Venezuela: la magia de convertir el hastío en generosidad

08.03.2019

Por

Viajar a Caracas es encontrarse con un lugar sin puntos medios, comprobar las consecuencias de la crisis y ver que hay personas comprometidas a transformar la desidia desde la educación

Foto de Danney Velázquez

Caracas en primera persona

Por más de tres años, mis expectativas de volver a Venezuela se fueron cocinando a fuego lento, sazonadas con imágenes propias y ajenas de la crisis, anécdotas de amigos y familiares, más los acontecimientos del 23 de enero en adelante, me prepararon para un escenario desolador.

Desde el avión, solo esperaba el momento de ver los colores del Mar Caribe y la montaña, pero una capa de nubes me impidió ese deleite. Ya en el aeropuerto, cuando empecé a escuchar voces que se hablaban de “mi amor”, “mi cielo”, “mi reina”, sentí que había llegado. Y salí al encuentro con Caracas, la ciudad de los extremos: belleza y ferocidad.

Esa dualidad de la capital se extiende a todo el país y pareciera que para sobrevivir hay que pararse en alguna punta de la cuerda. En pocos días, pude comprobar que los contrastes de siempre están más agudizados y cómo los venezolanos han ajustado su vida a las nuevas dinámicas. Así como hay dos presidentes y dos congresos, hay gente que vive en dólares y gente que vive en bolívares, vi personas revisando la basura y otras comiendo en restaurantes muy caros. No hay puntos medios.

En general, la ciudad tiene una fachada de utilería y detrás de eso está el derrumbe. En cada rincón hay un par de ojos dibujados, mirando fijo. Son los ojos de Chávez viendo su barbarie.  

A pesar de todo, la gente intenta ajustar su vida a una urbe donde todo fluctúa, donde las calles se vacían a las 6 de la tarde y llegar a casa después del trabajo casi siempre es una experiencia traumática. El desgaste físico y emocional es notorio.

Sin embargo, El Ávila siempre regala una caricia y los amaneceres son alegres si las guacamayas se posan en el balcón para compartir el desayuno. Esas fueron las postales que elegí llevarme, junto al abrazo tibio de mis vínculos y el cariño de las personas que vieron en mí a una parte de sus seres queridos que emigraron. También me fui con la esperanza de quienes apuestan por la reconstrucción y no se cansan de repetir: “esto va a mejorar”.

 

Foto de Danney Velázquez

Proyecto Aprender con calidez

Una de las consecuencias más graves que ha instalado la crisis es el desinterés de los jóvenes por continuar su formación académica, pues gana la necesidad de salir a trabajar para sortear las exigencias diarias. Además, la mala alimentación, falta de servicios, el alto costo de útiles y uniformes, son factores que influyen en la deserción escolar.

La ONG CECODAP (Centros Comunitarios de Aprendizaje), fundada en 1984, trabaja de cerca con los temas de infancia en Venezuela, pues lleva adelante investigaciones acerca de la defensa de los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes.

Para abordar este cambio de actitud de los jóvenes hacia la educación, decidieron indagar primero en la mirada de los docentes, quienes llevan sobre sus hombros la formación de las nuevas generaciones y, a su vez, tiene que sortear los obstáculos de la crisis.   

Es así como nació “Aprender con calidez”, una serie documental producida por Comunifilm, con el apoyo de la Unión Europea y Save the Children, que busca sistematizar experiencias educativas de docentes comprometidos con el valor de su profesión y dan lo mejor de sí para romper la inercia reinante.

La serie, dirigida por Oriana Martínez y Yangel Machado, muestra historias de maestros que hacen vida en distintas zonas de Caracas, en colegios públicos y privados, que han buscado la forma de brindar nuevas herramientas para incentivar a sus alumnos, desde prácticas no convencionales.

Cada capítulo presenta un día en la vida de los educadores, con sus rutinas, su entorno y la participación de sus estudiantes. “La experiencia fue súper enriquecedora para todo el equipo. Nos conectamos con todas las historias:: íbamos a sus casas, hacíamos el recorrido que hacen hasta el colegio en transporte público o particular, el contacto con esa ciudad que se transforma, que cada día es menos amable y cómo esa realidad que les rodea sirve como instrumento para llevar estímulos al aula”, cuenta Oriana.

Además, a través de estos perfiles, se evidencia que la educación no es una estructura vertical donde una figura de autoridad tiene la verdad absoluta, sino que es posible educar desde el vínculo, el buen trato y el amor, filosofías que promueve CECODAP.

<

p style=»text-align: center;»>Foto cortesía de Comunifilm Producciones

Para el equipo de Comunifilm, el proyecto fue conmovedor y aleccionador. Oriana destaca la alegría de descubrir en el proceso de investigación que la estructura educativa venezolana está liderada por la mirada femenina. La mayoría de los capítulos están protagonizados por mujeres de distintas edades que han descubierto en su trabajo una manera de multiplicar un legado y conservar ciertas visiones de mundo.

“La serie busca visibilizar esos héroes anónimos que creen en la educación y fuera de cualquier precepto económico o posibilidad de crecimiento personal, priorizan el crecimiento de los otros. Ahora es tarea nuestra darle proyección y apoyarlo para que se multiplique y se mantenga en el tiempo”, expresa Oriana.

En las próximas entregas de la columna Venezuela lucha por la esperanza se podrán conocer las historias de esos 11 ciudadanos que permiten creer que “esto va a mejorar”.

Autor/a:

¡Compartir!
¿Te gustó? ¡Compartilo!

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *