El otro atentado

17.03.2017

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Hoy se cumplen 25 años del atentado a la Embajada de Israel en Argentina. El martes 17 de marzo de 1992 a las 2:47 de la tarde, un bombazo en pleno corazón de la capital porteña causó 22 muertos y unos 240 heridos. Acorde al protocolo, la Corte Suprema está a cargo de investigar qué sucedió aquel día. Durante un cuarto de siglo, la investigación no avanzó ni un ápice. El Estado de Israel no aportó nada a la investigación y ni siquiera se presentó como querellante en la causa. ¿Por qué una causa de semejante magnitud está  paralizada hace 25 años?

 

El riojano

Durante los años ‘80, Carlos Saúl Menem era gobernador de La Rioja, su provincia natal. El riojano aspiraba a la presidencia y en su afán por lograrlo no le tuvo miedo a establecer relaciones peligrosas con tal de financiar su campaña. Por ese motivo, en 1988, un año antes de las elecciones, Menem visitó Siria, la tierra de sus ancestros. De hecho, su madre provenía de Yabrud, Siria, el mismo pueblo de las familias Yoma, Al Kassar y Al Assad.

Allí, en Siria, su gira fue productiva: conoció al famoso traficante de armas y drogas Monzer Al Kassar, quien resultó ser pariente político de Menem.  En Damasco, a su vez, tuvo varias reuniones con el entonces presidente sirio Al Assad. A cambio de varios millones de dólares para su campaña electoral, Menem le prometió a Al Assad un reactor nuclear y cerró acuerdos en relación al misil Cóndor. Además, le propuso instalar representación diplomática de la Organización para la Liberación Palestina (OLP) en Buenos Aires y designar al frente de la aduana de Ezeiza al coronel sirio Ibrahim Al Ibrahim, esposo de Amira Yoma quien era cuñada de Menem. El aeropuerto internacional pronto se convertiría en una zona libre para todo tipo de operaciones turbias, como pasar valijas Samsonite de la propia Amira repletas de narco-dólares para blanquear en Uruguay. Por último, el riojano anunció que volvería a visitar a sus “hermanos de causa y lucha” una vez convertido en el nuevo presidente argentino.  

Ya electo primer mandatario, Menem abrió los caminos a sus relaciones privilegiadas. Designó a su cuñada Amira Yoma como directora de audiencias de la Nación, su cuñado Karim Yoma entró a la Cancillería, su hermano Munir Menem (íntimo de Al Kassar) fue nombrado embajador argentino en Damasco y por supuesto otro cuñado, Emir Yoma, seguía en su rol de consejero máximo del nuevo presidente.

Monzer Al Kassar, el traficante de armas y narco-terrorista más grande del mundo en ese momento, no tardó en sumarse a la fiesta. Obtuvo en tiempo récord la ciudadanía argentina gracias a la intervención directa de su amante Amira.

Si bien en ese momento se justificó la llegada a Argentina de Al Kassar por un supuesto interés por la jojoba, ya era evidente que dicho cultivo no estaba entre las prioridades del traficante. Además de los vínculos con el entorno de Menem, Al Kassar conocía a Alfredo Yabrán, quien controlaba los depósitos fiscales de Ezeiza y facilitó negocios muchos más lucrativos.

 

Relaciones carnales

Un gran número de delegaciones árabes asistió a la ceremonia de asunción presidencial de Carlos Menem.  Acaso un reflejo de las expectativas que el mundo árabe tenía respecto al rumbo de la política exterior del nuevo presidente argentino.

Apenas instalado en la Casa Rosada y mientras se infiltraron en el país las redes sirias para el tráfico de armas y drogas, Menem dio una vuelta copernicana a sus promesas electorales. Lejos de privilegiar el vínculo con los países árabes que financiaron su campaña electoral, el riojano se alineó con los Estados Unidos: “mi amigo George” llamaba al presidente Bush. Esta alianza implicó también acercarse al tradicional aliado norteamericano en Oriente Medio y máximo enemigo de los árabes, Israel. El viraje en los alineamientos internacionales provocó una sucesión precipitada de acontecimientos:

  • 1989: el nuevo gobierno rechazó la instalación de una sede diplomática de la OLP en Buenos Aires
  • 1990, agosto: empezó la Guerra del Golfo. Menem no se contentó con apoyar discretamente -como Siria- la coalición internacional contra Irak liderada por Estados Unidos, sino que mandó por decreto dos barcos al conflicto. Los países árabes, y Siria en particular, estaban indignados
  • 1991: por presión de Estados Unidos e Israel, Argentina suspendió la instalación de un reactor nuclear en Siria y se desmanteló el proyecto Cóndor
  • 1991, marzo: estalló el Narcogate (o Yomagate) que involucraba a Amira Yoma e Ibrahim Al Ibrahim como parte de una banda que blanqueaba dinero procedente del narcotráfico y que estaba vinculada al entorno del dictador sirio Al Assad. Ni las escandalosas acciones de la jueza menemista María Servini de Cubría pudieron evitar el procesamiento de Amira Yoma. Los capos sirios estaban furiosos. “No puedo dejar abandonados a su suerte a los hijos del país”, habría dicho Al Assad en un mensaje más que claro
  • 1991, octubre: en medio del escándalo por el Yomagate, Menem realizó su primera gira por Medio Oriente; para arrancar eligió Israel. Era el primer presidente argentino en visitar el estado judío y fue recibido con todos los honores. En Jerusalén, Menem repitió su predisposición para mediar por la paz entre Israel y Siria en base a sus estrechos vínculos con la dirigencia de ese país. Pero las autoridades sirias no lo recibieron, ya que era considerado persona non grata por Al Assad, debido a los acontecimientos antes mencionados. 
  • Empezó la Conferencia de Paz para Medio Oriente en Madrid. El Centro Islámico rechazaba las ambiciosas mediaciones de paz del riojano. Tanto los sirios – en primer lugar, Al Assad y Al Kassar – como los poderosos dirigentes de la comunidad sirio-argentina, consideraron a Menem un traidor
  • 1991, diciembre: el gobierno menemista suspendió, in extremis y por pedido personal de George Bush, un embarque de material nuclear destinado a Irán
  • 1992, febrero: Israel mató al secretario general de Hezbollah, Abbas Musawi, y a su familia en el sur de Líbano
  • 1992, marzo, martes 17: una bomba demolió la Embajada de Israel en Argentina.

 

¿Afuera o adentro?

Entre las víctimas del atentado no hay ningún agente de la Policía Federal. Al igual que en la Amia, los uniformados de azul que debían custodiar el edificio brillaban por su ausencia. Ninguno de los policías de turno estaba en su puesto en el momento de la bomba. Y todos se justificaron con excusas inverosímiles, ridículas.

Según el fallo de la Corte de 1999, la explosión fue causada por una supuesta camioneta Ford F-100 con pentrita y trotyl y conducida por algún miembro ligado al grupo terrorista “Jihad Islámica”. A instancias de Israel y sin prueba alguna, la Corte Suprema imputó a Imad Mughniyah, líder de las operaciones de Hezbollah, que fue asesinado por Israel con un coche-bomba en Damasco, Siria, en 2008. En 2006 y 2015, por pedido de la embajada israelí, la Corte pidió a Interpol órdenes de captura contra dos ciudadanos libaneses supuestamente vinculados con el atentado (tampoco con prueba alguna en este caso). Hasta acá la historia oficial.

Pero, detrás de esta versión de los hechos, se esconde otra trama. Desde los primeros días, la “investigación” fue desviada por la Policía Federal y funcionarios de la Embajada de Israel para encubrir la “pista siria” que llevaba directamente al entorno del presidente Carlos Menem.

Durante los primeros meses, la instrucción de la investigación del atentado estuvo a cargo del Dr. Alfredo Bisordi, ex Secretario Penal de la Corte. En una entrevista exclusiva con Pucheronews, el ahora jubilado juez dio testimonio de las manipulaciones de las que fue testigo en primera persona.

Solo seis horas después de la explosión, el rumbo de la investigación ya fue determinada. “Aquella noche, cerca de las 21 horas, llegó a la comisaría Roni Gorni -el jefe de seguridad de la embajada. Él instaló la hipótesis de que el atentado había sido ejecutado con un coche-bomba. A partir de ese momento, orientaron la investigación exclusivamente en ese sentido”, se indignó Bisordi. Afirma que el hallazgo unas horas más tarde del motor de la F-100 y luego del supuesto cráter fueron irregulares. Según Bisordi, la existencia de una camioneta bomba fue refutada por todos los testigos y ninguna de las tantas cámaras de seguridad en la zona registró su existencia.

En la embajada, se estaban haciendo obras de refacción (tal como sería el caso en la Amia dos años después) y durante la mañana del atentado se había entregado una cantidad importante de materiales de construcción que fueron guardados en un ambiente llamado “vacum”.

Comentó Bisordi: “Yo tomé declaración a un montón de gente vinculada con las obras de refacción. Decían que la seguridad estaba totalmente relajada; todas estas personas que trabajaban en la obra entraban y salían sin que los revisaran. Sólo tenían que pasar por un detector de metales -que no tendría ninguna eficacia si se utilizó una bomba plástica”. Según el peritaje de la gendarmería la explosión fue causada por el explosivo plástico exógeno.

“Lo que siempre me pareció más cercano a la realidad -pero no puedo comprobarlo- es que la bomba hubiese entrada con los materiales aquella mañana”, observó.

Unos años más tarde, tres expertos de la Academia Nacional de Ingeniería, convocados por la Corte concluyeron, luego de un trabajo titánico,  que la explosión se produjo dentro de la embajada, más precisamente en el mencionado “vacum”.

El peritaje fue rechazado por Israel. Bajo presión de este país, en 1997 la Corte Suprema dejó la causa en manos de una secretaría especializada a cargo de Esteban Canevari, secretario del máximo tribunal, quien nunca movió un dedo para aclarar el atentado.

 

¿Quiénes y por qué hicieron volar la embajada?

En el contexto de la “traición” de Menem, la venganza siria era inevitable. En su libro Brindando sobre los escombros, el periodista Horacio Lutzky escribe en referencia a Yomagate y Jorge Antonio (otro íntimo amigo de Al Kassar): en Argentina, “poderosos hombres de raíces sirias estaban muy enojados por los escándalos y atribuían los pesares del momento a las interferencias de Israel con participación de judíos argentinos”.

La Embajada de Israel en Argentina parecía el blanco perfecto. La penetración siria en puestos claves del Estado durante el gobierno menemista facilitó la preparación y ejecución del atentado junto con su posterior encubrimiento.

Cinco días antes del atentado, se detectó que Monzer Al Kassar estaba en Buenos Aires. La misma noche del atentado, Al Kassar organizó en su lujoso piso de la avenida del Libertador una cena con la presencia de Amira Yoma y Mohamed Massud, presidente del Centro Islámico.

Según los peritos de la Policía Federal, es decir según la historia oficial, el explosivo utilizado era pentrita. Pero los peritos de la gendarmería concluyeron que se usó exógeno, un explosivo plástico también conocido como C4. Está comprobado por la justicia suiza que Al Kassar introdujo una partida de exógeno en Buenos Aires a fines de 1991. Un dato no menor.

Algunos investigadores como Juan Gabriel Labaké sospechan de un autoatentado por parte de un sector israelí que buscaba socavar las negociaciones de paz. Argumentan que es llamativa la poca cantidad de víctimas israelíes (sólo cuatro), que la embajada estaba casi vacía al momento del bombazo, que Israel jamás se presentó como querellante en la causa de su propia embajada y que numerosos testigos afirmaron las inexistentes medidas de seguridad para entrar al edificio aquella mañana –a pesar de la existencia de una advertencia internacional sobre una inminente represalia por la ejecución de Abbas Musawi.

Según Horacio Lutzky, hay indicios de la participación de Irán (junto a Siria) en el atentado. La motivación principal habría sido la suspensión del acuerdo nuclear con el país persa en diciembre 1991.  

 

Iosi, el espía infiltrado de la Policía Federal en la colectividad judía

En 2015, Horacio Lutzky y la periodista Miriam Lewin publicaron el libro Iosi, el espía arrepentido (ver nota). El agente de inteligencia de la Policía Federal se infiltró en la colectividad judía durante 13 años (1985-1998). El libro aporta, tal vez, la información más valiosa sobre el atentado a la Embajada en los últimos 20 años. Sin embargo, casi no recibió atención de la opinión pública. ¿Será porque no coincide con la versión oficial de los hechos?

Iosi, el espía arrepentido revela un dato importante: tres importantes funcionarios israelíes iban a participar de una reunión “ultra reservada” para dirigentes en la embajada la tarde del 17 de marzo. Iosi había pasado horario y lugar a su superior en la Policía Federal. A último momento, la reunión se cambió a un apart hotel, dato crucial que no fue informado por Iosi a su superior. Y la bomba explotó.

Pareciera que el atentado estaba planeado para la tarde del 17 de marzo con el objetivo de matar a esos tres pesos pesados israelíes. Es posible que, de no haberse movido de lugar la reunión, se habrían producido muchas más víctimas dentro del edificio.

Luego, Iosi cuenta que, al explotar la bomba, un chico de la seguridad de la embajada volvía de comprar cigarrillos y el edificio se desmoronó delante de él. “No vio ninguna camioneta, lo que me hace dudar de que haya existido”, dice en el libro.

 

¿Por qué Israel no quiere que se investigue el atentado a su embajada?

En principio serían varios los motivos. Por un lado, si efectivamente la explosión se produjo dentro la embajada, es obvio que no quedarían bien paradas las fuerzas de seguridad israelís Shin Beth y su jefe en Buenos Aires Roni Gorni. A Bisordi nunca le permitieron tomar testimonio a Roni Gorni. “Se fue de la Argentina sin jamás haber declarado”, se quejó Bisordi quien no pudo entrevistar a nadie del personal de seguridad de la embajada. Otro dato no menor.

Tanto el atentado a la embajada, como el atentado a la AMIA, parecen estar íntimamente conectados al tráfico ilegal de armas. “Desde la última dictadura militar argentina y hasta los atentados terroristas en nuestro país, una extendida red de empresarios, traficantes, políticos y militares, tanto israelís como argentinos y norteamericanos, no cesó de impulsar grandes negocios con caracterizados traficantes, un modelo de triangulación (con aviones argentinos)«, explica Lutzky en Brindando sobre los escombros.

Cuando estalló la guerra en la ex Yugoslavia en 1991, Menem autorizó – con luz verde de EEUU y en violación al embargo de la ONU – el envío de armas a los musulmanes de Bosnia vía Croacia. Además, Buenos Aires funcionaría como punto de triangulación de armas provenientes de otros países como Israel. Un negocio extremadamente lucrativo con ganancias multimillonarias para los intermediarios.

Muchos nombres que aparecen como participantes del tráfico ilegal de armas a los Balcanes, también están vinculados con el atentado a la embajada. Ha sido comprobado por la justicia suiza la participación de Al Kassar en dicho tráfico. Menem y su cuñado Emir Yoma fueron condenados a prisión por contrabando en 2001. Para entonces, Alfredo Yabrán quien controlaba los depósitos fiscales del aeropuerto internacional, ya había fallecido.

Investigar la pista siria significaba dinamitar el tráfico de armas a los Balcanes, que debía continuar a cualquier precio. También significaba voltear el gobierno de Menem, aliado de Israel y Estados Unidos. Y significaba un golpe mortal en las negociaciones de paz en curso entre Siria e Israel, con el país norteamericano como mediador.

No quedaba otra que digerir el atentado y encubrir a los responsables. Si la Policía Federal sabía de antemano que el atentado se iba a perpetrar aquella tarde, la pregunta del millón sería: ¿cuál fue el nivel de involucramiento del estado argentino?

A 25 años del atentado la investigación se encuentra totalmente paralizada. La única línea está “planteada” desde el primer día. Tanto la embajada israelí como la Corte están conformes con el virtual archivo de la causa. La embajada argumenta que la investigación es responsabilidad de la Corte y la Corte argumenta que no puede avanzar sin colaboración internacional.

En el medio, quedan atrapados los sobrevivientes y los familiares de las víctimas que siguen pidiendo justicia.  

 

 

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