12.05.2017
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Con un Tribunal de Justicia oficialista, una asamblea nacional que no puede funcionar y la carencia de instituciones -tanto nacionales como internacionales- para desactivar el conflicto en Venezuela, la lucha se trasladó a la calle. EsLa situación en el país es sumamente compleja y seguirá escalando. Lo que es peor, no parece haber ninguna solución pacífica a la vista.
Mientras los medios de todo el mundo denuncian -y con razón- la tremenda crisis política, social y humanitaria que atraviesa Venezuela, parecen haberse olvidado de un elemento: la vida de los venezolanos debe seguir en el día a día. Pues tienen que dividir sus actividades entre hacer largas colas para comprar alimentos, recorrer farmacias para conseguir medicamentos, sortear la inseguridad, ir a trabajar, tener una vida social y familiar lo más ‘normal’ posible para mantenerse íntegros.
Las frases que se escuchan entre los venezolanos frecuentemente son: “No sé en qué va a parar todo esto”, “Cada día es peor”, “No hay comida, ni artículos básicos, ni medicinas”. También están los que se preparan para unirse a la diáspora, que crece día a día, dispuestos a radicarse en otro país, a trabajar de “lo que sea” con la ilusión de recuperar la calidad de vida.
En este contexto, el irse y el quedarse también se han vuelto ejes de conflicto. La ferocidad con la que se hace frente a la realidad lleva a las personas a ocupar posiciones antagónicas: a ser amigos o enemigos, amar u odiar, estar en una acera o en la otra. La polarización ha ocupado el lugar de la empatía. En este punto, valdría la pena hacerse las preguntas que se hacía Eduardo Galeano desde su exilio de Uruguay: “¿Nos envenenaremos mutuamente el aire los que nos fuimos y los que se quedaron y tuvieron que aguantarse adentro estos años tan duros? ¿Nos tomaremos mutuamente examen? ¿Caeremos en el juego mezquino del rencor y del reproche, olvidando que nadie se hace héroe por irse, ni nadie patriota por quedarse?”.
Ante este complejo panorama, hay que destacar el trabajo de personas que están ideando maneras para el bien común y no para el poder individual. Pequeños grupos que están nadando contra la corriente para dar a luz a proyectos creativos, de emprendimiento, educativos, destinados a reforzar la identidad del venezolano, a generar espacios de reflexión y expresión que propicien la unión a pesar de las diferencias. Unión que en «el tejido social y la estructura productiva no se reparan en un domingo de urnas» como escribieron los politólogos Andrés Malamud y Aníbal Pérez Liñán.
Por eso, la propuesta de Pucheronews será mostrar algunos proyectos que van en contramano de esa realidad que golpea y que, si bien son conocidos dentro del país, no tienen cabida en el abordaje internacional. El objetivo es visibilizar el trabajo hormiga de muchas personas que buscan dar esperanza a un pueblo sumido en la violencia cotidiana. Dar luz mientras todo parece oscuro. Mostrar que cada uno puede hacer algo desde su lugar y sus posibilidades para aportar a la templanza necesaria en momentos adversos, como los que captura el fotógrafo Joshua Arguello.