25.12.2015
Las Fiestas Navideñas le regalan a la Argentina la posibilidad de observar las primeras semanas en el poder de un nuevo grupo político. Cuesta todavía imaginar la escena con el kirchnerismo afuera del cuadro principal. Lo cierto es que los nuevos ocupantes de la Casa Rosada ofrecen un ritmo igual de vertiginoso que sus antecesores, conformando una nutrida agenda en sus primeros días de gestión.
Así las cosas, desde la eliminación del bendito “cepo” hasta la devaluación más anunciada de toda la historia, pasando por la catarata de DNU que, entre otras cosas, intentaron completar las vacantes de la Corte Suprema, la quita o baja de retenciones, la foto política con todos los gobernadores en Olivos, las reuniones de trabajo con los ex candidatos presidenciales, las emergencias en seguridad y energía, las modificaciones en la Asignación Universal por Hijo y demás políticas sociales, junto con la gestación de un “protocolo para el control de la protesta social” y la intervención de la AFSCA fueron conformando el intenso combo con el que Cambiemos irrumpió en el centro del poder mientras los argentinos se reúnen alrededor del pesebre y el árbol navideño.
La economía, como tantas otras veces, se apresta a ir conformándose como la gran arena de disputa política por venir. En los aciertos y errores que allí se den, dependerá en muy buena medida la suerte del flamante gobierno. Es de esperar un fortalecimiento en la visibilidad de los actores sociales que giran en torno a tan sensible materia. Desde los clásicos sindicatos y centrales obreras (hoy con un atisbo de reunificación) hasta los movimientos y organizaciones sociales que ven claramente corroídas sus posiciones ante recursos que se tornan dramáticamente insuficientes.
El presidente Mauricio Macri. Foto: Google Images
p>No sorprende en este contexto que el macrismo a través de figuras fuertes (Marcos Peña, Gabriela Michetti, Patricia Bullrich) comience desde ahora mismo a marcar la cancha y la temperatura del espacio público que, incluso y más allá de variables de coyuntura, tiende a elevar notablemente su conflictividad hacia la llegada del verano. En este último sentido, el caso de “Cresta Roja” parece ofrecer una primera prueba piloto para Mauricio Macri. La garantía de gobernabilidad comienza con el control de la calle. Esta fue la principal enseñanza de la crisis institucional de principios de siglo, estallido muy analizado por los cerebros del nuevo gobierno.
En el campo de las expectativas de las capas medias y del establishment más clásico, el gobierno debutante está cumpliendo los deberes, incluso con creces si se analiza el retorno fenomenal que, a partir de ahora y con las flamantes medidas económicas, comenzaran a tener ciertos resortes potentes del aparato económico-empresarial del país.
La política, en sentido literal, tanto externa como interna también confluye y potencia el “giro de época”. Desde Asunción, Paraguay, donde Macri hizo su debut como Presidente de la Nación en un foro internacional (en este caso el MERCOSUR) se vislumbró la tendencia a la conformación de nuevos polos regionales, abandonando la Argentina el eje “bolivariano” tan incentivado fáctica y simbólicamente durante la “década ganada”. Excepto el Brasil, producto de la particularidad de sus turbulencias internas y la necesidad que tiene de acumular desde todas las esquinas, el resto de las naciones de nuestro continente comienzan a ensayar nuevos alineamientos. La Argentina macrista trabaja en la búsqueda de diferentes horizontes, mercados y referencias que incluso trascienden Latinoamérica. Lo cierto es que va agonizando en el cono sur lo que algunos estudiosos denominan el “consenso lulista”, trayendo consigo la consiguiente crisis del “ciclo progresista” de la región.
Mauricio Macri junto a otros presidentes de la región en la XLIX Cumbre del Mercosur. Foto: Google Images
p>Es por momentos insólito encasillar al Partido Justicialista, aún desde sus diversas presentaciones, alejado del calor que emana el poder. Es un desafío desentrañar el comportamiento que este actor político ofrecerá desde su rol opositor. En vísperas de una obligada tarea de reorganización y relevo de figuras y autoridades, el peronismo atraviesa horas inéditas de su historia más reciente. Pues en la capacidad de adaptación y comprensión de la hora actual, como tantísimas veces ha realizado, dependerá la duración y fisonomía que adopte el no-poder.
Dentro del peronismo, el kirchnerismo en sentido puro también se debate entre la conservación de lo acumulado y la necesidad de marcarle la cancha al nuevo oficialismo. Con un inmenso retroceso en el Estado, será todo un combate para la militancia y cuadros dirigenciales sobrevivir en el ostracismo de una Argentina que ellos mismos le obsequiaron, llave en mano, a los referentes máximos de la revolución de la alegría. Pero dispuesto a erigirse y mostrarse como la oposición por antonomasia, ahora el kirchnerismo cultural señala con el dedo al macrismo a partir de su “desapego por las instituciones”. ¿Tragedia o farsa?
Lo cierto es que a fuerza de decretazos, intervenciones, declaraciones de emergencia y persecución a la protesta social, el nuevo club en el poder va concluyendo sus primeras semanas de gobierno haciendo gala de una formidable capacidad de acción e iniciativas audaces.
Éstos y muchos otros son los regalos de Navidad que la sociedad irá desenvolviendo con el correr de las semanas. Habrá sorpresas seguramente. Aunque por estas horas el consenso mayoritario y la melodía de estas celebraciones sólo permitan escuchar canciones de amor y paz. He aquí el verdadero milagro de estas Fiestas donde confluye la antipolítica con los focus group, el gobierno de los CEO con el budismo, y una concentración y reconfiguración del mapa de poder como no se veía en décadas.
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