Coen&McDarmond

16.06.2016

Por luis Vivori

 

Nadie podía imaginar y menos los protagonistas de esta columna – Frances Mc Dormand (23 de junio de 1957, Chicago, EEUU) y Joel Coen (29 de noviembre de 1954, St. Louis Park, EEUU) – aquella vez que se conocieron en Nueva York, en 1983, que iban a construir una historia de amor que ya supera las tres décadas. Y mucho menos, luego que Frances dudara de hacer la prueba para su papel en Simplemente Sangre “porque se había comprometido con su novio de aquel entonces a participar en una serie de televisión”, como relató tiempo después. Cuando Joel ya perdía la esperanza de encontrar a alguien para el papel, Frances cambió de opinión y fue a la audición. Treinta y tres años después, y desde aquel día, siguen juntos. Ocho colaboraciones durante ese período, dan testimonio de lo fructífero que fue llevar la unión sentimental al trabajo.

 

***

 

Hay que decir que el destino no pudo ser más generoso con ellos y con nosotros. Porque Simplemente Sangre se transformó en la brillante ópera prima de dos directores, los hermanos Coen, que dejarían luego una marca profunda en el cine contemporáneo. Pero además, ese debut significó un regreso al mejor Cine Noir o Cine Negro de los años cuarenta. Cine policial, de profundos blancos y negros, de sombras persiguiendo a sus protagonistas. Género expresivo, si los hay, con personajes fuertes, tanto los héroes, los antihéroes, como las femmes fatale (mujeres fatales) que los Coen nos devolvieron con su primer film.

Los hermanos Coen y Frances Louise McDormand. Foto: Google Images

Simplemente Sangre es una historia de infidelidad, la de la esposa de un marido violento. Este contrata a un detective que descubre el engaño. Pero luego de la exitosa pesquisa, despechado, le ofrece más dinero para acabar con la pareja. Como en todo policial que se precie de tal, algo sale mal. Falta información y piedad. Sobra desconcierto y sangre. En la historia, Frances lleva adelante el papel de Abby – la infiel y femme fatal – como si hubiera habitado las páginas del cine negro desde la cuna.

Manejando el ritmo del género con pulso firme, los Coen nos atrapan desde el primer fotograma de su obra. Ninguna confusión de las buscadas por el guión nos aleja de la pantalla. Por el contrario, debemos llegar al final. Y vale la pena hacerlo. La secuencia que nos arroja al desenlace con las balas de Visser, el investigador, horadando un tabique que divide dos ambientes y dejando que la luz penetre por los orificios; luego del ataque de Abby cuchillo en mano, no se irán nunca de nuestras retinas.

Salteamos Educando a Arizona y De Paseo por la Muerte, en los que Frances tiene papeles menores, para llegar a Barton Fink, otro objetivo, otro tono, con respecto a Simplemente Sangre.

Barton Fink, tal vez la más alucinógena de las películas de lo Coen, cuenta la historia de quien le pone nombre al film, guionista/ escritor (John Turturro) que da el salto del teatro a Hollywood. Bloqueado por la presión de abordar un salto en su carrera y por el terreno hostil con el que se va encontrando, Barton va entrando en una especie de ensoñación plagada de personajes curiosos y una constante frustración. Es que no solo es incapaz de arrancar con su guión. Barton además, empieza a quedar atrapado en su propio juego onírico.

En lo que puede leerse como una crítica sutil al mundo hollywoodense. Barton Fink, con sus historias de escritores y “fabuladores” representó para la carrera de los Coen dar un pasito al costado del mainstream, para arrimarse a un espacio más cinéfilo o intelectual.

 

Simplemente sangre, link a film completo acá

 

La pareja funcionaba a pleno dentro y fuera de los sets de filmación. «Creo que tenemos diferentes historias que contarnos entre nosotros», contó Frances recientemente. «A pesar de que a menudo hemos colaborado en las películas, los dos hemos tenido carreras muy autónomas y así hemos tenido siempre cosas nuevas que contarnos uno a otro», concluyó la actriz.

Con Fargo, cinco años después, los Coen retoman la senda del policial. En un escenario inhóspito, permanentemente teñido del blanco de la nieve, el vendedor de autos Jerry (William Macy) contrata a dos gansters para que secuestren a su mujer y pedirle a su suegro que pague el rescate para que drse con una parte. Como era previsible, todo sale mal. Es que en Fargo se confirma una tendencia en el cien de los hermanos, que nunca los va abandonar: el retrato de personajes torpes, de pocas luces o malvados. En ese mundo impiadoso, solo salvan a algunos personajes. En general, mujeres. Que en estas historias, suelen ser fuertes, inteligentes, decididas. Fargo es una muestra cabal de este escenario. Marge (Frances Mc Dormand) es la policía que devela todo el entuerto, es la única en toda la película que aporta sentido común, cordura y eficiencia. Papel que le valió a Frances ganar su primer Oscar.

Fargo no es solo una excelente forma de emparentarse con las mejores cosas del cine de los Coen. Por ejemplo ese medio tono de comedia cínica con policial sin concesiones. O la maestría para decidir cada puesta de cámara o seleccionar escenarios y actores. También presenta esa carencia apabullante de sentimientos, de pasión, de amor. Tal vez una forma de mostrarnos, desde los personajes, la mirada devastadora que los realizadores tienen del mundo real que nos toca fuera de la pantalla.

Con El Hombre que Nunca Estuvo Allí, en 2001,los Coen vuelven al Cine Noir. Ambientada en la década del cuarenta, el film cuenta la historia de Ed (Bily Bob Thorton), un barbero introvertido casado con Doris (Frances Mc Dormand). El barbero lleva una vida rutinaria y sin norte. Frente a ese cuadro, Intenta iniciar un negocio, pero sin dinero, por lo que debe chantajear al jefe de su esposa. Todos estos movimientos le reservarán al protagonista un destino trágico.

Afiche del film «El hombre que nunca estuvo allí». Foto: Google Images

El Hombre que Nunca Estuvo Alli, es lúgubre, oscura, de pocas palabras. En esa sordidez, que no le deja el más mínimo espacio a seres tiernos o de buen corazón, sus protagonistas luchan denodadamente por encontrar un alivio. Un resquicio para poder respirar, para sobrevivir frente a una realidad que se les presenta agobiante y sin salida. A todos ellos, finalmente, la jugada les saldrá mal. Otro indicio elocuente, los desaguisados presentes en El Hombre Nunca Estuvo Allí, de que para los Coen, la vida no tiene finales felices. O como diría Serrat, al que dudo escuchen los directores, “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene remedio”. Aunque esas historias, esas “verdades”, dirigidas por los Coen, gocen siempre del mayor de los encantos.

En declaraciones recientes, la pareja fue interrogada sobre como mantener tantos años viva la relación: «No hay presión, querido», explicó escuetamente Frances. Si Frances fue escueta, Joel directamente evitó sugerir alguna receta: «voy a ampararme en la quinta enmienda, que responda mi mujer».

Coen y Mc Dorman se casaron en 1984. Adoptaron un niño originario de Paraguay llamado Pedro McDormand Coen. Frances y todos sus hermanos también son adoptados.

A 32 años del inicio, y viendo los resultados en celuloide, se nota que no sólo mantuvieron viva la llama del amor.

Películas juntos:

 

Simplemente Sangre, 1985

Educando a Arizona, 1987

De Paseo por la Muerte, 1990

Barton Fink, 1991

Fargo, 1996

El Hombre que Nunca Estuvo Allí, 2001

Quémese Después de Leerse, 2008

Salve César, 2016

 

Frances Louise McDormand y Joel David Coen. Foto: Google Images

Leé otras historias de amor en celuloide en nuestra sección Dos para el cine 

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