El oro brilla, el agua ensucia

15.09.2016

Por

Por Lola Durán

 

Desde Colombia, Lola Durán nos cuenta cómo es la explotación minera en Chocó y la tensión entre las corporaciones y las comunidades. La minería ilegal hace que desaparezca la búsqueda manual de oro, principal ingreso de los lugareños.

 

***

 

Ovidio me esperaba con una sonrisa enorme que hizo brillar el gris y lluvioso día en Yuto, la cabecera del municipio de Atrato en Chocó -uno de  los departamentos más pobres de Colombia. Él, como muchos curas de pueblo, no tenía tanto de cura.  Me pidió que lo acompañara a buscar motorista para el bote, ya que con tan corto aviso no había conseguido ninguno.  “Vio como son los domingos”, me dijo haciendo un gesto que imitaba el llevarse un trago a la boca.

La lluvia nos acariciaba y antes de tomar la lancha Ovidio me aconsejó que compre una capa para protegerme del agua: “Nunca se sabe, puede que salga el sol o que llueva torrencial”. Me subí a su moto y me llevó a un negocio a unas seis cuadras de la Iglesia.

Luego de la compra estábamos listos para salir y el sol que comenzó a mostrar sus rayos.

El río Atrato se ensanchaba y las costas se elevaban en montañas desérticas a medida que la panga (embarcación precaria) avanzaba.

“Eso lo hacen los dragones -así llaman a las dragas los locales. Cuando los montículos son muy altos, los sacan con las retro (retro excavadoras)”.

Como ilustrando el relato de Ovidio, el dragón apareció tras la curva del río. Allí estaba agazapado esperando que lo hicieran funcionar. Atrás asomaba una retroexcavadora.

“No sé cómo se enteran ni cómo los esconden, pero cuando vienen a tratar de sacarlos muchas veces no están”.

El verde de la vegetación se iba perdiendo en el gris del pedregal, al igual que la esperanza de las tres mujeres que vimos barequeando (buscando oro manualmente con una batea) en la costa del río. Al detenernos nos contaron que era muy difícil encontrar algo después que pasaban los dragones. 

El hijo de una de ellas nos mostró un sarpullido en su piel, mientras que la madre nos contaba que eso lo hacía el agua.

El río es una parte fundamental de la vida de las comunidades asentadas en sus orillas: de allí sacan la comida, allí se bañan, buscan oro, lavan la ropa, beben. Los ríos son las vías que no tienen en tierra.

Pero para poder sacar oro por medio de la minería mecánica, se usa mercurio que contamina las aguas.

Al remover la tierra, el agua se enturbia y además las ciénagas en donde están los huevos de los peces se tapan.

Seguimos nuestro camino por el río Atrato hasta la comunidad Arenal. Álvaro Inestroza Bermúdez, uno de los líderes me contó que muchas especies han desaparecido y que las que quedan, como el bocachico, ha disminuido notablemente.

Pero ese no es el único problema que padece la comunidad. “La tala de árboles hace más daño que la minería. No hay seguridad alimentaria, no hay salud, no hay condiciones de vida, no tenemos con qué producir”, siguió Álvaro. 

En las orillas del río una chica lavaba la ropa. Entre risas y cansancio me contó que era muy lenta para esa labor y podía estar dos horas para lavar lo que cabe en una palangana.

No pude más que quedarme pensando en esa agua que ensucia más de lo que limpia.

Un mujer barequeando oro.

Otra mujer, lavando la ropa varias horas al día.

 

Todas las fotos © Lola Durán.

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