De la persecución al pensamiento fanático

28.04.2016

Por Aníbal Villa Segura

 

En los tiempos actuales, se habla de la división social en la Argentina, los bandos políticos y la falta de diálogo. En esta nota de Pucheronews, intentaremos explicar el fenómeno de la paranoia que se emparienta con el pensamiento fanático.

 

***

 

Yo me persigo…

¡Che, qué persecuta que tenés!

Ellos se persiguen …..

De esta manera, un sentimiento incómodo y difícil de precisar, se introduce en nuestro lenguaje y en nuestras acciones.

La persecución o, escribiendo desde mi conocimiento y especialidad en psicoanálisis, la paranoia suele ser un concepto explicativo que incluye situaciones personales y grupales que intentaremos delimitar.

En psiquiatría y psicología, la paranoia es atribuida a un mecanismo llamado proyección mediante el cual tendemos a atribuir a otros aquellos impulsos, fantasías, frustraciones y tensiones que nos resultan inexplicables, inaceptables e insoportables en nosotros mismos.

Cuando esto sucede y adquiere las características de certeza, hablamos de delirio.

Fue Sigmund Freud en el Caso Schreber (1910) quien desentrañó esta compleja situación que va desde el amor al odio y que, sintéticamente, se daría en tres pasos:

 

1-Yo lo amo (Percepción interna)

.2-Yo no lo amo, él me ama (Proyección)

3-Yo no lo amo, él me odia. (Delirio)

Foto: Google Images

A partir de la última afirmación, comienza el accionar delirante que justificaría cualquier pensamiento o acción tendiente a destruir de forma real o imaginaria al que me odia.

Los continuadores de Freud perfeccionaron esta comprensión. Según Lacan, además de la proyección, existiría otro mecanismo que privaría al sujeto de aquellas ideas que le hubieran permitido entender su estado mental: la negación.

Paralelamente, se genera una realidad ‘existente y potente’ basada en certezas que se transforman en incuestionables. Para esto, se produce una expansión de la percepción del yo psíquico sustentado en lo que se denomina delirio de grandeza y que constituye la megalomanía.

‘Ser Napoleón’ fue a lo largo de los tiempos un ejemplo de lo que describimos, aunque hoy en día tenemos otras figuras más actuales y contextuales que sirven de contenido a la paranoia.

Odiar a Napoleón, a una estrella del espectáculo o a un conocido futbolista puede tener serias consecuencias. Odiar a quien le atribuimos características de extraterrestre puede ser letal.

Hasta aquí tendríamos lo que se refiere a situaciones individuales.

Los aportes de otras ciencias como la sociología permiten el estudio de lo que se llama pensamiento fanático o único, que se liga estrechamente con la paranoia.

Surge así un modo de pensar y expresarse irreductible y que toma como destinatarios a supuestos enemigos que clásicamente se ubican en los negros, los judíos, las mujeres, los homosexuales, travestis, transexuales, intersexuales, los gordos, los feos o los viejos. Los políticos corren serio riesgo.

Así, la persecución está a la mano.

 

Uno de los mejores ejemplos se encuentra en la película “Pink Floyd, The Wall” de 1982. Su autor, Roger Waters, llenó nueve estadios de River a comienzos del año 2013. Denunciante del pensamiento único, intolerante y discriminatorio, Waters se ha pronunciado contra todas las formas de fanatismo en el mundo. Un chico de la villa, un pobre del campo, o un puto marginal y más evidente en estos tiempos una mujer son equivalentes simbólicos del odio y fanatismo en las geniales representaciones de Waters.

También es dable destacar lo que se ha dado en llamar, en nuestro pensar incorrectamente, ‘paranoia cibersocial’. Afecta al conjunto de quienes frecuentan las redes sociales de Internet y que debemos diferenciar de las redes comunitarias. Provocan estragos sembrando temor y alteran la realidad de las personas.

El periodista Reynaldo Sietecase, ganador de varios premios Martín Fierro y Éter, en un artículo muy vigente, aunque fechado en octubre 2008, describe a quienes foguean este fenómeno:

Siempre tienen razón. Quien no piense como ellos está equivocado. Quien no acuerde con sus opiniones es el enemigo, o un escriba pagado por el Gobierno (peronista en aquel momento), o un mercenario bancado por la oposición (macrista obviamente) y las multinacionales, un agente de la patria mediática, un miembro de la sinarquía internacional o un comunista solapado. Depende el tema, depende del día. Como decía mi abuela: cree el ladrón que todos son de su condición.

Nótese que para el tema en cuestión peronismo o macrismo son términos ideológicos intercambiables. Lo que importa es la prevalencia del pensamiento único.

Freud nos dejó un sabio consejo: las sociedades son más complejas que el individuo, pero las semejanzas no dejan de llamarnos la atención.

 

 

*Agradezco a Reynaldo Sietecase, la autorización para citar su artículo.

 

 

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