08.09.2016
Por Diego Braude
Este nuevo microrrelato con fotografía es como el Aleph pero inverso. Braude descubre, a través de los muchos objetos personales que aguardan fuera del campo de baile, un único espacio que contiene todos esos mundos: la pista.
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Un abanico. Un paquete de puchos. Una bolsa de tabaco. Un par de lentes. Un chal. Una cartera nueva. Una cartera muy usada. Una campera. Un suéter. Un bolso. Una mochila. Un encendedor. Un paquete de caramelos. Un lápiz labial. Restos de comida. Vasos con cerveza. Vasos con vino. Vasos con agua. Muchos vasos. Vasos solitarios. Alguna copa con champagne, o varias. Un mantel liso, de tela. Un mantel floreado, de plástico. Servilletas usadas. Rouge en una de las servilletas. Caramelos de menta. Caramelos de miel. Un paquete de chicles. Unas zapatillas ocultas debajo de la silla. Zapatillas de trekking. Zapatillas para correr. Unas All Star. Polainas abandonadas. Un celular viejo. Un celular nuevo. Una empanada empezada. Empanadas humeantes, recién llegadas. Un saquito negro de lana. Un saquito crema de lana. Un saquito celeste de lana. Un saquito rosa, de lana.
En la banquina de la pista un mundo, varios.
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