¿Podemos?

17.02.2017

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Después de meses de discusión, Podemos tuvo su congreso interno: Vistalegre II. Las masas se decidieron. Pablo Iglesias se impuso ante su número dos, Íñigo Errejón, tanto en el proyecto a adoptar como en la nueva dirigencia. Podemos seguirá construyendo poder popular en las calles y confirma su viraje hacia la izquierda, que los detractores ven como una “radicalización”. Seguirá recorriendo camino junto a otras formaciones como Izquierda Unida, y el parlamento no será el lugar central para dar los debates. Pablo Iglesias es el líder indiscutido para llevar a cabo ese proyecto. Las ideas de Iñigo Errejón, sin embargo, no deberían ser abandonadas.

 

“¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo!” coreaban las masas durante el congreso. Los debates entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón datan de más de una década, cuando ambos coincidían en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Pablo, cinco años mayor, recuerda que alguien le había hablado de “un chico muy listo” que aparentaba “seis años” por su cara de niño. La conexión con Iñigo fue casi instantánea. Juntos fueron madurando; leyeron a Antonio Gramsci y a Ernesto Laclau, compartieron ideas y difirieron en otras tantas.

Podemos llegó a la política española en el 2014 durante las elecciones al Parlamento Europeo, con una campaña que dirigió el propio Iñigo. En pocos años, el flamante partido logró romper con el clásico bipartidismo español -mérito compartido con la fuerza de centroderecha Ciudadanos. El tándem ya era conocido: Iglesias, el Secretario General, conectaba con las masas por sus potentes discursos y un carisma poco convencional; Errejón, Secretario Político y Portavoz Parlamentario, ostentaba claridad y lucidez en cada una de sus apariciones. Para las elecciones de junio del 2016, Iñigo lideró la mitad de los actos de campaña. Su poder se traducía, además, en cada uno de los territorios en donde figuraba Podemos, con hombres de su confianza.

En los meses anteriores al congreso, la mayoría de los medios españoles retrataron las internas del partido entre Pablo e Iñigo -así los conocen sus militantes- como una especie de telenovela. Es cierto que hubo actitudes que contribuyeron a esa mirada: disputas en redes sociales, cartas abiertas de uno y otro sector, y entrevistas cruzadas. Los dos sectores discutían proyectos, Vistalegre II sería el clímax de ese debate. 

 

Las bases decidieron el rumbo de Podemos

Iglesias fue reelegido como Secretario General casi de forma unánime -Iñigo Errejón no disputaba ese cargo-, consiguió mayoría rotunda en la dirigencia de Podemos y ganó en los Documentos Políticos, que determinan el proyecto a adoptar. Los militantes han dado un mandato claro según Iglesias: “unidad y humildad”. Su discurso prueba el peso que tiene sobre la militancia y encierra una lógica más simple: el número uno se impuso sobre el número dos. El rumbo y proyecto ahora es uno solo. Quién lo liderará también.

“Recuperar la iniciativa parlamentaria” era una de las premisas del proyecto de Iñigo. Y, aunque ambos coincidieron en que hubo un error estratégico tanto en las elecciones de diciembre como en las de junio, también diferían en el diagnóstico de ese error. Para Errejón, Podemos no pudo mostrarse como una fuerza política madura, preparada para gobernar. “La gestión de las negociaciones de gobierno improductivamente y la percepción de inmadurez y soberbia por una parte importante de nuestro potencial electorado explican los resultados del 26-J”. Iñigo cuestiona también la alianza con la formación Izquierda Unida, con la que en conjunto perdieron más de un millón de votos -comparando con la elección anterior- y “utilidad”. Pablo cree que se moderaron en exceso y devinieron en “artificiales”, sin plantear una alternativa clara al PSOE.

 

Estas diferencias en el diagnóstico electoral explican, en parte, una y otra estrategia para el futuro de Podemos. Para convertirse en una fuerza madura, Iñigo considera que deben conquistar el lugar de oposición en el Parlamento, a fuerza de proyectos y debates. También, si es necesario, alcanzar acuerdos con otras fuerzas. Aprovechar el mal momento del PSOE, quitarles su condición de segunda fuerza y comenzar a avanzar sobre lo que les queda de electorado. Podemos debe apelar a una porción más amplia del electorado, dice, y correrse de una posición de choque constante.

Para Pablo esto sería transformar a Podemos en una fuerza cada vez más similar al PSOE. “Las élites siempre quieren parlamentarizar los conflictos como una manera de desactivarlos, mientras que si el pueblo está, habla, debate y participa, se consiguen los cambios”. El poder se construye en las calles y en las instituciones, argumenta, y Podemos debe estar presente en cada una de las manifestaciones. Los diputados deben ser “activistas institucionales”, y cita el ejemplo del 15-M: el Movimiento de los Indignados que fue el caldo de cultivo para Podemos. El viraje hacia la izquierda, con Izquierda Unida como aliado, es para Pablo la única alternativa para España y Europa. De lo contrario, Podemos tendrá el mismo futuro que el resto de las fuerzas socialdemócratas europeas.

La Secretaría Política que hasta el momento conduce Iñigo seguramente sea eliminada. Todavía no se sabe si seguirá como portavoz parlamentario; muchos argumentan que ese rol quedará en manos de Irene Montero -mano derecha de Pablo. La dirigencia estará compuesta mayoritariamente por gente de Iglesias, aunque Iñigo tendrá un tercio de representación. Anticapitalistas, la corriente dentro del partido liderada por Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, consiguió dos lugares. Pablo ya aclaró que quiere en la ejecutiva a Iñigo –que pide un 40% de representación dado los resultados– y a Urbán, aunque se desconoce en qué posición los colocará. ¿Seguirá siendo Iñigo el número dos? Poco probable.

En Vistalegre II, más de 150.000 militantes decidieron que el proyecto de Pablo Iglesias es el que necesita Podemos. ¿Es ingenuidad creer que las ideas de Iñigo Errejón pueden seguir conviviendo dentro del partido? 

Pablo necesita a Iñigo. Podemos también.

Y Europa, a su vez, necesita de una izquierda fuerte que sea capaz de disputar poder y ejercerlo. Hasta hace un par de meses atrás, España era uno de los pocos países en donde la izquierda tenía buenos augurios. ¿Seguirá siéndolo?

 

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