29.09.2016
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El Vlora es un barco mercantil viejo y deteriorado. El 7 de agosto de 1991, el barco llegó desde Cuba a Albania -su país de origen-, con 10.000 toneladas de azúcar. Mientras descargaban el azúcar, miles de personas atacaron el barco para forzar al capitán que los lleve hasta Italia. Cuando estaban en el puerto de Bari, algunos pasajeros se tiraban por la borda y nadaban hasta tierra; otros gritaban a coro «Italia, Italia», haciendo la señal de la victoria con los dedos. Los albanos, tras un largo proceso de desembarco en el puerto, fueron dirigidos a un estadio de fútbol vacío para ser enviados de regreso a su casa.
En esta primer entrega, Vivori nos invita a mirar La nave dulce (2012). Este documental italiano narra la historia de esas 20.000 personas a bordo del Vlora -casi como un anticipo de lo que luego sería «la mayor crisis de refugiados» de nuestros tiempos.
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Los primeros fotogramas de La nave dulce (La Nave Dolce) nos anuncian, mediante imágenes de archivo, que algo está por explotar. Es una masiva manifestación. También avisan que el puerto de Durazzo, en Albania, ha sido reabierto. Inmediatamente, diversos testimonios, del que solo vemos bocas, ojos, expresiones entrecortadas, presagian una aventura. Nos dan ganas de saber. Volvemos al puerto. Allí se distingue un barco de carga, de gran porte. Divisamos su nombre: Vlora.
De repente y sin que nadie avise, una multitud comienza a agolparse en el lugar. Son jóvenes, también familias enteras. Corren, desesperados. Parecen sin rumbo, pero no. El Vlora es su rumbo. Cuando intentamos entender lo que sucede, vemos como suben por las sogas, apiñados, a la cubierta de la embarcación. Otros se tiran al mar y recorren la pequeña brecha que une la orilla de la proa del barco. Son miles. En segundos, el Vlora desborda de almas. Abigarradas, allí se quedan. No hay inteligencia común en sus movimientos. Tampoco un destino claro. Aunque sí se adivina una necesidad: liberación.
Fotograma del documental. Foto: Google Images
La Nave Dolce no es una ensoñación. Daniele Vicari, su director, nos propone recordar un episodio que podría considerarse la piedra basal de un fenómeno recurrente los últimos años: la inmigración. Que es masiva, resignada. Y que no encuentra respuestas esperanzadoras en aquellos lugares a los que se dirige, como si lo fuera antaño.
El 8 de agosto de 1991 y luego de una revuelta popular que hizo caer al gobierno comunista comandado por el Primer Ministro Fatos Nanos, miles de manifestantes albanos se dirigieron al puerto de Durazzo. Allí y sin mediar palabra, hicieron el abordaje del primer barco que encontraron anclado. Resultó ser el Vlora, que esperaba solucionar algunos problemas mecánicos para luego transportar su carga de azúcar al puerto de Cuba. Apretados por los inesperados concurrentes, el capitán decide poner en movimiento la nave. Comienza el periplo.
Con imágenes de noticieros de la época – que se constituyen en un documento de enorme valor – y con la palabra de protagonistas, el realizador reconstruye meticulosamente el suceso.
Asi nos enteramos que el objetivo inicial de los ocupas era el puerto de Brindisi (Albania se encuentra frente a la costa italiana, en el mar Adriático). Vemos imágenes tomadas desde el aire. El navío, colmado de seres, en el medio del mar. Resulta conmovedor y nos recuerda a aquellas postales desgarradoras que circulan hoy día en los noticieros internacionales. Aunque aquí se trate de europeos y no de africanos. Y aunque el barco en cuestión tenga poco que ver con las frágiles barcazas y sus habitantes, protagonistas de tragedias cotidianas.
Fotograma de «La nava Dulce». Foto: Google Images
Negado su ingreso por las fuerzas del orden, el Vlora cambia su rumbo hacia Bari. Allí consigue tocar tierra. En el puerto no se emiten señales. Ni buenas, ni malas. Ante el desconcierto y la necesidad de buscar agua y comida, los visitantes deciden bajar. Qué buscan? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Seguramente un futuro mejor, como todo aquel que escapa de su tierra. Lo cierto es que los miles de descamisados, alimentados durante un día entero a fuerza de azúcar, sin valijas ni destino, arriban a suelo italiano. El film nos obliga a seguir viendo. Queremos saber que fue de la vida de ellos. De esos mismos que nos cuentan sus historias. De esos que, esperanzados, pensaban encontrar la tierra prometida, pero que por desgracia, se equivocaron.
Lo que sigue en el relato, es la lucha desgarradora de los 20 mil albanos (no hay cifras oficiales) por encontrar un lugar en el mundo que les ofrezca más oportunidades. Lo intentan frente a un país que observa atónito y sin respuestas inmediatas un episodio para el que no está preparado. Italia, país de emigrantes por definición, no devuelve gentilezas. La solidaridad y la humanidad no aparece en el diccionario de sus funcionarios. Ni los locales, ni los nacionales. Un estadio de fútbol es la “mejor” idea que ofrecen para hacinar y maltratar a esos incómodos visitantes, llamados por lo bajo, mutantes.
La Nave Dolce anticipa un mundo de puertas cerradas. De países centrales que expulsan de sus fronteras a aquellas víctimas de sus peores políticas.
Sus imágenes dantescas, inolvidables, dolorosas, son un fiel testimonio de un tiempo en el que lamentablemente ya nada nos sorprende. Y en el que los proyectos colectivos y búsqueda de sociedades más equitativas, parecen una quimera.
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FICHA TECNICA
La Nave Dolce
Año: 2012
País: Italia
Duración: 1, 30 hs
Director: Daniele Vicari
Música compuesta por: Teho Teardo
Guión: Daniele Vicari, Benni Atria, Antonella Gaeta
Productores: Carlotta Calori, Francesca Cima, Nicola Giuliano, Ilir Butka, Silvio Maselli
Afiche del docu. Foto: Google Images