30.03.2018
Por
Desde mediados de marzo cuando se reveló que la consultora Cambridge Analytica utilizó la plataforma de Facebook para obtener más de 50 millones de contactos, la “inseguridad de nuestros datos en Facebook” no ha dejado las primeras planas de la prensa a nivel mundial.
El antecedente
El 16 de marzo de marzo cuando se reveló que la consultora Cambridge Analytica utilizó la plataforma de Facebook para obtener más de 50 millones de contactos, los cuáles fueron utilizados para diversos experimentos que podrían haber manipulado las elecciones en los EEUU donde ganó Donald Trump, la noticia acerca de la “inseguridad de nuestros datos en Facebook” no ha dejado las primeras planas de la prensa a nivel mundial.
Nadie cuestiona que las redes sociales se pueden utilizar para publicidad. Todos vivimos más o menos acostumbrados a que en las redes sociales se nos muestre una publicidad de un producto que hemos buscado anteriormente o del que hemos mencionado algo en una publicación o hemos mencionado por Chat.
Es decir, todos/as somos más o menos concientes de que las plataformas de redes sociales continuamente son utilizadas diariamente por miles de empresas para vendernos cosas.
Sin embargo, cuando el hecho parece ser vendernos un candidato o vendernos un enfoque particular de noticias y que eso podría llegar a modificar el resultado de una reñida elección presidencial, como diría el Guasón de Nolan (no aquél apático de Jared Letto) “Todo el mundo pierde la cabeza”.
Se dice que el primer político en experimentar con éxito con las redes y plataformas digitales en una campaña electoral fue Barack Obama en 2008. Mucho se ha escrito sobre ello. Esa estrategia es aún tenida como signo de bisagra de los cambios comunicaciones del marketing político y es estudiada e imitada por múltiples Communities Managers y consultores políticos en todas partes del mundo, incluso en nuestro país, donde Mauricio Macri y el PRO fueron uno de los primeros equipos políticos en aplicarla masivamente. Pero, cuando estas herramientas son utilizadas por Donald Trump parece olvidárseles a muchos su origen demócrata y pasan a poner los reflectores en el “escándalo” y la “novedad”.
Nada nuevo bajo el sol de Facebook
¿Por qué la revelación de que una empresa de data-mining y análisis político haya obtenido 50 millones de contactos de Facebook y las haya usado para intentar orientar los comportamientos electorales escandaliza si no es nuevo el uso de nuestros datos?
- La noticia de que los datos que brindamos a Facebook no son tan privados ni están tan protegidos como el buen Mark solía decir no es nueva. Ya desde el vamos, para poder ejecutarse esta plataforma nos solicita acceso a múltiples datos personales y en el caso de nuestros dispositivos móviles a su micrófono, contactos, agenda y otros. Tal es el caso que una foto que sacamos con nuestro dispositivo móvil en cualquier circunstancia (incluso “íntima”) al abrir la app de Facebook esta nos ofrece publicar dicha foto con distintos filtros, porque ya le dimos acceso a ella. Además, mucho se ha escrito acerca de cómo distintas apps de Facebook como “tu vida digital”, “palabras más utilizadas” o “como sería del otro género” se apropian de una gran cantidad de nuestros datos a la hora se ser utilizadas. En el caso específico de Cambridge Analytica, obtuvo los 50 millones de datos usando una cláusula que hasta 2015 estaba en los Términos y Condiciones de Facebook -y por tanto avalada por dicha empresa- acerca de que no solo obtenía los datos del que utilizaba la aplicación, sino también los de sus contactos generando un +300 en promedio por cada persona que quería saber como era su “vida digital”.
- El hecho de que Facebook comparte y vende nuestra información a aquellos con capacidad económica de comprarlo tampoco es nuevo. Ya sus términos y condiciones nos avisan que toda nuestra información será compartida con “la familia de empresas Facebook y otras”. También cualquiera que se haya animado a darle clic al botón “promocionar” en una publicación de una fan page propia habrá podido observar como, por un costo muy bajo, Facebook permite seleccionar el target de a quienes les llegará esa publicación por sexo, edad, ciudad o país donde vive, gustos, etcétera, el alcance que dicha publicación podrá tener según lo que paguemos y un cálculo aproximado de la cantidad de interacciones que se calculan que podrá tener. Así que ya podemos imaginarnos lo que la plataforma puede ofrecer a los usuarios y empresas que puedan costear grandes sumas de dinero: básicamente listados de personas de ciertas características seleccionadas. Pero también tenemos que destacar que Cambridge Analytica usó parte de las herramientas de targeteo de información de Facebook de modo más complejo pero similar a la que usan diariamente las empresas que buscan vendernos yogures, ropa, electrodomésticos sin que ello sea visto como escandaloso.
- Tampoco son nuevos los experimentos psicológicos en Facebook, la gran mayoría realizados por la propia plataforma para ver si, al mostrar solo noticias negativas relacionadas con la economía, sociedad y política de su país, esos usuarios si publicaban textos más depresivos y negativos que de costumbre, y si al mostrar a otros usuarios noticias positivas, ver si sus expresiones, imágenes y fotos tenían un tinte más optimista que de costumbre. El famoso test “A-B”.
- Todo el tiempo somos objeto de segmentaciones de lo que se nos visualiza, ya sean noticias, publicidades pero también publicaciones de nuestros contactos “más frecuentes”. Incluso, se da que no tenemos noticia de alguno de nuestros amigos, y nos fijamos si estos siguen siendo efectivamente nuestros amigos en Facebook, ya que la plataforma no nos muestra nada de ellos por presuponer que “no tenemos el suficiente contacto” y por tanto “seguramente no nos interesa”.
- Somos objeto de miles de publicidades en momentos de campaña electoral, desde banners, videos, noticias, etc. de cada candidato, sea de nuestro “gusto ideológico” o no. También es totalmente discutible que el visualizar cotidianamente noticias de cierto cariz sobre un candidato influya decisivamente a la hora de decidir votarlo o votar a su contrincante, mucho han hablado las teorías de la producción y recepción de los mensajes de los medios al respecto.
Reflexiones sobre el efecto estallido del escándalo Facebook
El porqué del gran impacto de esta noticia despierta varias hipótesis:
- El caso está relacionado al triunfo de Donald Trump, hecho que aún genera mucha furia en la mayoría de los sectores “progresistas” (principalmente simpatizantes del partido demócrata) en los EEUU. Es sabido que el New York Times es uno de los principales medios opositores a Trump en la actualidad. Además, seamos francos, todo lo relacionado con Donald Trump vende más.
- Existen en la generalidad tres tipos de usuarios:
- Los que no tienen idea que para utilizar las redes sociales y otras plataformas deben brindar sus datos personales y su actividad será monitoreada constantemente
- Aquellos que lo saben pero “no les importa” ya sea porque lo consideran un “precio justo” a cambio de las prestaciones obtenidas o porque “nadie me va a vigilar a mí”
- Los que sí son concientes e intentan tomar la mayoría de los recaudos respecto a su información. Podríamos aplicar aquí un cuarto tipo de usuario que sería aquél que se encuentra sin participar en todas estas plataformas aunque lo consideramos (realmente) minoritario.
Una posible hipótesis acerca de la repercusión del caso es que alertó por igual tanto a los que no tenían idea como a los que no se preocupan, ya que de golpe pudieron ver como el almacenamiento, procesamiento, aplicación y/o venta de sus datos pueden servir para nada más y nada menos que decidir una elección presidencial.
Es decir, vieron sus “datos en acción” y esto les generó toda una gama de sensaciones que no esperaban que pudiera venir de las confiables redes sociales que siempre usaron con tanta naturalidad.
En sí, más allá del “porqué”, el Facebook-Gate ya generó diversas repercusiones como una marcada caída de la empresa en la bolsa, las declaraciones públicas del creador de la red Mark Zukerberg en la CNN en horario central pidiendo disculpas y declarando que Facebook es una víctima y los hashtags de #deletefacebook o #killfacebook entre otros invitando a los usuarios a abandonar esta red social con declaraciones como la del co-creador de WhatsApp y hasta hace poco empleado de Facebook Brian Actor que llamó a “salirse de Facebook”.
En torno a esto y lejos de una defensa de la red social de Zukerberg, deberíamos preguntarnos con qué criterio se está pidiendo salirse de Facebook pero no de WhatsApp o Instagram (parte de la “familia Facebook”) o de Twitter, Linkedin, Spotify, Youtube, Google, Netflix: todas empresas que utilizan lógicas de almacenamiento, procesamiento, utilización y venta de nuestros datos de forma similar a Facebook.
Un informe de la Cámara Argentina de Internet de 2017 indicó que el 80% de las prácticas de los argentinos en Internet son provenientes de Facebook (+ WhatsApp + Instagram), Google (+ Gmail, + Youtube, + G+, + Gdrive, etc) y Netflix, todas empresas que funcionan gracias a nuestros datos, ya sea porque “si algo es gratuito el producto sos vos” como en los dos primeros casos o para “hacer más amena la experiencia, recomendándote lo que te gusta” como en los tres casos.
Es decir, “salir de Facebook” puede ser una opción para calmar ánimos, pero lo que en realidad deberíamos tener en cuenta es que en nuestra configuración social actual, la mayor parte de nuestra vida cotidiana y sociabilidad pasa por estas plataformas que tienen esta lógica de uso de nuestros datos, a las cuáles le damos acceso para poder “utilizar sus beneficios” y “no quedar afuera”.
Mucho se ha anunciado la “muerte de Facebook” en años anteriores, ya sea por el surgimiento de nuevas apps, por la “huída” de los adolescentes hacia otras plataformas o por las (actualmente olvidadas por muchos y que a más de uno le convendría recordar) revelaciones de Edward Snowden en 2013 cuando sobre cómo Facebook -junto a muchas otras empresas similares- entregaban datos personales a los gobiernos para vigilancia y monitoreo de sus usuarios.
A riesgo de hacer futurología, no creemos que Facebook vaya a desaparecer ya que cumple una cierta función diferencial en el ecosistema de plataformas, si es cierto que la “confianza” depositada en Facebook por muchos usuarios quizás tarde un tiempo en recomponerse.
Tampoco pensamos que la solución al asunto sea meramente “salirnos de Facebook” porque toda nuestra vida cotidiana pasa por plataformas que operan con la misma lógica en cuanto a nuestros datos personales.
Sí creemos que es una buena oportunidad para re-plantearnos nuestras prácticas en Internet, especialmente los datos (y su extensión) que solemos brindar con tal de “ser parte”.
Otras plataformas como Telegram o PopCornTime mucho más seguras que las antes descriptas son utilizadas por una minoría, A la hora de consultar el porqué no se utilizan, la respuesta más frecuente suele ser el “nadie la usa”.
Quizás sea hora de empezar a usarlas.