Crónica del dolor

13.10.2016

Por

 

Bajo la consigna #ParaQueNoTePase, el martes 11 de octubre miles de personas se reunieron frente al Congreso para pedirle a las autoridades nacionales medidas concretas contra la inseguridad y la impunidad. Nuestro fotógrafo Gonzalo García fue junto a la periodista Anto Morello para cubrir la marcha. Acá, te dejamos sus impresiones.

 

Ver a tanta gente pidiendo algo que en un Estado de Derecho debería darse por descontado (me refiero a la justicia, sí) es shockeante. Ver tantas personas llorando por sus seres queridos, seres que les fueron arrebatados de sus manos y que ahora sólo viven en sus recuerdos, es  conmovedor. Cada nombre en las pancartas es el nombre del herman@, tí@, madre, padre, hij@ de alguien. Personas provenientes de toda clase social con pancartas de todas formas y tamaños que tienen un retrato. Cada rostro que me miraba desde el papel era una vida truncada.

 

Mientras caminaba con mi cámara pegada al ojo, las pancartas se iban levantando. Todos pedían un retrato de su ser perdido con la esperanza de que esa foto salga en algún lado y los ayude a encontrar la justicia que no han podido rescatar de los poderes del Estado (poderes que en teoría están ahí para protegerlos). El dolor homogeneizaba la plaza.

Me moví entre la masa, escuchando puteadas, llantos, historias. Saqué fotos, muchas veces tan sólo para darle una pizca de ilusión a la persona que me miraba a los ojos y me agradecía por guardar dentro de una instantánea el nombre y la injusticia por la cual gritaba. Porque sabía que al final de la jornada sólo iba a poder elegir unas 20 fotos para ilustrar este día y que no todas serían publicadas.

¿Cómo elegir? ¿Quién soy yo para priorizar el dolor de una persona por sobre el de otra? ¿La foto de Adrián, muerto por ladrones frente a sus hijos de 5 y 8 años? ¿La de Milagros, muerta de un balazo en la cabeza por culpa del fuego cruzado de bandas en Ciudad Evita? ¿La de Daniel, muerto por un gendarme? ¿Alguno de los nombres de la Tragedia de Once?

La convocatoria se cristalizó en mi memoria, es un presente continuo. Suben los oradores al escenario, una artista canta, y luego se suceden en pantalla gigante las imágenes de todas esas personas muertas. El silencio inunda la plaza. Intento sacar fotos a los rostros por donde caen rápidas lágrimas, pero el dolor compartido me lo impide. Sólo me dedico a mirarlos, rostro por rostro, pérdida por pérdida. Y yo también lloro. Luego el himno y un lento desfilar por el escenario de cada familiar con la pancarta que con tanto esfuerzo armó para este día, y el grito del nombre de la persona perdida. En la calle, las historias se multiplican. Todos quieren contar, todos quieren llorar a sus muertos para que alguien los escuche y no queden sólo en la propia memoria, sino que inunden las mentes de los demás, para que siempre sean recordados. Antonella, la reportera que acompaño, pasa de familia en familia, de tragedia en tragedia. Hago 2 o 3 fotos y me quedo escuchando, intento entender aunque sea una parte pequeña del enorme dolor de esta gente.

La plaza se vacía de a poco. Quedan sólo aquellos que necesitan seguir contando, porque por primera vez encontraron a alguien que los escucha, que se interesa en sus historias. Se aferran con optimismo a esta escena porque saben que mañana, cuando vuelvan a su rutina, se levanten y vayan a trabajar, la persona que perdieron va a seguir sin estar. El único anhelo que les queda es que la sociedad y quienes gobiernan los hayan escuchado. La única perspectiva posible es que el Estado decida de una vez por todas brindarles justicia a todas estas familias para que puedan hacer su duelo.

 

 

Leé también #ParaQueNoTePase y Un corazón en el Congreso

 

 

Autor/a:

¡Compartir!
¿Te gustó? ¡Compartilo!

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *