25.08.2017
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Polonia ha dejado de ser una democracia liberal. A su verdugo, Jaroslaw Kaczynski, presidente del Partido Ley y Justicia (PiS), de ideología ultraconservadora, le tardó menos de dos años desarmar lo que parecía un modelo consolidado.
Salir del comunismo no es tarea fácil. Para Polonia, sin embargo, las cosas parecían haber resultado bien: consolidó una democracia liberal institucionalizada, creció exponencialmente y logró una integración exitosa a la Unión Europea. Fue, sin dudas, el modelo a seguir de las repúblicas poscomunistas. Pero las certezas desaparecen y los modelos fracasan. Polonia es, a su manera, otro de los ejemplos que desnudan los límites de la integración europea. La Justicia perdió su independencia. En el Parlamento, de mayoría oficialista, ya no hay debates. Los medios públicos son pura propaganda oficial y los opositores son perseguidos. La Iglesia intercede en asuntos de Estado. Las empresas fueron intervenidas. El aparato estatal fue recentralizado y la mayoría de los puestos reemplazados por hombres afines.
Europa ya cuenta con un precedente: el camino que está emprendiendo Polonia es similar al que comenzó Hungría de la mano de Viktor Orban. Pero algo los separa. Kaczynski, a diferencia de Orban, no lo hace para aferrarse al poder por tiempo indefinido. Su objetivo es refundar el Estado, crear una nueva cultura nacional. Rearmar el rompecabezas que emergió después de la caída del muro de Berlín.
Jaroslaw Kaczynski no es presidente ni primer ministro, pero es el que mueve los hilos de quienes ocupan esos puestos. Toda decisión pasa por él, y como líder de su partido tiene el poder para suspender miembros. A modo de ilustración, cuando Angela Merkel visitó Polonia tuvo que reunirse con Kaczynski, quien en teoría es un simple parlamentario, para conocer el punto de vista del gobierno.
El mes pasado el Parlamento aprobó tres leyes detonantes que daban al gobierno las facultades de: intervenir el Consejo Nacional Judicial, colocar y remover jueces de la Corte Suprema y controlar los tribunales de menor instancia. Después de masivas protestas en las principales ciudades, el presidente Andrzej Duda dio vuelta atrás y vetó dos de las tres leyes. Dejó la que le da influencia sobre tribunales comunes. A pesar de la rectificación, la movida encendió las alarmas en la Unión Europea. La Comisión, que ya había advertido al gobierno polaco en ocasiones anteriores, dio un ultimátum para volver atrás con las maniobras sobre el sistema judicial. A Kaczynski poco parece importarle, ya que considera suficiente el mandato popular que consiguió en 2015 para pasar por encima de la Constitución y cualquier sistema de frenos y contrapesos. Bienvenidos al Este.
La llegada al poder
En octubre del 2015, Ley y Justicia se transformó en el primer partido desde 1989 en conseguir una mayoría absoluta en el Parlamento. A diferencia de todos sus predecesores, no necesitó de una coalición para llegar al gobierno. Las causas de su victoria son diversas.
- Ley y Justicia no es un fenómeno novedoso. El partido fue creado en los comienzos de este siglo por Kaczynski y su hermano gemelo. Juntos llegaron al gobierno en 2005 y, luego de varios errores políticos, lo perdieron en 2007. En 2010 el hermano gemelo de Jaroslaw, Lech, falleció en un accidente aéreo. A partir de allí, el partido concentró todo su poder en una persona y no dio lugar a ningún tipo de competencia. Para ese entonces ya eran el principal partido de oposición.
- La coalición que gobernó entre 2007 y 2015 estaba compuesta por Plataforma Cívica (PO), un partido liberal de centro derecha, y el Partido Campesino Polaco (PSL), de origen agrario -la mayor parte del país es rural. La coalición de gobierno comenzó a tener problemas en su segundo mandato, con reformas en el sistema de jubilación y en el plano educativo que resultaron impopulares. En 2014, luego de que el Primer Ministro Donald Tusk abandonara el cargo para asumir la presidencia del Consejo Europeo, el gobierno se desmoronó.
- El primer golpe llegó en las elecciones presidenciales de mayo del 2015, de poca incidencia. Ley y Justicia presentó un candidato desconocido, Andrzej Duda, y luego de una gran campaña en redes sociales el partido ganó las elecciones en la segunda vuelta. Se convirtió en el favorito de cara a las parlamentarias de octubre.
- Al igual que en las presidenciales, Kaczynski también se corrió del ojo público y nominó a Beata Szydło como candidata a Primer Ministro.
- En la campaña de las parlamentarias, Ley y Justicia prometió un subsidio de aproximadamente 120 euros a cada familia a partir del segundo hijo. La promesa fue central.
- En septiembre del 2015, la crisis de refugiados que amenazaba Europa estalló. El partido aprovechó la oportunidad y prometió no acoger ningún refugiado, mientras que el gobierno había cedido a la presión de la Unión Europea.
- El partido fue apoyado por casi la totalidad de la Iglesia Católica, en un país profundamente religioso donde dicha institución ocupa un rol central en la vida política.
Sus promesas dirigidas a la clase media, el apoyo de la Iglesia y el declive de la coalición gobernante explica bastante pero no todo. Y, por más de que Kaczynski haga alarde de su apoyo popular, sólo el 51% de los polacos votó, lo que se traduce en un 20% de apoyo entre la población que puede votar.
Europa y la economía, estúpido
Polonia se incorporó a la Unión Europea en 2004. Desde ese entonces, dobló su PBI. Es el país que más dinero recibe del Fondo Estructural de la UE, y lo seguirá siendo hasta 2020. Además de alimentar lo que ahora se conoce como el populismo de Kaczynski, el dinero ha generado una transformación en la infraestructura del país. Una ciudad como Varsovia, que sufrió invasiones nazis y soviéticas, hoy se encuentra al nivel de cualquier otra capital europea. El descomunal crecimiento no generó desigualdad, como demuestra su coeficiente de Gini. La crisis del 2008 tampoco lo frenó.
Pero no todo es color de rosas. “La transformación costó cientos de miles de trabajo, y no todos estaban preparados para afrontar la inseguridad que supone un mercado de trabajo abierto. Quizás el Estado pudo haber tejido una red de seguridad con menos huecos. También se ha desnacionalizado a varias compañías quizás de manera apresurada. Para combatir la crisis económica después del 2008 se han creado muchos contratos de empleo basura. Polonia miraba -y sigue mirando- con más atención al liberalismo al estilo estadounidense que al Estado social europeo” explica a Puchero Piotr Zagorski, investigador doctoral en la Universidad Autónoma de Madrid. “Hay una parte de la sociedad polaca que se sintió insegura con los cambios galopantes de un sistema capitalista de reciente creación y ahora se siente amenazada por las inseguridades del mundo globalizado, con el miedo a la inmigración a la cabeza”. Al parecer, el Este también sufre de algunos de los temores que persiguen a las sociedades de Europa Occidental.
El proceso de liberalización, además, generó dividendos que se fugaron en manos de capitales extranjeros. Estos forman parte del relato que construye Kaczynski al hablar de los ‘enemigos de Polonia’, algo que comparte con amplios sectores de la sociedad. Para Katarzyna Bartoń, que vive en Varsovia y se identifica como liberal, eso fue parte de un mal manejo de la economía. “Durante el gobierno anterior, si bien hubo crecimiento económico, vendieron un montón de propiedades polacas, y la gente se molestó. Tuvimos muchas empresas grandes y todo se vendió a las empresas multinacionales. El capital no se quedó en polonia, se fue al exterior” dice a Puchero.
Los polacos identifican fácilmente que gran parte del crecimiento económico se debió al ingreso a la Unión Europea y al mercado único. Las ciudades crecieron; el resto del país, de origen rural, también. Kaczynski denuncia que la elite liberal que tomó las riendas de la Polonia poscomunista, y que tiene raíces en el proceso de integración europea que comenzó el país, le ha hecho daño a la sociedad. Pero si es que existe un sentimiento antieuropeista, este no tiene tanto que ver con razones económicas. “No estamos molestos por la economía, para nada. Estamos molestos porque quieren obligarnos a decidir sobre los refugiados y la gente no lo quiere. Hasta los sectores liberales están en contra de los refugiados” explica Bartoń. Zagorski agrega: “Desgraciadamente, muchos polacos rechazan las ideas de multiculturalismo, de integración de inmigrantes de otro color de piel o de fe distinta, de una sociedad abierta en definitiva. Muchos sienten miedo a la inmigración y, alentados por el discurso oficial, la relacionan con el terrorismo. Son reacios a aceptar a los refugiados y si son refugiados musulmanes no quieren acogerlos en ningún caso”.
La salida del comunismo
¿Cómo salir de una estructura estatal super centralizada a un sistema de instituciones democráticas? Uno de los caminos es destapar todas las redes secretas que funcionaban bajo el comunismo y remover del Estado a todas las figuras del antiguo régimen, incluido el sistema de justicia. Cuando gobiernos anteriores quisieron renovar a los jueces, el Tribunal Constitucional les puso un freno, alegando que atentaban contra la división de poderes. Kaczynski lo convirtió en una oportunidad. Según él, es en el sistema de justicia donde el antiguo régimen comunista se mantiene atrincherado. Polonia está en ruinas, denuncia, gracias a los vicios del sistema anterior y la complicidad de las elites liberales y cosmopolitas.
Kaczynski quiere volver atrás, rearmar el camino de transición que convirtió a Polonia en un ejemplo. El diagnóstico es similar al de Orban, su aliado húngaro. Ambos tienen como proyecto la creación de una “democracia iliberal”, una que extirpe el germen occidental que contagió a sus países. A diferencia de Orban, que modificó la constitución para no tener que pisarla, Kaczynski no cuenta con los dos tercios necesarios para llevarlo a cabo en Polonia. Tampoco le importa demasiado: ya violó varios artículos y lo seguirá haciendo. Su misión es cambiar los valores de la sociedad polaca, volver el tiempo atrás. La familia y la religión en el centro, para eso tiene como aliada a la Iglesia.
La sociedad se encuentra polarizada, con un tercio de los polacos que no interviene en la política. El sistema también tiene sus fallas: no hay ningún partido de izquierda que tenga representación en el Parlamento. “La división izquierda-derecha pierde cada vez más terreno a la división abierto-cerrado o liberal-autoritario. La política polaca de hoy está dividida en dos bandas que no solo no se toleran, sino que ni siquiera dialogan. De un lado estaríamos hablando del campo liberal, más urbano, más pro europeo y abierto. Y del otro, un grupo tradicionalista, más rural, nacionalista y con tintes autoritarios” señala Zagorski.
Mientras Ley y Justicia tiene un tercio del apoyo, el sector liberal se ha comenzado a movilizar. La Unión Europea amenazó con activar el artículo 7 del Tratado de Lisboa, que suspendería el derecho a voto de Polonia. Para su desgracia, el país tiene como aliado a Hungría, con el cual se protegen mutuamente. Algunos han amenazado con alterar la distribución de fondos, pero eso supondría un costo político alto. Hasta ahora, después de reiteradas advertencias, la Unión sólo ofrece palabras. Pero en Polonia, la gente empezó a salir a la calle. Como en el 2016, cuando las manifestaciones empujaron al gobierno a dar vuelta atrás con una medida que prohibía todo tipo de aborto, ahora han conseguido que el presidente Duda revierta la decisión sobre la justicia. Seguirán saliendo a la calle, con banderas azules con estrellas doradas, para darle un mensaje a Kaczynski: ellos no quieren volver atrás.
La democracia, que tanto le costó conseguir a Polonia desde 1989, se encuentra en juego. Algunos alertan de una posible maniobra del gobierno sobre las leyes electorales que regulan las elecciones regionales y nacionales, que tendrán lugar en 2018 y 2019 respectivamente.
El desafío para la sociedad polaca consiste en movilizar a sectores que permanecen ajenos a la política. La casta política que hoy está en el poder pertenece a la vieja generación, aquella que emergió durante el comunismo. Son las nuevas generaciones las que tendrán que dar un paso al frente. Todavía resta saber si eso será suficiente, y que puede hacer la Unión Europea, hoy prácticamente inmóvil.
“La gente de mi generación -dice Bartoń- se siente más europea que polaca”.