15.03.2018
Porjunto a Claudia Jardim y Mariangela Maturi
El fútbol, históricamente dominado por los hombres, ¿es también un juego de mujeres? La pregunta puede parecer anticuada o superflua en algunas partes del mundo. Después de todo, es uno de los deportes femeninos más populares: alrededor de 30 millones de adolescentes y mujeres juegan al fútbol en todo el planeta, sostiene la FIFA .
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Sin embargo, en varios países las mujeres no tiene permitido jugar al fútbol. En otros, son discriminadas o acusadas de ser “marimachos”. Casi todas se enfrentan con los estereotipos culturales, incluso a nivel institucional. Como cuando el ex presidente de la FIFA Joseph Blatter les pidió a las futbolistas que usaran uniformes ajustados para hacer los partidos más comerciales, o cuando el presidente de la Liga Nacional Amateur italiana se refirió a las jugadoras como “cuatro lesbianas”.
Incluso, cuando están en la cima del juego, las mujeres futbolistas ganan mucho menos que sus compañeros varones. Una encuesta realizada por Sporting Intelligence en 2017 sostiene que la brecha salarial entre mujeres y hombres está más arraigada en el ambiente del fútbol que en la política, los negocios, la medicina y la ciencia. El estudio detalla que el contrato firmado por Neymar en 2017 con el Paris Saint-Germain por 36.8 millones de euros (45.32 millones de dólares) es el equivalente al sueldo de las 1,693 futbolistas mujeres de las siete principales ligas de fútbol femenino del mundo (Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Suecia, Australia y México).
Episodio 1: Brasil -pocas oportunidades para las mujeres en el “país del fútbol”
Episodio 2: Gambia –¿Cuán lejos estás dispuesta a llegar por tu sueño?
Fatim Jawara fue una de las mejores futbolistas de Gambia: era la arquera de la selección nacional y de los Red Scorpions, uno de los equipos más importantes en la liga femenina. Gambia es un país de África occidental que no tiene fama futbolística, a diferencia de otros como Ghana, Camerún o Nigeria. Pero el fútbol es el deporte más practicado en el país, incluso entre las mujeres, que tienen que enfrentar fuertes barreras culturales.
A veces, en búsqueda de nuevos desafíos, Fatim asumía un segundo rol como defensora. A los 15 años representó a su país en el Mundial Sub-17: recibió un dinero del gobierno por su desempeño, que ella entregó a su madre para ampliar su casa, que estaba saturada de familiares.
Sin embargo, cada día representaba una nueva lucha para ella: no recibía ningún salario por ser futbolista y sus vecinxs la criticaban constantemente por considerarla demasiado masculina. También se enfrentó a las barreras culturales que, en este país del oeste de África, hacen la vida de las mujeres especialmente difícil. Su padre era un imán muy respetado de Serekunda –ciudad en las afueras de Banjul, la capital- y convivían con las cuatro esposas del padre, incluida su madre, varixs hermanastrxs y docenas de sobrinas y sobrinos.
“Fatim era la oveja negra de la familia”, dice Momodou Jawara, su hermano mayor. “No importaba cuán arreglada estuviera, siempre tenía shorts puestos. Sí, estaba siempre lista para un partido de fútbol”.
Momodou Jawara, hermano mayor de Fatim.
Momodou va del tiempo verbal pasado al presente cuando habla de su hermana menor, como si no pudiera aceptar aún que ya no está viva. Se llevaban 20 años de diferencia y Momodou siempre la cuidó.
“Fue muy difícil para ella, no solo con la familia. En Gambia, si actuás así, te miran como si fueras lesbiana aunque no lo seas. Y todos conocen la tradición: si sos lesbiana, te dejan de lado, ni siquiera quieren hablar con vos”.
En 2016, a los 19 años, Fatim decidió iniciar un viaje peligroso para alcanzar su sueño: convertirse en futbolista profesional en Europa. Le mintió a su familia sobre sus planes y dijo que iba a un partido en Senegal. Viajó con su amiga Chaat y solo le contó la verdad a un grupo reducido de compañeras del equipo de fútbol.
Finalmente, su historia dio la vuelta al mundo en los titulares de la prensa, pero no por la razón que ella deseaba: en octubre de 2016, Fatim Jawara se ahogó en el Mediterráneo cuando naufragó el bote en el que viajaba junto a docenas de personas.
Fatim tomó lo que en Gambia llaman el “camino trasero” (“the backway”) hacia Europa. Es decir, la ruta que hacen las miles de personas sin visa. Es un viaje largo, peligroso y costoso -puede salir más de 2.000 dólares -y la mayor parte se destina para los contrabandistas a lo largo del camino-. Fatim y su amiga fueron de Gambia a Senegal, y siguieron luego por Malí, Burkina Faso y Níger, hasta llegar a la costa de Libia.El complejo recorrido incluyó atravesar el Sahara, el desierto cálido más grande del mundo.
Miles de gambianxs intentaron hacer el mismo camino en 2016. Gambia tiene 1,8 millones de habitantes. Ese año, cerca del 1% de su población total llegó a Europa
Muchxs se fueron por las dificultades económicas y políticas del régimen autocrático de Yahya Jammeh, que estuvo en el poder 22 años, hasta 2017.
El fútbol femenino en Gambia no tiene dinero ni infraestructura. Las chicas juegan sobre canchas arenosas y frecuentemente los arcos no tienen red. Solo clasificaron una vez a un Mundial: el Sub-17 de Azerbaiyán 2012, donde recibieron una paliza en cada partido de la primera fase.
Con una población mayormente musulmana y una sociedad fuertemente tribal, las jóvenes en Gambia enfrentan muchas dificultades culturales. La mutilación genital femenina y el casamiento infantil son todavía prácticas comunes, a pesar de haber sido prohibidas en 2015 y 2016 respectivamente. UNICEF, la agencia de las Naciones Unidas para la infancia, dice que tres de cada cuatro niñas son víctimas de mutilación genital y que a una de cada tres mujeres la casan antes de los 18 años, mientras que a una de cada diez las casan a los 15 años.
< p style="text-align: center;">Aminata Camara tuvo que enfrentarse a la familia para poder jugar al fútbol. Ahora es la capitana del seleccionado de Gambia Sub-17
Fatim Jawara sigue estando muy presente en los entrenamientos de los Red Scorpions. Al mismo tiempo, su historia funciona como una advertencia: sus compañeras de equipo dicen que nunca intentarían semejante viaje.
«No tuvo la oportunidad de sobresalir y cumplir su sueño: convertirse en una estrella de fútbol en Gambia», dice Fatoumata Jallow-Tambajang, vicepresidenta de Gambia y al frente del Ministerio de la Mujer. “Al mirar el talento de Fatim, con las oportunidades en Europa hacia las que fue, hubiera conseguido ser una jugadora brillante. Realmente quiero defender su causa para que no se olvide, para que sea un símbolo de esperanza para las jóvenes”.
Esta es la segunda entrega de nuestra serie sobre mujeres futbolistas alrededor del mundo. En el primer episodio visitamos Brasil, donde las mujeres luchan por ser escuchadas mientras el fútbol masculino es altamente reconocido. En el tercer capítulo, la próxima semana, viajaremos a Dinamarca: tierra de paridad de oportunidades en la que, sin embargo, las mujeres aún deben pelear por un salario igualitario.
CRÉDITOS
Fotos: Claudia Jardim
Traducción al español: Macarena Gagliardi Cordiviola, editora de PucheroNews
Este artículo es parte de A Girls’ Game, un proyecto periodístico financiado por el European Journalism Centre a través de su Innovation in Development Reporting Grant
Todo el contenido de fotos, textos, videos pertenecen exclusivamente a las autoras de A Girl’s Game:
Mariangela Maturi es periodista freelance y escritora. Vive en el Reino Unido. Colabora con la Radio Nacional Suiza (RSI) y otros medios internacionales. En 2006 dio sus primeros pasos en Radio Popolare y en Il Manifesto, en Italia. Comenzó como freelance en 2010, antes de mudarse a Ecuador. Sus áreas de interés son los derechos humanos, la igualdad de género, el medioambiente, la política y los temas sociales. Su primer libro, “Silenzio di Piombo” (Round Robin, 2016), investiga la correlación entre las bases militares y los problemas medioambientales y de salud en Cerdeña, Italia. En julio de 2017 recibió la beca Channel 4 Bursary, del Rory Peck Training Fund, para realizar entrenamiento en ambientes hostiles.
Irene Caselli es periodista multimedia freelance con experiencia en medios gráficos y online, radio y televisión. Colabora con la BBC, The Washington Post, The New York Times, The Guardian y Univisión, entre otros. Es editora adjunta de la revista Index on Censorship. Tras vivir una década en América Latina, su base actual es Italia. Irene habla inglés, español, italiano, alemán, francés y portugués. Era la corresponsal de la BBC en Venezuela cuando murió Hugo Chávez. Trabajó para la BBC también en Argentina y Ecuador como corresponsal, y en Londres como productora. Sus áreas de interés incluyen violencia e inseguridad, derechos humanos y temas de género, medioambiente, salud y cultura.
Claudia Jardim es periodista y realizadora independiente de documentales. Oriunda de Brasil, vivió más de una década en Venezuela cubriendo los intensos años del gobierno de Hugo Chávez y las secuelas de su muerte. Ha viajado por toda América del Sur informando sobre temas sociales y cuestiones políticas para BBC Brasil, Carta Capital y CBN Radio, entre otros. En 2009 cubrió el golpe de estado en Honduras y los conflictos socio-políticos en Ecuador, Haití, México y Colombia. Desde 2016 trabaja en Bangkok, cubriendo Tailandia y otros países del sudeste asiático. Sus áreas de interés son la política, los derechos humanos, las formas modernas de esclavitud, los movimientos sociales y los temas de género.
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