Locura y teatro

07.10.2016

Por

 

El  próximo lunes 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental. En Pucheronews le dedicamos todo el mes a este tema tan complejo a través de los textos de nuestro colaborador Aníbal Villa Segura  – psiquiatra aficionado al teatro. En esta ocasión, para hablar de arte, locura y teatro entrevistó a dos jóvenes dramaturgos: Alan Robinson y Diego Casado Rubio.

 

***

 

Introito

Oscar Wilde tuvo la audacia de plantear el siguiente dilema: ¿el arte es una copia de la naturaleza o de la realidad?¿O es la naturaleza la que copia al arte y deviene realidad? Nadie pretende solucionar semejante cuestión que tiene ilustres adeptos de ambos lados, sí en cambio observar la estrecha relación que existe entre estos ámbitos conceptuales.

Con salud y enfermedad es similar pero más complicado, incluso para los entendidos: se nos ha vuelto difícil de explicar las diferencias. Creemos agotado lo simbólico, cuando decimos ‘salud’ como equivalente a ‘vacuna’, y ‘antibiótico’ igual a ‘infección’ (enfermedad). Pareciera que sólo conseguimos sinonimia.

Si referimos a salud o enfermedad mental es aún peor, ya que en algunos casos afirmar la salud mental equivale a manifestar ‘no hay esquizofrenia ni neurosis; es normal lo que en realidad es relativo’ etcétera.

En Pucheronews, decidimos intentar salir de estas superposiciones acudiendo al teatro que, envuelto también en el dilema de Wilde ‘naturaleza o arte’, suele brindar algunas respuestas o algunos caminos posibles hacia ellas.

En esta temporada teatral, dos jóvenes directores pusieron con éxito sus obras:  «Daría mi memoria por volver a verla» de Alan Robinson y «La Mujer Cama» de Diego Casado Rubio. 

 

Una historia de supuesta locura

Alan tiene su historia ligada al teatro y a la conflictiva mental que lo ha transformado en un celoso guardián de los derechos de los pacientes.

A los 15 años, mientras estudiaba teatro en la sala Alberdi del Centro Cultural San Martin, Alan Robinson fue detenido en un manicomio contra su voluntad. “Fui torturado en el manicomio a pesar de ser un menor de edad”, nos cuenta. Luego su relato se vuelve más preciso: “A los 25 años, el sistema privado y la persecución política llamada psiquiatría biológica o psiquiatría médico hegemónica vuelve a inquietarse por mi forma de estar el mundo; aparecen las drogas”.

Antonin Artaud es un autor referente (y maestro), que aparece en el discurso de Alan cuando relata su disputa con el sistema psiquiátrico y en su exitoso libro “Actuar como Loco”.

Alan Robinson. Foto: Cortesía del artista

Otra historia, contada por un español que se dice argentino pero también ciudadano del mundo

Diego Casado Rubio, español de origen, llegó hace diez años a la Argentina luego de una importante carrera cinematográfica. Encontró en Buenos un lugar en el teatro al que siente como propio, y ha brindado muchas puestas exitosas. Defensor también de los derechos, esgrime una gran claridad en sus conceptos sobre salud mental.

Diego afirma: “En el 2005, pensé quedarme hasta Navidad y todavía estoy aquí porque los vínculos se generan espontáneamente. Sucede acá y no en otra parte del mundo (ríe). En Madrid sucede pero distinto. Este es un país que todo el tiempo se está repensando y que en todo momento hay nuevas cosas para hacer”.

 

Las obras

“Daría mi memoria por volverla a ver» es una historia de amor y dolor. Como afirma Alan: “Dar la memoria es darlo todo; el sentido de la existencia por un amor, por un instante, por un segundo, por el destello de una mirada de amor”. Así el centro del trabajo teatral es sumamente complejo: un supuesto enfermo animador de fiestas, su mujer seductora y amante y un médico portador de los fármacos son los encargados de tirar por tierra uno a uno los límites erigidos entre fantasía y realidad, teatro y vida, cultura y sociedad. Pero no a través de la destrucción agresiva, sino de la comprensiva. Una vez que entendemos que las barreras son impuestas para el control social, sobreviene la liberación. Como sólo sucede en el teatro.

Alan, ante la pregunta sobre el mes de la Salud Mental, responde que octubre es también el mes del Año Nuevo Judío. Para él, ambos esenciales ya que su madre es judía y esa identidad forma parte de él. Su concepto de identidad es importante puesto que lo entronca con el de libertad, y a la llamada locura la vincula con ideas nodales para la salud mental como la de soberanía mental, derecho a tener un trastorno con nombres a determinar, sin obligación de recibir medicación, derecho a delirar, derecho a alucinar, en una sociedad donde lo contención sea generada y no producida artificialmente.

Escena de «Daría mi memoria por volverla a ver». Foto: cortesía del director

“La Mujer Cama” es el relato en distintos momentos de la vida de una niña, luego devenida mujer, que es violada constantemente por el padre. La actriz es Leticia Torres, no por casualidad la misma de la dramaurgia de Alan Robinson. La obra de Diego es también el relato rutinario de un padre burócrata que no ve más allá de la cena de la noche, de un hijo que no habla pero participa con un incisivo violín y finalmente de una madre que, luego de ser dolida e impotentizada, decide no levantarse de la cama y ver sólo TV.

Esta puesta es una mezcla de drama hondo y folletín costumbrista. Diego explica el sentido de su trabajo tanto en el teatro como en su escritura. Se afirma con mucha claridad en el concepto de abuso de poder por parte del hombre. Explica que la articulación estará dada por el machismo y considera grave el riesgo de ser comprensivos y perdonadores. La violencia es así sustituida por la supremacía del poder sobre la mujer. La Salud Mental o la Sanidad, en palabras de Diego, justificarían al violento “que no es un enfermo, es un tipo ignorante que no tiene medios mentales para entender que no es superior a las mujeres”. Toda capacidad de prevención y eventual reforma están en la educación. Casado Rubio menciona como ejemplo la película española “Te doy mis ojos” que tiene un fuerte sesgo educativo frente al abuso de género. La pregunta es entonces cómo se recuperan a estos victimarios. ¿Cabe la pena de muerte para los violadores? ¿Qué pasa con la humanidad?

Escena de «La Mujer Cama». Foto: cortesía del director

Diego Casado Rubio. Foto: cortesía del director

Epílogo

Alan Robinson remarca la diferencia que hay entre torturadores -médicos , enfermeros, políticos, psicólogos, militares, religiosos- y torturados -enfermos mentales con conflicto y sin, militantes, obreros estudiantes y ahora presos políticos: los torturadores no dejan nada, Videla no dejó nada; los torturados dejan vida y sentido.

Diego Casado Rubio recuerda las últimas líneas de la “La Mujer Cama”:

y nadie hizo nada…y en el país de la nada…nada.

 

 

*Alan Robinson en este momento es  asistente de dirección de Vicente Zito Lima en “Eva Perón Resucitada”.

 

  • Diego Casado Rubio presentará el año que viene la tercera temporada de “La Mujer Cama” y a mediados de año una nueva obra de su autoría.

Autor/a:

¡Compartir!
¿Te gustó? ¡Compartilo!

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *