Apenas un tango posible

14.07.2017

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Apenas un tango posible

¿Qué pasa cuando uno no escribe? ¿Es que se quedó sin palabras? ¿Es que la cosecha nueva todavía no floreció? A veces, pueden pasar días, semanas o meses donde abundan las preguntas y las neuronas no se ponen de acuerdo de en qué dirección rumbear. Que la procesión va por dentro, que no me vistan rápido que estoy apurado, que la realidad existe y pega y entonces uno por momentos piensa que lo que tiene para decir es una pelotudez… la cuestión es que, en ocasiones sin que uno se de siquiera cuenta, el cerebro finalmente se comunica con la mano y ésta empieza a garabatear algo. Es como la culminación de una respiración larga larga y el inicio pequeñito de otra quizás más grande todavía.

Ana Postigo, profesora de tango, decía que cada uno eventualmente encuentra su tango. Este es el mio: un tango de colores saturados y movimiento, de bailarines en las nubes, de encuentros prometidos, de tatuajes y zapatillas All Star, de manos y brazos arrugados abrazando, de sonrisas, de caramelos Halls, lentes para ver de lejos y no perder el cabeceo, vestidos producidos y jeans rotos, de parejas eternas y parejas efímeras, de más preguntas que respuestas, de contradicciones, tensiones, miedos y amores que no son obvios, de aburrimiento y novedad. Un tango de porteños, rosarinos, jujeños, platenses y gringos que no son los que bajaron de los barcos, sino en Ezeiza y con Euros (muchos o pocos). Un tango de noches graffiteras, posters rotos, calles que hablan del día y de la noche latente. Un tango que no es el que fue, ni el que será, sino apenas un tango vivo y posible

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