Acciones solidarias I

24.10.2017

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«Unos chamos ahí» es una fundación que, pese a la escasez y la inflación, acerca un plato de comida a personas en hospitales, asilos y calles de Caracas.

 

 

En este momento, la atención de los venezolanos está puesta en cómo conseguir alimentos y en rendir el sueldo para poder comprarlos. Debido a la escasez de productos  y a la inflación, ha habido un drástico ajuste en los hábitos alimenticios: acostumbrarse a comer lo que se consiga, sustituir ingredientes en las comidas, reducir porciones y hasta la cantidad de comidas al día. “Según la Encuesta Nacional de Consumo de Alimentación (Enca) del Instituto Nacional de Estadística de 2013 y 2015, el número de personas que comía más de tres veces al día disminuyó de 14.358.559 a 11.994.521, y la cifra del consumo inferior a tres comidas al día aumentó de 1.115.228 a 1.704.519”.

Esta situación ha dejado postales de horror, al ver personas hurgando en la basura, esperando afuera de un supermercado o verdulería para comer las sobras, entre otras por el estilo. De hecho, hace unas semanas se viralizó en las redes sociales el video de una mujer que pelaba un gato en la calle para cocinarlo, en Río Chico, estado Miranda. Algunos toman hechos como este para regocijarse en el amarillismo o descargar la ira en sus perfiles de facebook, mientras que otros toman acción para alivianar la crisis de la que el gobierno no se hace cargo.

Esta situación ha dejado postales de horror, al ver personas hurgando en la basura, esperando afuera de un supermercado o verdulería para comer las sobras, entre otras por el estilo. De hecho, hace unas semanas se viralizó en las redes sociales el vídeo de una mujer que pelaba un gato en la calle para cocinarlo, en Río Chico, estado Miranda. Algunos toman hechos como este para regocijarse en el amarillismo o descargar la ira en sus perfiles de facebook, mientras que otros toman acción para alivianar la crisis de la que el gobierno no se hace cargo.

Unos chamos ahí es uno de esos grupos que se han unido para llevarle un plato de comida, ropa, insumos médicos y productos de higiene a las personas que están en hospitales, orfanatos, asilos e indigentes. Ahora son considerados como fundación, pero surgió de una reunión de amigos y familiares con ganas de dar una mano a los más necesitados. El proyecto se gestó en diciembre de 2016 y en enero salieron por primera vez a recorrer las calles de Caracas, con 45 platos de comida que no fueron suficientes para la cantidad de gente que encontraron.

 

A partir de ahí se organizaron para realizar más salidas. La fundación está integrada por 15 participantes, entre 7 y 53 años, y poco a poco se han integrado más voluntarios. “En la segunda jornada íbamos por Los Palos Grandes y llamamos a un señor que iba caminando y cuando le dimos el plato de comida, lanzó las bolsas, miró al cielo, juntó sus manos y dijo: ‘gracias, Dios, pensé que hoy no iba a comer’. Nos dio bendiciones y nos agradeció”, cuenta Dickmar Hurtado, vocera de la Fundación.

Al ver que crecía la demanda, no solo de beneficiarios sino de personas con ganas de colaborar, empezaron a usar las redes sociales para promocionar las actividades e incentivar donaciones. Cada jornada se organiza con dos semanas de anticipación, se anuncia con una campaña en Instagram en la que especifican el tipo de donaciones que necesitan, el lugar y fecha del evento. Hay jornadas planificadas en orfanatos, ancianatos, hospitales y colegios. Y también, hay recorridos libres por las calles de Caracas o Guatire. El día de la actividad, el equipo se levanta a las 5:00, cocinan de 200 a 400 platos de comida, arman bolsas de ropa y, al tener todo listo, salen a repartir los obsequios.

“La experiencia con la gente de la calle ha sido sorprendente porque del 100% de las personas que nos conseguimos, el 90% siempre nos recibe agradecidos, con mucha esperanza y amor. Entablamos conversaciones con ellos. Ese 10% que falta es un poco violento, no cree en nosotros, hemos tenido uno que otro caso difícil”, expresa Dickmar.

Sin embargo, afirma que no todo ha sido color de rosa, pues para llevar a cabo la actividad tienen que sortear la dificultad del acceso a productos básicos y alimentos. Si bien se manejan con donaciones, ha habido jornadas en las que el grupo ha tenido que aportar todo el capital con tal de no suspender el recorrido. “Llegamos hasta lo que podemos con nuestro propio dinero, pero nunca nos paramos”, agrega Dickmar.

 

“Lo bueno es que todavía quedamos venezolanos que nos gusta ayudar a ese otro hermano que está necesitado. Pero hay una gran mayoría que no le gusta, no confía, piensa que la gente de la calle merece estar así. Y no es la idea, la idea es ayudar a esa persona que está tan necesitada”, afirma.

En contraparte, hay muchos voluntarios que se han sumado a la experiencia y salen tan agradecidos como los beneficiarios, porque no se trata de pensar que estás ayudando al que necesita, sino de desarrollar empatía y generar un intercambio con esas personas que parecen tan lejanas.

“La gente que nos ha acompañado a la calle se han llevado una bonita experiencia y han querido seguir con nosotros.  Y en lo personal, he aprendido que no somos nadie para juzgar a esa persona que está en la calle. Todos, así sea un mínimo granito, podemos ayudar a cualquier persona. Nuestro lema es que cualquiera puede ser unos chamos ahí”, manifiesta Dickmar. Y recuerda con emoción lo que le ha dejado esta experiencia: de los asilos, le queda el recuerdo de las enseñanzas de los abuelitos; de los hospitales, la sonrisa de los niños a pesar de la enfermedad; y de la calle, la gratitud.

Unos chamos ahí recibe donaciones de todo tipo, desde transferencias bancarias, comida, ropa, productos de higiene y medicamentos. También hay lugar para voluntarios que se quieran sumar con ánimo y corazón para ayudar.

  

 

Leé la columna Venezuela: lucha por la esperanza

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