¿A quién le habla Hillary?

07.10.2016

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Tras un sólido primer debate -en el cual la mayoría de los medios la dieron como ganadora- , a Clinton le quedan dos performances más para hacer historia y convertirse en la primer presidente mujer de los Estados Unidos. Su mensaje todavía no logró penetrar en una porción importante del electorado: los jóvenes. Muchos de ellos, votantes de Sanders en las primarias, se resisten a elegirla. ¿Son importantes para la campaña?

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Esta no es una elección convencional. Lo dijo el New York Times en la editorial que respaldó la candidatura de Clinton la semana pasada y lo sabemos todos: la posibilidad de que Donald Trump sea presidente de Estados Unidos en este contexto global hace de esta elección algo único. La campaña de Clinton busca estabilidad, pese a tener una montaña rusa del otro lado.

Después de un par de semanas con Trump acercándose peligrosamente, las encuestas mejoraron tras el primer debate y ahora Hillary cuenta con ventaja en la mayoría de los estados clave. Pero si hay algo que nos vienen enseñando las urnas en los últimos tiempos -como en las elecciones en Perú y España o las consultas populares  del Brexit y la paz colombiana- es que nadie se puede confiar de las encuestas. La clave para evitar la incertidumbre: movilizar a las minorías, atraer a los republicanos que no quieran votar por Trump y convencer a los jóvenes de que es una buena candidata, que enfrentará a Wall Street y a las élites de Washington. Su personalidad y las pocas semanas que quedan hacen de esta tarea algo imposible. Es hora de fijar prioridades, y no hay tiempo para el ‘prueba y error’.

Para Joaquín Harguindey, director del observatorio JFK sobre política estadounidense, Clinton debe enfocarse en combinar los votos republicanos residuales y los de las minorías. “El objetivo de Clinton después de las convenciones ha sido cosechar votos republicanos desertores de la coalición de Romney en el 2012, e intentar paliar mediante esos votantes- fundamentalmente mujeres blancas de mayor nivel educativo e ingresos- cualquier tipo de ventaja que Trump pueda tener este año con hombres de baja educación blancos. En la medida que Clinton siga con su mensaje actual, que esencialmente reside en ser un tercer mandato de Obama, creo que va a obtener buenos resultados.”

Logrando eso, junto con el voto de las minorías, los bajos resultados dentro del electorado joven no serían un problema. “La campaña de Clinton los ve como un premio extra. Un importante número de votantes de Sanders respaldaron a Clinton al finalizar las internas; aquellos que todavía no se decidieron si van a votar por ella o por Jill Stein (candidata del Partido Verde) no representan un atractivo para la campaña de Clinton. Es improbable que se arriesgue a perder todo lo que consiguió con los desertores republicanos.”

Clinton en campaña con jóvenes. Foto: Google Images.

Se debe tener en cuenta también que son los de mayor edad e ingresos quienes más acuden a las urnas. Para mejorar con los jóvenes, Clinton puede recurrir a que otras figuras demócratas hagan campaña por ella. La senadora Elizabeth Warren, Michelle Obama o el propio Sanders podrían ayudar. Difícilmente logren convencerlos: los millennials quieren más.

La mayoría califica como negativa la gestión de Obama en política exterior y sus intervenciones en Medio Oriente. La influencia de las corporaciones en su gobierno y la falta de regulación a Wall Street son algunos argumentos de quienes ven en Obama una cara más que una voz. La idea de un tercer mandato similar, en manos de alguien que ni siquiera puede ser una cara -el carisma de Hillary no se compara con el de Obama- es desalentador. Para algunos medios se trata simplemente de un problema ideológico, para otros responde a escasas propuestas para frenar el poder de Wall Street y el poderío de Washington. Si bien Clinton anunció una reforma impositiva que, con el dinero obtenido de los impuestos de los ricos, financiará programas de educación y salud, la mayor parte de sus propuestas están destinadas a las minorías (control de armas, reformas migratorias, etc.). Sobre el rechazo a Hillary de los jóvenes votantes de Sanders escribí meses atrás, en plena convención demócrata.

Por supuesto, llegar a este público joven implica invertir tiempo y dinero en otros canales. La televisión, en la que se destina gran número de recursos, poco efecto va a tener en grupos que prácticamente no la consumen. Redes como Snapchat o Instagram pueden ser alternativa -y la campaña ya experimentó con ellas. Pero, si la estrategia no está acompañada de un cambio en el discurso, no va a traer resultados.

«El menor de dos diablos es diablo» dice un cartel durante la Convención Demócrata. Foto: J. Elman

Los millennials  -jóvenes de 18 a 35 años- no dejan de ser atractivos. Ya son la generación viviente más grande del país. También lo son en términos de electorado. En la elección del 2012, un 67% votó a Obama mientras que solo el 30% se inclinó por Romney. Hoy, la mitad declaran ser independientes, pese a inclinarse por tendencias progresistas. Subestimar el poder de los jóvenes sería un error, sobretodo cuando el interés por la política en este grupo está aumentando a niveles exponenciales. Pero, como ya dijimos, los jóvenes tienden a no votar. Con dos candidatos como Trump y Hillary, es improbable ver mayores niveles de entusiasmo. Cuando se logra movilizarlos los resultados demuestran su potencial. La campaña de Sanders logró hacerlo en las primarias, no hubiese llegado a donde está hoy sin los millennials. Tanto Jill Stein, del Partido Verde, como Gary Johnson, del Partido Libertario, permanecen como alternativas. Si deciden salir a votar.

Las elecciones se ganan en los estados, y en la mayoría de estos la elección ya está definida. Hace varios meses. Ohio, Florida y Pennsylvania continúan siendo los más observados mientras que estados como Nevada, Carolina del Norte, Iowa o Arizona, entre otros, pueden ser claves para llegar al número mágico: 270 electores. Con pocas semanas por delante, es probable que Clinton se concentre en algunos estados para aumentar las chances de efectividad. Así, podría resignar Ohio -donde Trump corre con ventaja- y enfocarse en Florida, Carolina del Norte y Nevada, dejando a su rival prácticamente sin chances. Claro, sin perder de vista los demás estados importantes. En Pennsylvania, por ejemplo, cuenta con ventaja significativa. Asegurándose el voto de las minorías y desertores republicanos, mejor distribuidos geográficamente, más probabilidades de vencer en tales estados. Existe más de un camino para ir coloreando el mapa de azul (el color del partido), y muchos aseguran que va a ser similar al de la victoria de Obama en 2012. Sin embargo, nada garantiza que así se dé el 8 de noviembre. Las elecciones en 2016, a nivel global,  maximizaron un componente que nunca puede dejar de ser tomado en cuenta: la incertidumbre.

El voto latino, clave para los demócratas. Foto: Google

De aquí en adelante, además de mantener el dominio en los dos debates restantes, Hillary debe centrarse en movilizar la mayor cantidad de gente para que salga a votar. Seducir a las minorías es una cosa, lograr que salgan a votar es otra totalmente diferente. A la hora de votar, pareciera haber más trabas que incentivos. Primero, en Estados Unidos el voto no es obligatorio. Después, el día de votación es un martes y no es feriado. Como recordó la doctora en economía Mercedes D’Alessandro en diálogo con Pucheronews, para votar, los trabajadores cuentan con dos horas para ir y volver de las urnas, en el mejor de los casos. 

En muchos otros, el trabajador recibe remuneración por las horas en la que trabaja; por lo tanto, cuanto más tiempo se pierda ese día, menos ingresos. En el caso de quienes no tienen auto, es aún más difícil. No todas las ciudades tienen centros electorales de fácil acceso, y en muchos lugares el transporte público es deficiente. Para las campañas, movilizar votantes el día de la elección es clave. Cuanto más presencia se tenga territorialmente, en términos de voluntarios y organizaciones, más posibilidades.

Asegurar las bases de la elección de Obama en 2012 e incorporar votantes republicanos descontentos con su candidato -que sobran-, sin perder el balance, tarea básica para Hillary. Para la que presume ser la candidata más preparada de la historia, su campaña sigue los mismos patrones de experiencia: se movió rápido, persiguiendo el mismo objetivo desde el comienzo y adaptándose a los distintos desafíos e inconvenientes que plantea el entorno. Al margen de error se lo puede intentar reducir, nunca dejar de reconocerlo.

Un mes, dos debates y el mundo expectante. Hillary se está encaminando. Pero acá no hay nada definido.

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