, desórdenes y represión en el centro de Bogotá ocurridos el 9 de abrilde 1948, luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, candidato a presidente por el partido liberal.
***Referencia al libro de David Bushnell: Colombia una Nación a pesar de sí misma.
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