Treinta horas en Olavarría

17.03.2017

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En primera persona, una adolescente nos cuente su primera experiencia en la misa del Indio Solari en Olavarría. ¿Cómo lo vivió y qué piensa de lo sucedido?

 

Sinceramente, no estoy segura de cual es mi postura frente a lo sucedido en Olavarría.

 

Fui al recital del Indio con siete amigos; sabíamos que íbamos a dormir en la calle luego del concierto. Porque sabíamos que Olavarría no tiene hospedaje para cientos de miles de personas. Más allá del frío que sufrimos a la noche (de eso si que no le pueden echar la culpa a nadie), lo único que podemos afirmar con certeza es que si hubiera habido bares, kioscos o mercados abiertos para la gente con comida disponible durante las primeras 12 horas, todo hubiera sido distinto.

Olavarría no estaba preparada para recibir tal cantidad de gente, más allá de las ganancias que se pudieron llevar con cerveza o choripán la noche antes del recital.

Mis amigos y yo teníamos entrada pero nadie se preocupó en pedirlas. Pagamos 800 pesos cada uno, terminamos presenciando el recital a 300 metros de distancia del Indio (a quien estábamos muy ansiosos por ver) a causa de la cantidad de gente que fue sin entrada. No entiendo porqué, si el recital va a ser gratuito, no lo avisan de antemano. Igualmente, no acuso al público, hemos charlado con muchas personas en el transcurso de las 30 horas que estuvimos dando vueltas por Olavarría y todo fue muy tranquilo.

Me parece hipócrita decir que la culpa la lleva el público por hacer quilombo; la gente hizo lo que tenía al alcance de la mano para sobrevivir tratando de mantener la paciencia frente al hambre, el barro, la multitud y la angustia. La gente estaba decepcionada cuando la música dejó de sonar y el Indio se fue del escenario. No cerró el recital con Jijiji y hubo otras canciones que queríamos que toque y no lo hizo. Las expectativas quedaron enterradas en el barro pisoteado del predio.

Al salir, la gente estaba ansiosa, se querían ir como si se estuviera prendiendo fuego el escenario; se sentía la desilusión de esa experiencia que para muchos era la primera con el Indio Solari. Varias personas se quedaron paradas, expectantes, con la esperanza de que volviera a salir. Yo y mis amigos también. Antes de irnos, caminamos desde la torre 13 hasta el escenario y la situación era deplorable. Personas descalzas con frío tratando de recuperar sus zapatillas, y un hombre gritando al escenario porque les apagaron la luz mientras buscaban sus cosas.

Foto cortesía de Victoria Garnica

 

Apenas pudimos comunicarnos con gente de capital, nos dijeron que 12 personas habían muerto. Ahí entendimos mejor porque se había parado el recital dos veces y por tanto tiempo (10 minutos cada vez, aproximadamente). No había seguridad (civil, de salud) necesaria para tantos jóvenes y familias; la ciudad no estaba lista para semejante misa.

De todas formas, para mí y mis amigos fue una excelente experiencia; el haberlo visto nos conformaba. Nos turnamos para hacernos caballito algunos segundos y llegar a ver al Indio. Después, pasamos la noche moviéndonos por distintos lugares para “dormir” un poco. Se complicaba por el frío, hasta que por fin amaneció. La calle estaba llena de gente. No parábamos de repetir el deseo de tomar un café con facturas. Cuando salió el sol, todo cambió; el calor llegó a nuestros cuerpos y fue marchando mejor.

Nuestro horario de vuelta en un micro Plusmar era a las 9 pm del domingo 12. Hasta esa hora, nos quedamos en una plaza lejana a la terminal. A la vuelta de esa plaza, dos o tres cuadras para el lado del hospital, encontramos un kiosco y un mercado que tenían abierta una ventana (la gente de Olavarría tenía miedo, no los culparía). Una vez que teníamos comida y bebida la cosa fue aun mucho mejor, pasamos un lindo día en la plaza. Como jóvenes, nos gustaba el sentimiento de aventura.

A partir de las 4 de la tarde, los olavarrienses empezaron a solidarizarse frente al mal estado de la gente. Se acercaron como cinco personas a preguntarnos si teníamos como volver y si nos habíamos comunicado con nuestros familiares. Además, nos ofrecieron hospedaje en un centro cultural y frazadas. Las familias y habitantes de Olavarría se hicieron cargo de la situación en vez de la municipalidad.

 

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