Trump vs Hillary: detrás de las encuestas

11.08.2016

Por Juan Elman

 

¿Puede Trump ser presidente? La pregunta se repite en todo el mundo. Según las encuestas de esta semana, la probabilidad sería bajísima -le dan menos de un 20% de chances de ganar. Pero si tenemos en cuenta el contexto de esta elección, la respuesta es que sí. Todo puede pasar.

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Trump está en problemas. Las encuestas arrojan una caída drástica en sus números después de la convención demócrata y de sus últimas apariciones. Ahora, Hillary lidera en el voto popular por al menos 8 puntos. Dos semanas atrás, Trump estaba arriba. Pero un mes antes de eso, Hillary lo superaba por la misma cantidad que lo hace ahora. Las cosas cambian rápido.

Las encuestas pueden desempeñar dos roles en las campañas: son un reflejo de la realidad electoral o son un motor de la misma. Trump está perdiendo, pero si los números continúan así, la campaña que dio vuelta al mundo en estos últimos meses podría llegar a un acelerado final. Nadie quiere seguir a bordo de un barco que se está hundiendo. La lista de los republicanos que apoyan a Hillary cada vez suma nuevos nombres, algunos de ellos son de peso. Con los donantes sucede algo similar: ¿Quién quiere invertir dinero en un proyecto destinado a fracasar? 

Recopilación de encuestas en los últimos meses, Real Clear Politics. Foto: Pucheronews

Si bien durante las primarias Trump no los necesitaba, -el millonario se financiaba su propia campaña- en las generales la historia es diferente: los necesita.

A principios de esta semana, en una carta publicada en el New York Times, cincuenta asesores republicanos en política exterior, que formaron parte de previas administraciones, expresaron su rechazo a votar por Trump. Además de cuestionar su capacidad para ser presidente, los expertos culminan la carta con una advertencia: “Sería el presidente más imprudente en la historia del país”. No todos los republicanos están dispuestos a apoyar ciegamente a su candidato. La campaña de Clinton lo transformó en eslogan: Republicans for Hillary. La premisa esconde una realidad que es aún más desalentadora. Mientras Hillary Clinton aumenta la adhesión entre los demócratas -la última encuesta arroja más de un 92% de apoyo- , Trump cada vez pierde más terreno dentro de su propio partido: ahora no llega al 80%.  Si quiere ir en busca del electorado independiente, lo primero que debe hacer es asegurar al electorado de su propio partido. Parece una obviedad, pero en las últimas semanas, las actuaciones de Trump indican lo contrario.
Las elecciones, sin embargo, se ganan en los estados. Al tratarse de un sistema del tipo indirecto a través de un colegio electoral, será elegido presidente aquel que logre obtener 270 votos electorales. Estos votos se distribuyen en los estados. No todos tienen el mismo número: California, por ejemplo, cuenta con 55 votos; Vermont, un estado considerablemente más chico y menos poblado, tiene 3. Salvando el caso de Maine y Nebraska, que distribuyen los votos proporcionalmente , el ganador de la mayoría de los votos se lleva todos los electorales (“Winner takes all”). Se los llama swing states o estados pendulares a los estados que no son ni mayoritariamente demócratas ni mayoritariamente republicanos. Son los estados que pueden variar según la elección, a diferencia de otros que históricamente pertenecen a uno u otro partido. Es donde las campañas destinan más atención y es, sin dudas, donde las elecciones se ganan. En esta contienda, las miradas están puestas en tres de estos territorios: Florida, Ohio y Pensilvania. En Julio, Trump superaba a Clinton en los tres. Hoy, la tendencia es inversa. Pero el mapa es más grande, y Clinton saca aún más ventaja. Trump está perdiendo apoyo en estados tradicionalmente republicanos. Así lo demuestran Georgia, Carolina del Norte o Arizona, entre otros. Hillary no solo está arrasando en el voto popular, también domina la batalla en el mapa electoral. Pero sabe que no puede confiarse.

Trump y Mike Pence, su compañero de fórmula, en la convención republicana del mes pasado. Foto: Google

Esta elección goza de dos componentes claves.

El primero es que los dos candidatos son los más impopulares en la historia del país. Millones de estadounidenses acudirán a las urnas sin ánimo. Millones votarán por candidatos independientes. Otros millones ni siquiera irán a votar. Si bien ninguno de los dos mide bien, el descontento por Trump es aún mayor. Punto para Hillary.

El segundo tiene que ver con la dicotomía entre establishment y anti-establishment. Y es que los discursos de los dos candidatos representan lo opuesto. Adoptando la retórica anti-establishment fue como Trump conquistó las primarias. Hillary, en cambio, representa al propio establishment. Así lo indica, en una de sus columnas, Robert Reich, un especialista en políticas públicas quien supo formar parte del gobierno de Bill Clinton. La fuerza más poderosa en la política estadounidense actual es la furia anti-establishment frente a un sistema manipulado por grandes corporaciones”, señala. Hillary, advierte Reich, está moviendo su discurso hacia el centro. La elección de Tim Kaine como compañero de fórmula y el tono de la convención demócrata -en la cual se adueñaron del patriotismo y excepcionalismo republicano- lo demuestra. Mientras Hillary está fallando en reconocer la división, Trump la entiende.

Aún faltan resolver varias incógnitas. Cuando Trump se modera y adopta una conducta más acorde a la de un típico candidato presidencial, sus números mejoran. No sólo deja tranquilo a los líderes republicanos, sino que parece sentar las bases para ir en busca del resto del electorado. Ahora bien, ¿puede Trump adoptar esa conducta, sin perder el condimento que lo hizo tan atractivo en primer lugar?

Clinton y Tim Kaine, la dupla demócrata para estas elecciones. Foto: Google

Para Hillary, el desafío es distinto. Ante el rechazo de varios republicanos a votar por su candidato, la tentación de apelar a ese sector del electorado aumenta cada semana -y si Trump sigue comportándose así, aumentará cada vez más. Pero tampoco puede olvidarse del electorado de su propio partido, sobre todo de los votantes de Sanders. En su caso, al tratarse de una candidata ya conocida por la mayoría de los estadounidenses, la vara está alta. ¿Cómo Clinton puede venderse a sí misma frente a votantes que ya la tienen catalogada?

Semanas atrás en Filadelfia, una voluntaria de la convención demócrata le dijo a este cronista: “la única razón por la que voy a votar por Hillary Clinton es para evitar que Donald Trump llegue a la presidencia”. Quizás, si el candidato republicano fuese otro, no le molestaria cambiar de partido. En las internas votó a Bernie Sanders.

Días después en Washington, un votante de Donald Trump tampoco buscó ahondar en los detalles de su elección: “Votaré por cualquier candidato que pueda mantener a Hillary Clinton fuera de la Casa Blanca”. Al hombre, proveniente del estado de Georgia, poco parecía importarle las propuestas de su candidato.

Hacer campaña en contra del otro candidato siempre es más fácil, más barato y, al parecer, más efectivo. En una elección con aspirantes poco apreciados, la tentación estará latente. Pero, ¿alcanza sólo con hablar mal del rival?

Si de debatir ideas se trata -algo que por ahora se ve lejano en esta elección-, Hillary podría sacar ventaja. Nadie puede discutir que es una de las candidatas con más experiencia en la historia reciente. Y hubo tiempos en donde la experiencia contaba.

Faltan menos de cien días para las elecciones y poco más de un mes para el primer debate presidencial. Por ahora, Hillary Clinton está haciendo mejor las cosas. Pero todo puede pasar.

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