17.12.2016
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En mayo de 2017 los franceses acudirán a las urnas en una cita que promete ser clave para Europa. Mientras Marine Le Pen de la extrema derecha se perfila como una de las pretendientes a entrar en la segunda vuelta, la centro derecha ya tiene candidato. Francois Fillon, un católico conservador con posturas extremistas, canta presente y promete disputarle el liderazgo al Frente Nacional. Él se postula como una alternativa sólida, ¿lo es?
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Francois Fillon es el hombre del momento. Irrumpió en las internas de Los Republicanos, la centro derecha francesa, para desbancar al favorito Alain Juppé, y terminar con la carrera política de su antiguo jefe, Nicolás Sarkozy. Tanto en la primera vuelta como en la segunda, en donde se enfrentó a Juppé, ganó cómodo. Nadie lo vio venir.
Francia se suma a la lista de países en donde las encuestas explican poco: casi ninguna le daba espacio a Fillon, que terminó arrasando. Ahora, se prepara para chocar con Marine Le Pen, de la extrema derecha, mientras los socialistas siguen sin candidato. Hollande no se presentará y le abrió el camino al primer ministro Manuel Valls.
La idea de una segunda vuelta entre Le Pen y Fillon está lejos de ser imposible.
Con 35 años de carrera política, Fillon ofrece lo que muchos líderes también repiten sin cesar: “Hay que cambiar el sistema”, solo que esta vez los que lo escuchan son una mayoría de señores mayores, bien vestidos y de valores católicos arraigados. Se retrata como un outsider radical, aunque está lejos de serlo. Fue diputado a los 27 años, siendo el más joven en llegar al parlamento, y su último cargo lo ocupó durante la presidencia de Nicolás Sarkozy, como primer ministro.
Fillon y Sarkozy, la anterior dupla de gobierno.
Desde sus inicios en el parlamento, se opuso a los derechos de las personas LGBTIQ y siempre defendió los valores de la familia católica tradicional. Si bien durante los últimos años se volcó todavía más a la derecha. “Pondré a la familia en el corazón de todas las políticas públicas”, propone pero aclara que no volverá atrás con las leyes de matrimonio igualitario. Todavía no especificó qué hará con la ley que permite adoptar a parejas homosexuales, en la que planteó una reforma. Se comprometió, además, a no derogar la ley del aborto pero si quisiera podría derogarlas todas porque la constitución francesa lo avala. Nacido en una familia acomodada, con valores gaullistas, el candidato de 62 años asegura que la clase media francesa quiere recuperar las tradiciones que se perdieron en los últimos años.
Su rival en las internas, Alain Juppé, acusó a Fillon de querer arrastrar a Francia al pasado, argumentando que su visión es “extremadamente tradicionalista, para no decir retrógrada, del rol de la mujer, la familia y el matrimonio”. Los votantes de Los Republicanos le dieron la derecha a Fillon: no hay lugar para los moderados.
Fillon se diferenció de Sarkozy en lo económico, ofreciendo una reforma profunda. Hoy Francia es uno de los países que mayor gasto público y Fillon se propone reducirlo drásticamente: eliminar gran parte de los beneficios sociales y despedir a más de 500.000 trabajadores del Estado. Las políticas de Hollande, en las que se destacan un aumento significativo en presupuestos sociales, quedarían totalmente desmanteladas. El candidato de Los Republicanos quiere aumentar la edad de jubilación y que los franceses trabajen más horas de lo que estipula la última reforma laboral aprobada este año. Fillon culpa al actual gobierno de hacerles creer a los franceses que podían vivir cómodamente a expensas del estado. Las políticas de austeridad son la cura a lo que él denomina un ‘relato’. La prensa lo apodó “el Thatcher francés”. Fillon, más que rechazar el sobrenombre, parece estar orgulloso: admira el modelo neoliberal británico de los 80.
Su papel en las internas comenzó a tomar más peso con la presentación de su último libro, al que tituló “Conquistando el totalitarismo islámico”. Es en este libro donde esbozó las ideas que no difieren de las de Le Pen u otros líderes xenófobos, Fillon sostiene que “hay un problema con el Islam” y no quiere un futuro francés en donde exista un multiculturalismo. Propone reducir la inmigración al mínimo y les advierte a los inmigrantes que “deben respetar el patrimonio cultural francés”. Hace años que en Francia conviven distintas culturas, pero Fillon parece no aceptarlo. “Nosotros no tomamos la decisión”, argumenta. Se posicionó a favor de la prohibición del Burkini, el traje de baño para mujeres islámicas, denunciando una “crisis de identidad” -otra etiqueta compartida con los movimientos de extrema derecha. En su libro retoma la teoría del “choque de civilizaciones”, de Samuel Huntington, para no dejar duda alguna sobre su posición: “La sangrienta invasión del Islam en nuestras vidas cotidianas puede gestar una Tercera Guerra Mundial”.
Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, movimiento nacionalista y xenófobo.
No solo en seguridad e inmigración comparte miradas con Le Pen, en política exterior Fillon propone un acercamiento a Rusia y cuestiona las últimas medidas de la Unión Europea. Critica las sanciones impuestas a Moscú por la anexión de Crimea y quiere aliarse con el bloque de países que apoya al régimen del sirio Bashar al Assad para derrotar a ISIS. Propone también un referéndum, similar al que realizó Hungría hace poco, acerca del reparto de refugiados impuesto por la Unión Europea. Vladimir Putin, que ayuda financieramente al Frente Nacional de Le Pen, podría tener otro aliado en el Consejo de Seguridad de la ONU si Fillon es elegido. Si la segunda vuelta es disputada entre estos dos partidos, el Kremlin se anotaría otra victoria en elecciones ajenas: todavía siguen festejando la elección de Trump, otro líder con miradas del mundo similares a las de Fillon.
La victoria del ex primer ministro en las internas causó pánico en el Frente Nacional. Fillon apela al electorado de Le Pen con propuestas similares, etiquetándola como “un peligro para la democracia”. Le Pen no tiene buena relación con la Iglesia y, a pesar de la retórica xenófoba, cuenta con homosexuales entre sus filas -algo que genera fricción entre los conservadores. El éxito de Fillon dentro del electorado católico de clase media trae dolores de cabeza. Le Pen, por lejos mejor oradora y más carismática que Fillon, asegura que en Francia se dará la continuación del Brexit y Trump, una idea que no necesariamente sea atractiva para la mayoría de los galos. Le Pen cosecha fuertes niveles de apoyo entre la clase obrera; su posible rival en segunda vuelta busca paliar robándole votos de la clase media.
Mientras Fillon se concentra en el electorado de la derecha, la definición de las internas de Los Republicanos brindó algo de oxígeno a los Socialistas, que luchan por un protagonismo que hoy no tienen. La decisión de Hollande de no presentarse como candidato -menos de un 10% de los franceses lo apoya, le dio lugar a quien fue su primer ministro durante los últimos años de presidencia, Manuel Valls, que lanzó su candidatura hace un par de semanas.
Manuel Valls, favorito a ganar la interna Socialista.
Definido como “socioliberal”, Valls propuso hace unos años cambiar el nombre del partido, ya que consideró que hoy están lejos de ser socialistas. Posee una mirada crítica sobre el Islam y los refugiados, lo que le costó críticas entre sus pares: varios dirigentes lo asocian con posturas de la centro derecha. Valls se perfila como el candidato Socialista, pero para eso debe triunfar sobre el ala más izquierdista de su partido. Un lugar en la segunda vuelta, sin embargo, permanece lejano, aunque faltan meses para saber que sucederá.
Las encuestas generales dan en tercer lugar a Emmanuel Macron, un ex ministro de economía de Hollande que renunció para formar su propio partido.
Francia, el país más afectado por la ola de atentados terroristas en Europa, se debate principalmente entre dos candidatos de la derecha. La elección no es más que un reflejo de lo que sucede en gran parte del mundo: retóricas xenófobas que ganan apoyo en la gente; el ascenso de movimientos de extrema derecha, proponiendo una salida de la Unión Europea y una visión crítica de la globalización; una centro derecha que toma posturas cada vez más extremistas; una izquierda desorientada que está perdiendo lugar; un sistema político cuestionado, en donde el outsider corre con ventaja; y un escenario electoral en donde se sabe que todo puede ocurrir, y en donde las encuestas se equivocan cada vez más.
El mundo permanece expectante, mientras en mayo Europa llega a una nueva prueba de fuego. Esta vez, serán los franceses quienes acudan a las urnas. Mientras la opinión pública demoniza a Le Pen, Fillon rompe con el tabú: hay diferencias, pero no son mayores.