30.04.2016
Por Rasputín
Siempre incisiva, Elisa Carrio señaló días atrás que “este gobierno comunica mal”. “Este gobierno” es “su” gobierno o por lo menos ella ha sido arquitecta fundamental de la alianza oficialista. Las palabras de la vitalicia diputada nacional se completaron con una radiografía del contexto actual: “El momento es muy difícil para todos y nadie puede llegar a fin de mes”. Así lo demostraron las marchas de ayer.
No es repentino el señalamiento de Carrió hacia la descomposición que sufre el tejido social argentino. Ya había hablado, hacia fines de marzo, sobre el que definió como un “brutal ajuste” que el gobierno de Mauricio Macri estaba llevando a cabo, a propósito de los tarifazos en los servicios públicos. “No se puede ahogar a la sociedad que nos apoya en el cambio”, finalizó la chaqueña que horas más tarde era recibida en Olivos, escoltada por el siempre vigente Ernesto Sanz. Qué se pactó en ese encuentro es motivo de discusión para los aficionados en la materia.
Carrió, Macri y Sanz. Foto: Google Images
Independientemente de las contorsiones que sufre por estas horas la alianza Cambiemos, las declaraciones de Carrió no hacen más que poner de manifiesto el ingreso a una fase regresiva en lo social, que le ofrece al gobierno nacional el desafío más potente en el corto plazo.
No sólo son voces del propio oficialismo, las sirenas que advierten malestar fueron subiendo su volumen con el correr de las últimas semanas, fundamentalmente provenientes desde la sensibilidad manifiesta que históricamente ha demostrado tener el Partido Justicialista al momento de ser oposición. La movilización de las diversas centrales sindicales (que sólo la impericia de Macri logró unificar) el pasado viernes sumado al cuadro legislativo que hoy se concentra en torno a leyes “antidespidos” son acaso las muestras más patentes de la hora actual.
Ante esto, el máximo ocupante de Balcarce 50 y su “gabinete social” apelan al corazón del empresariado nacional, al que invita y agasaja en Olivos a la espera de inversiones, mientras las planillas de las principales encuestadoras (oficialistas y no) comienzan a plasmar variaciones en el humor social y corrimientos en el plano cualitativo hacia la percepción que los argentinos empiezan a tener del nuevo Presidente, que todavía no cumplió cinco meses de gestión.
Preocupa en algunas porciones de ese mismo empresariado el defasaje cada vez más marcado entre el mundo de la economía real y el de las finanzas. Así, la Administración Macri y sus principales espadas económicas han demostrado tener una importante cintura política a la hora de seducir al establishment internacional, pero no logran el mismo entusiasmo en los ciudadanos de a pie. País virtual o país real, se preguntaría Cristina Kirchner.
Cuando la revista Time incluyó hace pocos días al Presidente argentino dentro de los cien personajes más influyentes a nivel mundial, el dato de color lo ofreció el mismísimo Paul Singer, el “buitre mayor” o “el poderoso dueño de Elliot Management” según de qué lado de la grieta uno se ubique. Lo cierto es que desde le corazón de Manhattan Singer definió al máximo exponente de la revolución de la alegría como “el campeón de la reforma económica”.
El presidente argentino Mauricio Macri. Foto: Google Images
Como salidos de Good Bye, Lenin!, muchos referentes del anterior gobierno de repente descubren un mundo hostil donde existían los pobres y la Iglesia a través de la UCA alertaba sobre el dramático padecimiento de los más humildes, y donde una “inflación galopante” y la “corrupción que apesta” erosionan la calidad democrática y el estándar de país desarrollado que el kirchnerismo parece haberle entregado al macrismo. Cada uno con su Evangelio.
En paralelo el desperezarse de la justicia federal ofrece la clave última de la coyuntura y es la corriente que va determinando la velocidad y los riesgos inmanentes de la transición aún en desarrollo.
Se torna complejo descifrar el grado de influencia del Poder Ejecutivo en estas aguas hoy demasiado removidas. Pero no deja de sorprender la catarata de llamados a indagatoria, procesamientos, encarcelamientos y operativos cinematográficos que hoy se ciernen contra el anterior grupo de poder mientras los grandes medios, ahora oficialistas en la mayoría de sus espacios, se hacen un verdadero picnic en tanto las excavadoras buscan millones de dólares negros en las napas de la Patagonia. Y pensar que TN iba a desaparecer, como soñó alguna vez el camaleónico Sabbatella sin reflexionar quizás que el ostracismo absoluto estaba reservado para él.
Mientras Panamá y las cuentas offshore del macrismo todavía permanecen en algún sector de la agenda política, hoy parece haber pasado lo peor para el gobierno nacional, aunque la tensa espera que significa la inminente llegada de más información pueda hacerle perder la calma a más de un empresario exitoso y le borré la sonrisa al ahora serio Miguel del Sel.
En horas de confusión generalizada, conviene detenerse en las apreciaciones de duchos dirigentes políticos con la capacidad de emitir mensajes a dos bandas. Volviendo a la siempre mística Elisa Carrió, mientras criticaba la capacidad de comunicar que muestra su gobierno, regaló a la audiencia: “Yo recuerdo la época de la Alianza, que empezó con muertos en el puente Chaco-Corrientes. Esto es lo que están buscando Cristina y sectores de La Cámpora”.
Eduardo Duhalde. Foto: Google Images
Pero donde más se amalgamó el vaticinio siempre latente de desborde social mezclado con religiosidad fue en la boca de Eduardo Duhalde, justamente heredero de la Alianza y del último estado de sitio que conoció nuestro país. Expresó el ex Presidente: “El papa Francisco me dijo que tenía una visión de sangre en Argentina”, no sin antes contarle a la prensa local que aquellas palabras lo conmovieron e inquietaron porque el Sumo Pontífice le expresó su preocupación por la situación económica y social del país.
Sin saberlo Macri asiste por estas semanas a la escritura de su propio Evangelio. De su cintura política depende que, una vez más, los espasmódicos vaticinios de Carrió y Duhalde queden limitados a la ciencia ficción. Pero el Presidente debe saber que muchas veces ese género es superado por la cruda realidad del país que hoy gobierna vaya uno a saber por obra y gracia de qué Dios.