Malas tierras

29.08.2017

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Basada en hechos reales, aunque algo distorsionados a piacere por su director, Terrence Malick, Badlands (Malas Tierras) tiene como marco el Estados Unidos más profundo. En uno de esos pueblos poblados de casas de madera, con grandes tejados y galerías al frente. Allí, Kit (Martin Sheen), un joven de indisimulable look a lo Rebelde sin Causa de James Dean, recoge la basura de las calles mientras observa cuidadosamente los movimientos de Holly (Sissy Spacek), una adolescente tímida al extremo, que deambula inocentemente por su barrio.

 

Se adivina una conexión entre ambos. Conexión que se confirma desde el primer encuentro, en el que ella le confiesa que a su padre no le gustan los basureros. En principio, un incipiente noviazgo entre jóvenes en plena década de los ’50 que transitan esos laberínticos caminos que suele diseñar el amor. Nada sugiere lo que vendrá después. O sí, si sabemos leer en esa primera negativa del padre al requerimiento formal de noviar con su hija, un rechazo que Kit no podrá de ningún modo digerir. De hecho, en un encuentro fortuito en la casa de su chica, entre el muchacho y su poco amistoso suegro, se desatará la tormenta. Decidido, Kit debe quitar cualquier obstáculo que impida lo que amaga ser el sueño de su vida. Y el padre de Holly es el primer obstáculo. Sin ninguna premeditación y en el medio de una discusión, lo elimina definitivamente de la escena.

De allí en adelante la pareja comenzará un raid hacia adelante, en el que se mezclarán su necesidad de escapar de la justicia con el instinto vital de beberse la vida a sorbos agitados. Vivirán en el medio de la naturaleza salvaje. Aprenderán a resolver de manera precaria cada dificultad. Y por sobre todas las cosas y en manos de Kit, irán eliminando a los tiros cada estorbo humano que encuentran en su camino. Sin contemplaciones, sin remordimientos.

Malick hace un esfuerzo especial para no juzgar a sus protagonistas. No hay en su dirección ningún aporte psicologista, solo intenta ofrecernos algo más de información de los personajes a través de la voz en off de Holly. Las criaturas del realizador, en especial el chico – ella observa de forma pasiva cada asesinato, sin intervenir ni oponerse – dispara cada tiro como algo totalmente natural en su vida. Es una actitud impasible, mecánica, despojada de toda culpa y aborrecible desde nuestra mirada. No lo es para ellos.

 

Kit y Holly viven su amor enajenados del mundo exterior y refractarios a todo lo que se ponga en el medio, resulte o no una amenaza a su consumación. Es un amor ensimismado, obseso, de dos aparentes desequilibrados, que tienen su momento dorado cuando en el medio de la ruta, en plena noche y en soledad, danzan al ritmo de Nat King Cole.

Llegado un momento decisivo del film, no resulta casual emparentarlo con Asesinos por Naturaleza, de Oliver Stone. Cuando uno de los policías que llevan a Kit le sugiere a su compañero que el recluso al que transportan es igual a James Dean, y el chico se ríe cómplice, entendemos todo. Para ese entonces, Kit ya se había convertido en una celebrity.

Badlands habla de la vida y de la muerte, siempre con la misma intensidad. Y de la carencia de lógicas que puedan explicar o justificar ciertos impulsos vitales, como el amor.

También anticipa, seguramente de manera involuntaria, a una serie de películas que evocarán una era plena de violencia sutil o más expuesta, que recorre todos los hemisferios y que muchas veces encuentra en ejemplos de la industria del entretenimiento, una ajustada inspiración.

 

 

Para ver el trailer clickeá acá

 

FICHA TÉCNICA

Dirección: Terrence Malick

Guión: Terrence Malick

Música: George Tipton; James Taylor

Reparto: Martín Sheen; Sissy Spacek

 

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