03.04.2016
Por Liliana Heer
A 34 años de la Guerra de Malvinas, conmemoramos este aniversario con un texto de la escritora Liliana Heer sobre los cruces de Malvinas en la literatura local. Heer dirige las Autopistas de la Palabra – Jornadas de Literatura y Psicoanálisis junto a Arturo Frydman; en 2012 dedicaron las quintas jornadas a pensar la cuestión Malvinas. Aquí reproducimos el texto de apertura de «Las series del acontecimiento MALVINAS. Agujeros en el tiempo».
Cuando los márgenes entre ficción y realidad se estrechan, los interrogantes comienzan a formar parte de la zona interior del mundo en brete, ese extenso túnel donde las palabras no se deslizan, trituran los acontecimientos, algunas veces para proteger, otras para completar o manipular. Ante el veneno mediático, Fogwill modula esa materia en erosión -otoño del 82- y escribe Los Pichiciegos. Novela “contra una manera estúpida de pensar la guerra y la literatura”. Otra nieve: horizontal, pastosa, amarilla, marrón. Otros códigos: del mandar, del obedecer, de la capilla, de tierra adentro. Goces y hábitos insertos por púas de pertenencia. Una sola consigna: subsistir, desertar, repeler placebos patrioteros. Adiós a la memoria moral, a la trasmisión “ciruela” y sus variados uniformes. El humor de Los Pichiciegos sostiene un cauce ético sin relax, abre a martillazos el debate sobre la tortura -agua electrizada de la época. Cero secreto del Polichinela, cero certeza, un torbellino de voces.
Escribir violenta.
Una trinchera de la guerra. Foto: Gagliardi Cordiviola
Llevar al lenguaje más allá del cierre, ni cálculo ni espectáculo, voluntad poética de cifrar el engaño, la imposibilidad, el silencio. “Cuatro estacas clavadas en la tierra negra roja de Malvinas ….Y todo lo que no sabemos, todo lo que no queremos saber, todo lo que no imaginamos se expande … ”, Mario Sampaolesi.
El vacío, el espacio donde impera esa NADA de soberanía que Bataille pulsa cuando alude al cuerpo ante la muerte. Ser fuera de sí, exterior, irrecuperable, ser sólo tanteo, agujero, borrador en disolución. “Los rincones de la noche / no son de la noche / ni rincones / ni sueños / ni pesadillas / Los rincones de la noche/ son tan sólo / ensayos de la muerte. Hugo Sánchez, Sobrevida.
Esos bravos impulsos, la inmediatez de la carne, sus resortes cuasi religiosos abiertos al devenir, expuestos al esplendor enigmático del estremecimiento. Todo y nada contra las comisuras del yo lírico, ¿quién no supo temblar con El canto del Corneta? Aquel arrebato íntimo, extraño, desesperado, voluptuoso, más pleno que el propio aliento. “Cuando uno está por matar / es cuando más quiere la vida // Se corre se saltan cuerpos / mientras se escucha / ¡Oh! ¡Dios! ¡Ah! /como cuando se hace el amor” Gustavo Caso Rosendi, Soldados.
Vuelvo atrás, más de un siglo y medio atrás para situar internas. Vicios de lectura, salpicaduras, conjeturas. Alfredo Palacios menciona un Juan y un John. Doblaje de Juanes, gobierno de Rosas, primavera de 1828.
Primera secuencia: El Sargento Juan Mestivier viaja -de Buenos Aires a las Malvinas como comandante interino en la goleta Sarandí- a las órdenes del teniente coronel de marina José María Pinedo.
Segunda secuencia: Pinedo está fuera de escena cuando asesinan a Juan Mestivier. El último día del año después de recorrer las costas, se encuentra ante el incidente (seis soldados bajo revista de un ex esclavo del Regimiento de Patricios se amotinaron, mataron, violaron).
Una de las muchas advertencias en las islas por las minas que han quedado de la guerra. Foto: Gagliardi Cordiviola
Tercera secuencia: La goleta Clío entra en puerto Egmont el 2 de enero de 1833. Pinedo recibe esta nota y la satisface: “Es mi intención izar mañana la bandera nacional de la Gran Bretaña en tierra, por lo tanto solicito que tengáis a bien arriar vuestra bandera y retirar vuestras fuerzas llevando también todos los depósitos, etc., que pertenezcan a vuestro gobierno. Soy, señor, vuestro humilde y muy obediente servidor. John Onslow”.
Pornográfica subordinación subordinante. ¿Habrá desconocido Borges la efectividad de estos modales cuando escogió llamar Juan y John a los personajes de su poema?
Es ineludible citar la resonancia asertiva de Lacan, su apelación a la renuncia de quien no pueda unirse a la subjetividad de la época. Grüner, Jinkis, Gusmán, Alcalde, Savino y Grisafi, hacedores de la revista Sitio -creación colectiva sin pido gancho de ocultamiento individual- ante la invasión de Malvinas se pronunciaron mientras tanto y después no sólo en la vía “intersticial” como acostumbraban. Acertados en dar a la letra potencia de interpretación política, en caliente asumieron el reto entre realidad y escritura sin temer excederse ante el shock, ni sacarle el bulto a la impotencia. Léase un ácido travelling por diversas intervenciones chirles, seguidas por tomas de partido obnubiladas ante la duplicidad del enemigo. Y algo más, los autores de Entredichos, enunciaron cambios posibles, efectos esperables. “Una ilusión no es lo mismo que un error ni es necesariamente un error”, escribió Freud. Jinkis, en Sitio 3, Del Exilio, alude a otra frase de Freud: “Ningún escrúpulo podrá inducirnos a eludir la verdad a favor de pretendidos intereses nacionales”, aclarando que no es lo mismo quien se divide por arriesgar todo en algo, que aquel que se multiplica para ser uno en todas partes.
Continúo, los autores esbozaron la sospecha de no seguir siendo los mismos. Tampoco parece el mismo autor de los dos Juanes, el Borges que unos años después escribe “La milonga del muerto”. Sin duda, en el título hay un pronunciamiento, el rumor de dos orillas, la reunión, el criollo, el gaucho, el payador, la Pampa húmeda, la Patagonia. En claroscuro los reflejos donde espejea la denuncia y resalta doblemente la omisión -con la salvedad de la advertencia y la sordina del paréntesis: “… Lo he soñado mar afuera / en unas islas aciales. / Que nos digan lo demás / la tumba y los hospitales.// Una de tantas provincias / del interior fue su tierra / (No conviene que se sepa / que muere gente en la guerra)…
Cementerio de Darwin. Foto: Gagliardi Cordiviola
Ante la acción, acción. Contra las cómplices construcciones, los mea culpa, la generalización, los psicologismos: León Rozitchner. De la guerra “sucia” a la guerra “limpia”. Ante los hechos cegadores, otra manera de mirar; en alerta voluntad teórica, en permanente llamado a la coherencia, a la imperiosa necesidad de repeler “la zona gris” de vergüenza inoculada.
Habiendo leído o no a Samuel Johnson, Néstor Perlongher -“La ilusión de unas islas”- podría haber suscrito que el sonido y la fuerza no siempre van juntos, que “la disputa sobre unos trozos de tierra en los desiertos del océano -casi escapadas a la vista de los hombres- sólo prueban el ruido de un salvaje animal hambriento”, 1771.
Con frecuencia, en otro registro, la voracidad es aviesamente encausada por negocios mediáticos. Banderas en los balcones de Daniel Ares puede leerse como metáfora del tráfico de noticias de una sociedad beneficiada por encabalgar streep tease y censura. Todos opinan como si valiese todo. ¿Será necesario hacer hincapié en la avidez de la prensa mayoritaria, nutrida por pensadores “hoy” incontinentes privados de capacidad de espera?
La espera es parte del mientras tanto creativo, condensa el núcleo lúcido de la ficción. “Una mosca, recién atrapada en la tela de araña, mientras la araña, repleta de haber comido, tarda en llegar, puede pasarla bastante bien si se relaja mientras espera”, Las islas de Carlos Gamerro. Novela puzzle, proliferación exasperada de géneros y humores, maqueta de maquetas. Un escenario espejado, torres gemelas en Puerto Madero -antes de la caída del World Center-, gemelas como Malvina y Soledad, hijas de la protagonista gestadas bajo tortura. Duplicado el padecimiento en Félix -ni feliz ni Fénix- sobreviviente de una guerra impune. En la puesta ficcional, Gamerro entre numerosas salidas invierte el desenlace, fracasan los ingleses -sin recurrir al I Ching como Philip Dick en El hombre en el castillo sino a la tecnología piratesca.
Trazar una línea sobre la superficie de la experiencia, aspirar la materialidad de cada tono, la infinita descomposición de los recuerdos, caleidoscopio y “ratonera” en ritornelo diferido, articulación privilegiada que combate la transitividad del discurso rebajándolo a su condición de fantoche. Partes de guerra de Graciela Speranza y Fernando Cittadini.
“¿Qué ven sus ojos?” Así convocan María Guembe y Federico Lorenz, hacia un ascenso que sumerge temporal y espacialmente en la tensión de la guerra. Cruces. Idas y vueltas de Malvinas es una usina de vivencias -textos, testimonios, relatos, ficciones, cartas, entrevistas, imágenes. A manera de epígrafe y dedicatoria, se lee: …Este libro es un homenaje a los que combatieron y murieron en Malvinas sin la posibilidad de elegir hacerlo. A los sobrevivientes, heridos en el cuerpo y en el alma durante y después de la batalla. A los que decidieron morir antes que vivir con la guerra después del 14 de junio de 1982.
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