24.07.2017
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A causa de la mayor precarización laboral, son muchas las mujeres que deciden organizarse para luchar por sus derechos como la Comisión de Mujeres de Knorr-Unilever. Puchero tuvo la oportunidad de conversar en exclusiva con dos de sus integrantes.
¿Qué es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra “sindicalismo”? Probablemente un grupo de “gordos” que ocupan la misma silla desde siempre. Y no es una visión del todo errada: muchos de de los dirigentes sindicales se encuentran en el poder hace más de 30 años. Desde Vandor a Barrionuevo, desde aquél sindicalismo sinónimo de peronismo que le hizo frente a la “Ley Mucci” en épocas de Alfonsín a la tríada Moyano, Barrionuevo y Micheli que obstaculizaron al país en los últimos años del kirchnerismo, nuestra historia está escrita con tintas gremiales. Pero hasta acá parece una historia principalmente de hombres. Entonces, ¿qué rol ocupan las mujeres en los sindicatos?
A pesar de la ley 25.674 que prevé la instauración de un cupo femenino en las conducciones gremiales desde 2002, las mujeres que logran un lugar en las estructuras sindicales lo hacen en puestos culturalmente establecidos como “femeninos”. Generalmente, se desempeñan en la secretaría de la mujer, acción social y turismo. Según los datos publicados por el Ministerio del Trabajo en el año 2016, hay mujeres en la comisión directiva en 20 de los 25 sindicatos. Sin embargo, ninguna es secretaria adjunta o general, sino que tienen cargos menores como secretaria, subsecretaria o prosecretaria, y tan solo representan el 18% de estos puestos. El sindicato con mayor participación femenina es el de Trabajadores de la Industria de la Alimentación, donde ellas ocupan cuatro de diez secretarías.
La feminización del mercado laboral aumentó progresivamente a través de los años, pero el problema es que esta inserción no fue acompañada por un salario igualitario (ganan un 27% menos), ni una redistribución de las tareas domésticas que recaen en la mujer por cuestiones meramente culturales y que implica una doble jornada laboral: una con valor en el mercado y otra no remunerada en sus casas, ya que se ha construido la idea de que es un “acto de amor”.
A causa de un menor salario, mayor precarización y doble jornada laboral, son muchas las mujeres que deciden organizarse para conquistar nuevos derechos y hacerse un lugar en los ámbitos de toma de decisiones. Este es el caso de la Comisión de Mujeres de Knorr-Unilever formada en el 2009. Puchero tuvo la oportunidad de conversar con dos de sus integrantes, Soledad Ramborger y Yanina Horrisberger, quienes hablaron de las dificultades a las que se enfrentaron y los derechos conquistados.
Ambas sindicalistas empezaron por su experiencia personal. Yanina se definió como una persona independiente y determinada a participar en la lucha desde el principio: “siempre tuve en claro de que si algo es justo hay que luchar.” En cambio, para Soledad los primeros pasos en la actividad gremial estuvieron limitados por su ex pareja quien, si ella quería ir a alguna reunión, le decía: “¿Y por qué vos tenes que ir? Si hay un montón de mujeres, ¿por qué te eligen? Seguro hay uno que está caliente con vos”. Este tipo de maltrato la llevó a quedarse muchas veces en su casa para evitar conflictos. Hoy, disfruta mucho de participar en la Comisión y siente que es un ejemplo para su hija, a quien le interesa la actividad que realiza su mamá, y también para su hijo que ahora crece en un hogar donde la mujer no es menospreciada.
En sus comienzos, una de las principales exigencias era la mejora en las condiciones de trabajo para las embarazadas, a las cuales se les exigía continuar con su trabajo hasta los 8 meses, incluso exponerse a rayos X.
“Los jefes vinieron a decirnos que no hacía falta que nos unieramos, que yendo de a una ellos iban a tratar de contestar nuestro pedido”, dijo Soledad. Pero ellas sabían que no iba a ser así y buscaban darle un lugar más importante a la mujer dentro de la fábrica. Las repercusiones por parte de sus compañeros no tardaron; muchos creían que era una suerte de “lucha de hombres contra mujeres” y las rebajaban con frases como “¿qué quieren ustedes?» o «vayan a lavar los platos”. Sin embargo, Yanina remarcó que hubo compañeros que las alentaron. Aunque ambas coincidieron en que todavía hay muchas trabajadoras que no están de acuerdo con la Comisión por miedo a ser echadas, y eso influye aún más en las madres jefas de familia.
Pero Soledad -quien define su rol familiar como “madre y padre”- tiene una experiencia diferente: gracias a su participación en la Comisión, hoy en día tiene un horario de trabajo fijo que le permite estar en casa para recibir a sus hijos después del colegio. Otros logros en estos ocho años son la reasignación a puestos administrativos de las empleadas embarazadas -quienes incluso pueden vivir gran parte del embarazo en sus casas, una jornada laboral más corta para las madres en período de lactancia, reducción de la jornada laboral de los sábados a solo la mañana, así como turnos fijos para madres, estudiantes y muchos compañeros. Es el caso de Yanina quien, gracias a las jornadas fijas, puede estudiar Seguridad e Higiene de manera más organizada y abrir paso a su desarrollo personal.
Las conquistas de la Comisión de Mujeres de Knorr-Unilever son muchas y sus reclamos pendientes también. En una fábrica en la que hoy son minoría y ni una sola cuenta con la categoría de oficial calificado, exigen el acceso a las mismas categorías que los hombres, una extensión de la licencia por maternidad y por enfermedades familiares, licencia por paternidad y pago de guardería o la instalación de estas en el lugar de trabajo, entre otras cosas.
Durante la entrevista, Soledad y Yanina resaltaron la importancia de entender la Comisión como un colectivo para no repetir la organización históricamente verticalista de los sindicatos en la Argentina porque entienden que ese no es el camino para lograr el beneficio común: “Somos un conjunto, hay algunas que no están convencidas y preferirían una sola voz de mando (…). No es para estar mal ni para ponernos en contra. Es beneficio para todas y estar bien. Lleva su tiempo, es algo nuevo, pero de a poquito nos vamos formando, nadie nace sabiendo sino que cada día vas aprendiendo.”
La participación de mujeres con perspectiva de género en el sindicalismo implica un mercado laboral más igualitario e inclusivo; condición necesaria para la eliminación de la división sexual del trabajo y la violencia económica. Para finalizar con la violencia machista hay que erradicarla en todas sus formas; la dominación ejercida por los hombres hacia las mujeres en lo laboral es un eslabón más del círculo. La participación de las mujeres en los espacios de decisión tiene como objetivo un sindicalismo igualitario.