En primera persona: discapacidad y empleo

30.07.2017

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Con el intento de quitar pensiones a personas con discapacidad quedó en evidencia la falta de información sobre la inclusión social por parte de nuestros dirigentes políticos y de la sociedad en general. Aquí un relato en primera persona.

 

Los gobernantes suspendieron en junio pasado las pensiones por discapacidad con la excusa de que había personas que no merecían cobrarla. Sin embargo, se las quitaron a aquellas personas que dependían de la pensión para el tratamiento.  Una marcha convocada bajo el lema «No a la quita de pensiones por discapacidad» y el revuelo de la noticia lograron revertir la situación.

Los medios de comunicación corporativos publicaron notas sobre casos de personas que logran la inclusión. “Si él lo logra, los demás pueden, dejen de pedir pensiones” fueron algunos de los comentarios de los lectores. Al momento de leer estos casos hay que abrir el abanico y preguntarse: ¿cómo lo logró?

Muchos quisieran ser Messi  en la cancha, o bailar como Paloma Herrera, pero ¿tienen la misma capacidad que ellos para lograrlo? ¿Cuentan con las mismas posibilidades? ¿Acceden a los mismos recursos?

En estos tiempos, la oferta laboral es escasa y si padeces una discapacidad, se ponen en juego otros factores. Cuando una persona con discapacidad inicia una búsqueda laboral debe considerar que hay determinados trabajos que no puede desarrollar, ya sea a nivel actividad o a nivel edilicio cuando el espacio no está adaptado. Otra cosa a tener en cuenta es el grado de discapacidad que posee el aspirante a un empleo. Todos estos puntos significan filtros a la hora de buscar trabajo.

Para explicarlo mejor, les cuento mi experiencia personal. Desde los dos años de vida padezco AIJ: Artritis Idiopática Juvenil. Esta patología es crónica y afectó mi cadera, rodillas, muñecas y hombros. Durante mi infancia y adolescencia, hubo periodos en los que no podía caminar. Tuve suerte por haber sido motivada durante todo el proceso de rehabilitación. Rendirse no era una posibilidad en ninguna circunstancia.

 

Actualmente, mi discapacidad no es visible. Tengo limitaciones motrices y, en ocasiones, sufro de dolores, pero realmente pasa desapercibida. Cuando mi enfermedad entró en remisión, terminé el secundario y necesitaba buscar trabajo. El tiempo empezó a correr. Pasaba una, dos y hasta tres entrevistas laborales. Cuando llegaba a la instancia de los exámenes pre-ocupacionales, no volvían a llamarme. Empezaba a notar que en distintas búsquedas para diferentes empleos me sucedía lo mismo. Estaba preparada a nivel académico, iniciando una carrera terciaria, con todas las ganas de trabajar para ganar independencia económica y mi patología significaba un freno en mi vida profesional.

Busqué información y me encontré con Fundación Par. Bajo el lema «Igual capacidad, Igual oportunidad» se encargan de promover la inclusión laboral, social y educativa de personas con discapacidad. Estaban brindando un curso gratuito llamado «Claves para la inclusión  laboral».  Son tres encuentros en los que te proveen de información, claves y herramientas a utilizar durante el proceso de búsqueda de un empleo de una persona con discapacidad.

Terminé el curso y al poco tiempo conseguí un puesto de empleada administrativa en una empresa petroquímica.  A los tres años,  la artritis nuevamente me jugó una mala pasada y tuve que ser intervenida quirúrgicamente para colocarme una prótesis de cadera. El pos-operatorio duró seis meses, recién en ese plazo tuve el alta firmada por el médico y me manejaba con un bastón.

Cuando me presenté a mi puesto de trabajo, me informaron que ya no había lugar para mí en esa empresa y que para ellos, yo no era capaz de trabajar. Todavía me quedaba un largo camino de rehabilitación por recorrer y quería volver a estudiar, me preocupaba mucho mi formación académica porque había tenido que abandonarla por un año.

 

Volví a recurrir a Fundación Par.  Rápidamente me sumaron a una nueva bolsa de trabajo. Era un año complicado porque había elecciones. El mercado laboral estaba detenido. Nuevamente, me ocurría que asistía a entrevistas pero, claro, esta vez con un bastón y recibía -como le digo yo- la famosa “palmadita” en la espalda y luego me descartaban. En esa época, no llegaba a pasar a una segunda instancia de búsqueda porque era evidente mi limitación física.

Estaba desesperada porque iba a pasar otro año sin estudiar ni trabajar. Me puse a pensar a quién recurrir. Se me ocurrió que la persona que estaba por encima de todo en el país era el Presidente de la Nación. En esa época, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner.  Aclaro para la gilada que no militaba y tampoco milito para ningún partido político; esta iniciativa me surgió pura y exclusivamente por necesidad.

Le escribí una carta explicando mi situación; adjunté copias de documentos para que pudiera comprobar lo que le estaba contando; envié la carta directamente a la Casa Rosada por correo postal. A la semana, Alicia Kirchner me respondió en nombre de la Presidenta. Me explicaba qué medidas tomaban por mi situación con copias de otras cartas que enviaban a otros organismos como ser: CONADIS, COPIDIS y Ministerio de Trabajo de la Nación.  Así, recibí cuatro cartas. Entonces, me empezaron a llamar para entrevistas. Por fin, tuve la oportunidad de elegir la mejor propuesta entre las que me había postulado y que mantengo hasta el día de hoy.

Es muy difícil el camino que debe transitar una persona con discapacidad en el ámbito laboral. Hay casos en los que se le otorga un puesto de trabajo a una persona con discapacidad pero al pasar el tiempo, no progresa profesionalmente, no cambia de puesto. Esto puede deberse a que las empresas no quieren invertir para adaptar otro puesto de trabajo o bien, existe la paranoia de que faltaría a su puesto de trabajo o que no se integraría fácilmente a un nuevo equipo de trabajo.

 

Por eso pienso que para poder quitar pensiones por discapacidad, habría que desarrollar un fuerte plan de inclusión y asegurar un puesto de trabajo para la persona que ya no la percibiría. Pero debería ser un puesto en donde pueda desarrollarse profesionalmente acorde a su perfil profesional y no quedar estancada.

No todos tenemos las mismas oportunidades, no todas las personas pueden ser incentivadas desde temprana edad, no todos pueden formarse profesionalmente. Por eso,  generalizar ante una situación así es terrible.

Cuando leí la noticia sobre la quita de pensiones, pensé: «Y si me pasara ahora, ¿a quién recurro? ¿A quién le escribo? Si esa decisión fue tomada desde el Poder Ejecutivo». Pronto me invadió una sensación de abandono. Imaginé  lo que habrán sentido quienes dejaron de percibirla. Una pensión por discapacidad no sólo sirve para tratamiento sino que sirve para incluir. Cuando se habla de “persona con discapacidad” se olvidan de la palabra “persona” y queda resonando en la mente “con discapacidad”. Como si esa persona fuera “paciente” todo el tiempo. Se trata de una persona que tiene derecho a estudiar, acceder a un tratamiento,  trabajar, asistir a reuniones familiares, a divertirse y hacer lo que quiera.  

 

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