La rosa marchita

20.10.2016

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En la Europa de los refugiados, es la socialdemocracia la que no encuentra espacio.

 

Hace un par de meses Nicolas Sarkozy, expresidente francés, se lanzó como candidato para las elecciones de 2017. Reapareció en el medio de una semana caliente: el debate por la prohibición del burkini, el traje de baño para las mujeres islámicas. El candidato conservador no titubeó. “Nuestra identidad está en riesgo” clamó ante más de 2.000 personas. Por supuesto, Sarkozy se pronunció en contra del burkini. Días atrás había propuesto aislar a prisioneros islamistas (Make France Great Again?). Sarkozy decidió romper con un esquema de competencia que caracterizó a Europa desde los inicios de la Unión Europea. Su discurso ya no intentaba captar al electorado del centro, Sarkozy le habló directamente al electorado del partido de ultraderecha: el Frente Nacional. La fuerza que lidera Marine Le Pen goza de una buena posición en las encuestas y ya es la primera dentro de la clase obrera. Todavía no se sabe si Sarkozy será el candidato de la centroderecha -la interna la disputa con Alain Juppé, favorito según las encuestas- pero la elección del 2017 va a tener como principales contendientes a su fuerza y a la ultraderecha. Sarkozy lo entiende a la perfección, y su discurso no sólo refleja el avance de la derecha radical: el Partido Socialista del presidente Francois Hollande se hunde en las encuestas y no encuentra dirección. Los socialdemócratas galos no son los únicos que sufren. Está sucediendo en la mayoría de los países de Europa.

El Partido Socialista español (PSOE) tiene tiempo hasta el 31 de Octubre para decidir si le cede el gobierno a Mariano Rajoy o si obligan a los españoles a votar por tercera vez en un año. Todo indica que se inclinaran por la primera. Hace un par de semanas se quedó sin líder: Pedro Sánchez no pudo resistir más y perdió el poco apoyo que le quedaba. En las últimas elecciones, el PSOE obtuvo el 22% de los votos. En 2008 había obtenido el 43%. En España ya no hay bipartidismo. Podemos, la fuerza de izquierda emergente, es quien le pisó los talones en la última elección. Y para los que creen que Podemos es too much también hay solución: Ciudadanos, la centroderecha pragmática y moderna, los corre desde atrás pero también avisa.

Pese al triunfo en Berlín con la menor cantidad de votos en la historia (21%), la socialdemocracia alemana (SPD) también percibe signos de crisis. La Gran Coalición que integran junto a los Cristianos Demócratas, que lidera Angela Merkel, pierde poder. Los atacan por ambos frentes: la ultraderecha (AfD) ya tiene representantes en la mayoría de los parlamentos regionales y Die Linke, la izquierda más radical, está ganando cada vez más votos. El Partido Verde también canta presente.

La ultraderecha alemana, cada vez más fuerte. Foto: Google.

Frente a este panorama, es el SPD quien más sale lastimado. Como analiza Franco Delle Donne, la socialdemocracia perdió la bandera de la Justicia Social y, desde que renunció el carismático Klaus Wowereit, ya no cuenta con un liderazgo fuerte. Los alemanes vuelven a las urnas el año que viene y el Bundestag (parlamento alemán) promete ser más colorido. Las expectativas del SPD están en caída libre.

El Partido Laborista británico también vive tiempos revueltos. Las elecciones del 2015, en las que el Partido Conservador arrasó y consiguió mayoría absoluta, dejaron a los laboristas golpeados. Recientemente Jeremy Corbyn fue elegido líder por segunda vez consecutiva. Corbyn ganó bien y la elección demostró que sigue teniendo un abrumador apoyo de las masas. Sin embargo, pocos creen que aguante hasta 2020. Su liderazgo encuentra resistencia en la mayoría de los parlamentarios, que ya intentaron correrlo del medio en más de una ocasión. El programa de izquierda que busca aplicar choca con la facción moderada y derechista del laborismo. Antiguos líderes como Tony Blair, Gordon Brown e incluso Ed Miliband desprecian públicamente a Corbyn y piden por su renuncia. Jeremy camina por la cuerda floja.

Francia, España, Alemania y Reino Unido son algunos de los países en donde la socialdemocracia se debilita y parece no encontrar salida, al menos en el corto plazo. ¿A qué se deben los fracasos electorales?

El politólogo Andrés Malamud conversó con Pucheronews sobre el panorama europeo actual. La economía ya no explica todo y la socialdemocracia parece no haberlo entendido. “Los problemas que enfrenta Europa no son de distribución sino de orden, de identidad y de crecimiento, que resultan más amables para la derecha. La socialdemocracia no supo encontrar respuestas para estos desafíos”.

La crisis de refugiados en Europa. Foto: Google.

Meses atrás, en pleno clima Brexit, el periodista y jefe de redacción de La Vanguardia Mariano Schuster advirtió: “La estrategia de deslizarse hacia el centro que la socialdemocracia aplicó desde la década del ochenta no da más resultados. Le permitió ganar elecciones durante un tiempo. Pero el costo de ganar elecciones fue perder el programa. Ahora está apegada a una forma de construir política que no le era propia y eso tiene sus consecuencias. La socialdemocracia no propone un futuro.”

Europa cambió –el mundo en realidad– y la política, por supuesto, cambió con ella. Décadas atrás, los votantes se encontraban con una dicotomía: la socialdemocracia, por un lado, liberales o conservadores por el otro. La gente se identificaba con el eje izquierda-derecha y la mayoría de las propuestas de los partidos se orientaban a qué hacer con la economía. Hoy, ante un panorama radicalmente diferente, son los partidos tradicionales quienes más sufren.

“El clivaje central, en la mayoría de los países, es adentro vs afuera del sistema político establecido (establishment vs emergentes)” explica Malamud. Frente al avance de fuerzas emergentes y nuevas demandas electorales, es la socialdemocracia quien quedó más desorientada. “La socialdemocracia -señala- se adaptó menos y peor que la centroderecha. En parte, eso se debe al desprestigio en que cayó la tercera vía después del buen gobierno económico pero mala gestión política y moral de Tony Blair. Actualmente, sólo Matteo Renzi levanta esas banderas con un mínimo de dignidad, pero su futuro está en riesgo.” El futuro de Renzi, premier italiano, depende en gran medida de lo que suceda en el referéndum constitucional que se llevará a cabo en diciembre.

El Movimiento de los Indignados, en España. Foto: Google.

Para Schuster, en cambio, el clivaje central sigue siendo el de izquierda-derecha pero no es el único, ya no alcanza. “Si la socialdemocracia sigue pensando en términos de ‘me reinvento y me corro a la izquierda’ también se equivoca. Lo que tiene que hacer es volver a conectar con la sociedad civil, criticar ciertos aspectos de la política tradicional. La socialdemocracia no está capacitada para eso porque forma parte del engranaje institucional.”

Reinvención, esa extraña palabra

Frente a los casos expuestos al principio, la consigna parece ser unánime: la socialdemocracia necesita reinventarse. ¿Pero qué significa eso?

Años después de la crisis del Estado de Bienestar, de la globalización, de los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Reino Unido, la socialdemocracia parecía haber encontrado la solución a la crisis electoral que enfrentaban. La “Tercera Vía” que encabezó Tony Blair en Reino Unido era la reinvención del Partido Laborista, “el Nuevo Laborismo” lo llamó. Consistía en una renovación del discurso más moderado y orientado a captar a parte del electorado de la centroderecha, pero sin perder las banderas tradicionales como la Justicia Social o la equidad. “Se trataba de regular el capitalismo, no de combatirlo” recuerda Martín Rodríguez Yebra en una de sus notas en La Nación. Blair fue primer ministro durante 10 años, luego lo sucedió Gordon Brown hasta que los tories recuperaron el poder  de la mano de David Cameron en 2010. La socialdemocracia europea siguió caminos similares: se moderó, y volvió al poder. “La Tercera Vía fue un éxito pero agotó su potencial electoral” explica Malamud.

De acuerdo a Schuster, fue esa reinvención la que llevó al estado en el cual se encuentra la socialdemocracia hoy. “El viraje se produce para captar un nuevo electorado y también implica un cambio de proyecto político, que también entró en crisis. Lo que hay que discutir es si ese proyecto era o no de la izquierda.” Para él, parece haber dos posibilidades: pensar en términos de maquinarias electorales y, asumiendo lo que pide la opinión pública, ganar elecciones o buscar renovar el programa, arriesgándose a perder elecciones en el corto plazo.

Claro está que no todos los países plantean idénticos escenarios. Mientras en España el PSOE lucha con Podemos, en Reino Unido el debate permanece en el interior del partido. En el primero el bipartidismo ya es cosa del pasado, en el segundo siguen siendo el Conservador y el Laborismo los únicos dos con chances reales de poder, ya que los demás partidos -como el Libertario, por ejemplo- juegan un rol diferente. Pero la izquierda es más amplia que la socialdemocracia.

Corbyn busca resistir. Foto: Google

La izquierda, sugiere Schuster, puede expresarse en otras fuerzas, en el caso de que exista la posibilidad. “El problema quizás no es que la socialdemocracia tenga que reinventarse sino que tenga que morir. No como proyecto político sino como los partidos que la expresan.”

Para Malamud, el panorama dista de ser alentador.“Europa está estancada, envejecida y temerosa. Sin crecimiento no hay horizonte, y sin juventud no hay crecimiento. Como Europa no produce jóvenes y no quiere importarlos, el horizonte parece nublado.”

Quizás la socialdemocracia se recupere, no por nada son llamados partidos tradicionales: les sobra historia y ya sortearon varias crisis.

Quizás la izquierda rompa el molde y se aleje de la socialdemocracia para manifestarse en otras fuerzas.

Quizás Europa se vuelque a la derecha y sean los partidos radicales quienes saquen más provecho del que ya sacan.

La socialdemocracia no propone futuro. ¿Será por qué no lo tiene?

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