Los Sin Nombre

10.08.2017

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En pleno conflicto -que no es nuevo- con el pueblo mapuche, mientras sigue desaparecido Santiago Maldonado, el colectivo feminista vuelve a gritar #NiUNaMenos frente a casos extremos de violencia machista como el femicidio de Anahí o la niña de 10 años abusada en Mendoza, la estigmatización del otro, de los pocos, va in crescendo. Esta acuarela no es tanguera ni porteña, es una acuarela desolada sobre aquellos als que les quitan el nombre y la historia.

 

Un grupo de guerreros indígenas avanza con mirada fiera hacia el espectador. Esgrimen, desafiantes como lanzas, las cruces que se acaban de robar de alguna iglesia; de sus monturas cuelgan cálices con la misma procedencia. Uno de ellos carga sobre su caballo el cuerpo semidesnudo de una mujer blanca: La Cautiva. Cabalgan sobre el fango y con ellos viaja una tormenta negra. En el cuadro, los indios no tienen nombre. Tampoco tienen historia.

La vuelta del malón, de Angel Della Valle, fue considerada “la primera obra de arte genuinamente nacional” y fue la obra enviada a la gran exposición de Chicago de 1892, en la que se celebraba el cuarto centenario de la llegada de Colón al “Nuevo Mundo”. En otras palabras, para la historia oficial La vuelta del malón es el primer emblema del arte nacional y la coronación icónica de La Conquista del Desierto.

En un colegio del gobierno de la ciudad de Buenos Aires (el distrito más rico y con más presupuesto de la Argentina), un pibe o una piba reciben su vianda. Hoy, como ocurre periódicamente, llegaron menos y varias están en mal estado. Mal estado significa que el jamón, además de ser una lánguida feta solitaria, está medio verde. Los docentes reparten las viandas con algo de vergüenza, pero es lo que manda el gobierno desde hace rato (la empresa encargada incluso vio su contrato renovado el año pasado a pesar de los reclamos y denuncias e, incluso, tuvo la capacidad de empeorar el servicio prestado desde entonces ). Algunos, quizás, crucen al chino de la otra cuadra para comprar algo y aportar al pozo comestible. Pero no pueden conseguir para todos, ni hacerlo todos los días.

Hay un pibe -uno de muchos – que solía ceder su vianda porque él comía en la casa y varios de sus compañeros ni eso. Hoy, ya no puede darse el lujo. Además, su familia dejó de recibir la pensión por invalidez para el tratamiento de su mamá. El pibe está nervioso, se le cierra el estómago. Por afuera sonríe, descansa. Hoy a la noche, por primera vez, va a salir a robar para conseguir plata para los remedios de su vieja. No le ha dicho nada a su familia y sólo algunos amigos están al tanto. Lo que no sabe es que le va a ir mal. Por falta de experiencia, porque es un tierno, porque se va a encontrar con alguien más rápido, porque tuvo mala suerte. El pibe está comiendo su último sandwich podrido, sonriendo sus últimas sonrisas, haciendo sus últimas bromas, temiendo sus últimos miedos.

Hay otra piba -una de muchas – que ya no está. Una vianda menos para repartir. No importa cómo se la busque, nadie puede dar con su paradero. No responde el teléfono, no contesta los mensajes de whatsapp. A su mamá también le quitaron la pensión por invalidez, y dicen algunos que vieron a la piba laburando en una esquina.

Negros de mierda, pibes chorros, bolitas, paraguas, perucas, putas, perras, vagxs son algunos de los nombres de los Sin Nombre aunque tengan un nombre. Y con ellos viaja la tormenta.

Es invierno sobre el colegio. Pero hoy, justo, reina un sol hermoso y cálido.

 

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