Ellas no reciben flores

03.10.2019

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Ellas no reciben flores es una obra que trata sobre cuatro mujeres con cuatro historias, en un mismo lugar: la oficina. Todo sucede un día antes de San Valentín en un comercio que se dedica a la venta de flores. “Ellas” logra visibilizar que en la cotidianidad se naturaliza la violencia y nos motiva a cuestionarnos qué es el amor. Es una fotografía de la vida de cuatro mujeres afectadas por la cultura patriarcal. En esta entrevista, Anabel Ares nos cuenta sobre el proceso de escritura y dirección. La pieza vuelve a escena este domingo 6 de octubre a las 20hs, en Paraje Artesón (Palestina 919)

Fotos cortesía de Ellas no reciben flores

GR: ¿Qué te incentivó a escribir esta obra?

AA: Ellas la escribí hace ya cinco años, sin un propósito muy definido (a nivel consciente, al menos). Cuando trato de identificar la iniciativa de su escritura siempre se me abre un signo de pregunta. Ellas es mi primera obra. En ese momento no era dramaturga, mi relación con el teatro estaba anclada en la actuación fundamentalmente. Por eso, siento que la escritura nació de una necesidad interna que se expresó como una pulsión, como un deseo muy fuerte de contar algo que aún no tenía muy procesado racionalmente. La escritura fue muy rápida, todo se desencadenó con naturalidad, como si ya lo hubiese hecho antes, o como si mi inconsciente tuviese muy claro lo que quería contar.

Y ese mundo tenía que ver con el universo femenino, con distintas expresiones de esa femineidad, con variadas experiencias y vivencias. No se trata de un grupo de amigas que deciden deliberadamente incluir a la otra en su vida. No, son mujeres que se encuentran azarosamente en un trabajo y que posiblemente, de otro modo, no hubiesen decidido compartir un espacio. ¿Por qué? Porque en un principio cada una representa “la otredad”. Incluso hay burlas entre ellas, falta de comprensión, distancia. Esa es una experiencia que pasa entre mujeres, también, cuando nos quedamos en el prejuicio. Pero si esa instancia se trasciende –como las mujeres tenemos la capacidad tan grande de hacerlo- se descubren las coincidencias: los miedos, las incertidumbres, los deseos, las vulnerabilidades. 

En definitiva, creo que quería contar algo de ese mundo, asociado a un elemento que habitualmente se vincula a las mujeres: las flores. De una manera casi literal y metafórica al mismo tiempo decidí ubicarlas en ese espacio: una oficina de venta de arreglos florales. Pero la particularidad es que ellas “entregan” flores, no las reciben. Como un guiño a la tradición de la mujer recibiendo pasivamente flores, quise experimentar ponerlas del otro lado del mostrador, repartiendo, en una actitud que en el inconsciente colectivo resulta “más masculina”. ¿Qué sucede si un grupo de mujeres no recibe flores en tanto símbolo de amor? ¿Qué ocurre si las reciben pero si eso no expresa, precisamente un gesto de atención y cuidado? ¿Qué sucede si la espera de este gesto no es más que la prolongación de la tradición de la princesa esperando el rescate de su príncipe? Creo que una mezcla de todo eso andaba rondando en mi vida. 

Fotos cortesía de Ellas no reciben flores

GR: ¿En qué te basaste para escribir «Ellas no reciben flores»? 

AA: Me genera un poco de gracia esta pregunta, porque una de las actrices de la obra, Carla Vita, amiga mía desde la infancia y que interpreta el personaje de Elena, la que podría encarnar perfectamente la expresión “está enamorada del amor”, más de una vez me ha preguntado: “decíme la verdad, ¿vos te basaste en mí para escribir ese personaje, no?” Siempre termina en risas el comentario porque nunca le puedo terminar de contestar. Directamente no, pero quizás, inconscientemente un poco sí. Creo que de esa manera nacieron cada uno de los cuatro personajes: de mujeres que fui conociendo, o de experiencias que me fueron llegando a lo largo de la vida. Pero nunca de manera tan clara o correlativa. 

Por ejemplo, el personaje de Mavi, que es la más joven de las empleadas de la florería, se presenta como una mujer independiente, combativa, que se rebela ante las injusticias, pero que por otro lado vive una relación de constante acoso por parte de su novio: llamadas reiteradas, controles, violencia psicológica. Todo esto lo vive con desgaste pero de algún modo justificándolo, al mantener su percepción de la relación oculta frente a sus compañeras de trabajo, quienes consideran esa presencia de alguna manera como un cuidado. No conocí una Mavi en particular que haya inspirado esta Mavi, pero sí “muchas potenciales Mavis” a quienes les cuesta desprenderse de un vínculo tóxico porque está combinado con actitudes que a sus ojos “compensan” el desgaste emocional que una relación así conlleva. 

Algo semejante ocurre con el personaje de Claudia, la más grande de las empleadas, quien está instalada en el discurso del qué esperar ya después de tantos años de casados, hijos y preocupaciones económicas diarias. De algún modo es la portadora de las frases cliché que una suele escuchar de mujeres desgastadas por un vínculo que ya perdió novedad y magia, pero que se encuentran instaladas en la comodidad de la costumbre. Sin embargo, trabajé con la hipótesis de que hay algo más debajo de ese escudo. De que cuando se indaga un poco más se descubre un mundo interno donde el deseo y las fantasías siguen intactas. El discurso trillado es solo una forma de ocultar, a lo mejor, esa decepción por lo que fue pero que ya no es de la misma manera. 

GR:  ¿Hay algún momento de la obra que sea significativo para vos?

AA: El momento más significativo para mí es cuando Marce, el personaje cuasi invisible de la oficina, es interpelada por una relación violenta del pasado. Claramente, es el momento donde se da el giro dramático de la obra, pero más allá de eso creo que me moviliza porque simboliza de alguna manera el peso del silencio.

Estamos en un momento donde se llama a hablar y denunciar las violencias y acosos que como mujeres vivimos a diario, hay mucha mayor contención al respecto, pero también hay mujeres que aún viven en silencio su historia. El personaje de Marce es uno de esos casos en que el miedo y la falta de confianza en una solución la llevan a huir, a rearmar su vida lejos, a renunciar a lo que construyó con tal de no afrontar la exposición que conllevan las denuncias por maltrato. También quise mostrar eso, porque más allá de la red que tejemos entre las mujeres, la sororidad y el apoyo, estamos en un proceso de transición donde es muy difícil desprenderse por completo de las arcaicas ataduras que te impelen a agachar la cabeza y aguantar. Eso deja un sinsabor en la obra, pero creo que ese sinsabor tiene que estar para develar que aún existe en la realidad. 

Fotos cortesía de Ellas no reciben flores

GR:  ¿Cómo se desarrollaron los ensayos?

AA: Se trata de una segunda temporada no lineal, porque hubo una renovación casi total del elenco del año pasado. Ya había mucho trabajado, pero también mucho por construir: se incorporaron nuevas actrices y, por ende, proliferaron nuevas miradas y propuestas sobre Ellas. Por lo cual, se combinaron preguntas, análisis, reconstrucciones sobre las circunstancias dadas de cada uno de los personajes con pasadas parciales y totales de la obra. 

Como directora prefiero respetar inicialmente qué propone cada actriz y, en base a eso, trabajar, pulir, proponer. La construcción, para mí, se basa fundamentalmente en el diálogo. Quizás, a-priori, yo tenía una concepción, pero si las actrices me proponen otra cosa, lo probamos y vemos qué termina funcionando. Como asistente de dirección este año me acompaña Florencia Otero, que el año pasado se desenvolvió como actriz en la obra. Su mirada me resulta muy útil porque estuvo en escena y comprende las necesidades específicas de las actrices por haberlas vivido en su momento. 

GR:  ¿Crees que, de alguna manera, la obra ayuda a visibilizar la violencia de género?

AA: Ojalá. Lo expreso como deseo porque si bien Ellas aborda la temática, me encantaría, como a cualquier artista, que su obra conmueva, modifique, interpele. Una nunca sabe exactamente qué va a llegar al espectador, pero mi intención más profunda es que las personas que asistan se queden con cuestionamientos al respecto. Que haya una autopercepción de la vida a la luz de todas o alguna de estas mujeres que aquí presentamos. No me interesa que ir al teatro quede rotulado como mero entretenimiento. Haciendo Ellas a nosotras, como mujeres, nos pasan cosas, nos sentimos movilizadas, nos acompañamos, nos protegemos, nos cuestionamos. Espero que algo de eso se transmita a cada espectador que quiera asomarse a este universo.

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p style=»text-align: center;»>Fotos cortesía de Ellas no reciben flores

Ficha técnica:

Autoría: Anabel Ares
Actúan: Camila Acevedo, Paula Carriolo, María Silvina Persino, Carla Vita
Diseño de vestuario: Impulso Teatral
Diseño de escenografía: Impulso Teatral
Diseño De Iluminación: Impulso Teatral
Fotografía: José Luis Vastag
Diseño gráfico: Estudio Wacha
Asistencia De Producción: Mauro Garbini
Asistencia de dirección: Florencia Otero
Producción: Anabel Ares
Dirección: Anabel Ares

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