06.03.2018
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Lena Yau es una de las tantas venezolanas que se hicieron camino lejos de casa. Acaba de presentar su nuevo libro de relatos «Bienmesabes». En Madrid, donde vive desde 1999, conversó con PucheroNews sobre su vínculo con las letras.
Hace 20 años que Lena dejó Venezuela para asentarse en Madrid. Sin embargo, el vínculo con la raíz está intacto y siente que su fantasma transita por las calles de Caracas.
No sé si emigré. He entendido que mi país es móvil, que está en mi voz, en el acento que lo guarda y lo reparte, que soy Venezuela en todas mis horas.
Es hija de españoles y, cuando vivía en Venezuela, miraba hacia España como el lugar de origen. Ahora que vive en España, mira hacia Venezuela como su Casa Cuna.
Me columpio en un mapa que suma el cielo español, el cielo venezolano y el cielo que cubre el agua que une y separa esos territorios.
Desde niña, ha sido una con las letras. No tenía amigos imaginarios, jugaba con el alfabeto. Aprendió a leer sola y allí encontró el camino, recuerda. Sus padres le compraban los libros que pedía, pocas veces infantiles, y el resto de la familia estimulaba sus inclinaciones. Uno de los regalos de la infancia que recuerda con más amor se lo hizo su tía: un diccionario. Describe la contextura del libro: gordo, pesado, difícil de manejar para sus manos pequeñas. Escribía cartas, postales, cuentos, poemas.
Escribo para respirar. Escribo porque quizás no sé hacer otra cosa. Entiendo al mundo como texto para ser leído, asimilado, recreado, reescrito. Imagino que tanta lectura, de libros y de realidad, hace poso en mí y luego busca salida. Un río subterráneo que emerge, hace cauce, transcurre, desemboca en el mar”, así describe Lena Yau su pasión y su oficio: la escritura. Nació en Caracas, en 1968, y vive en Madrid desde 1999. Es escritora de ficción, especialista en el vínculo literatura/gastronomía, periodista e investigadora.
Lena es autora de la novela Hormigas en la lengua (2015) y de los poemarios Trae tu espalda para hacer mi mesa (2015) y Lo que contó la mujer canalla (2016). Este año presenta su nuevo trabajo: Bienmesabes, un libro de gastroficción. Son 40 relatos cortos que giran en torno a la alimentación, el erotismo y el humor negro; y está dividido en cuatro partes: Eros poché, Jung food, A la plancha vuelta y vuelta y Chupitos.
Quizás apunta a nuestras esquinas oscuras, pero casi siempre para iluminar. Hay algo de diván, de esas cosas que conocemos de nosotros mismos y soltamos en un consultorio.
No tiene rituales para escribir, pero a veces le pide a San Hemingway que le dé claridad, que la aleje de la impaciencia y de la escopeta.
Quizás lo más cercano a un ritual es enaltecer el silencio.
Le gusta leer de madrugada. Le apasionan las ediciones bilingües, no importa que no entienda el idioma original, le emociona ver la letra matriz. Primero lee poesía, luego narrativa.Tiene una libreta en la que escribe palabras. Usa muchas libretas y le gusta tenerlas a mano. Necesita tener cerca bolígrafo y portaminas. Pasa muchas horas pegada al escritorio. Corrige mucho. Y no cree en la inspiración.
Así como Ray Bradbury decía que todo es abono para la escritura, que las historias gritaban y él iba detrás escuchándolas, Lena Yau nutre su proceso creativo de muchas fuentes: frases curiosas que escucha en la calle, lecturas no lineales, fotografías, pinturas, esculturas, sueños.
Parto de ráfagas de vida. Todo lo que veo en tránsito son historias, poemas. No planifico las historias.
También, hay autores que la han acompañado en su proceso: Juan Carlos Méndez Guédez, Antonia Palacios, Teresa de la Parra, Hanni Ossot, Marta Kornblith, Ida Gramcko, Elisa Lerner, Victoria De Stefano, Ana Teresa Torres, Yolanda Pantin, Eleonora Requena, Carmen Verde, Liliana Lara, Corina Michelena, Giovanna Rivero, Mayra Santos Febres, Ana María Shua, Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño, Agota Kistroff, Herta Müller, Wisława Szymborska, Fleur Jaeggy, entre otros que forman una lista interminable.
Para Lena, todo discurso es transformable en escritura, por eso riega a sus musas con todo tipo de fertilizantes: Jacobo Borges y su pintura, Miguel Vallinas, Rafa Zubiria y Oscar Lucien con sus fotografías, Elías Toro y su mirada a los chaguaramos, Amalia Caputo, Verónica Petersen y María Elena Álvarez con sus trabajos visuales, Enrique Enríquez con sus juegos de palabras y su poesía del tarot, los escritores gastronómicos, los cronistas de indias, los botánicos, los cocineros y sus creaciones, los diseñadores de moda.
En mayo cumplirá 50 años y en una de sus publicaciones de instagram, que a veces se fusiona con fragmentos de su diario, hizo una lista de las cosas que quiere atesorar para darle la bienvenida a esta nueva etapa.
Quiero visitar el Hotel Humboldt en la cima de El Ávila, quiero ir a mi peluquería María Moñitos, quiero ir a una oficina de Ipostel de la Francisco Miranda y mandarle una carta a San Nicolás, quiero ir a mi jabillo, quiero subir a la azotea de mi edificio en Chacao. Quiero ir a todos esos lugares y hacerme fotos allí. Quiero vivir y volver porque son la misma cosa. Seguir volviendo. Y quiero tener conmigo fotos en los lugares que me hicieron y que me hacen cada día.
Después de 10 años sin visitar el país, en 2015 viajó a Venezuela. Volvió para presentar dos de sus libros, pero en realidad fue un viaje hacia sí misma. En un texto publicado en su blog registra lo vivido en ese viaje y explica cómo resignificó la palabra “volver”. El olor a salitre al salir del aeropuerto, el Ávila, los recuerdos de la Lena niña en sus calles, el encuentro con su vecina de hace 40 años, las visitas a los amigos, los besos, los abrazos, las lágrimas.
«Volví para tocar. Para vagar. Para mutar. Para hablar y escribir todas las lenguas. Para seguir contando. Para coger impulso, para medir la distancia. Para entender que ahora es cuándo. Para reforzar mi amor, mi esperanza y mi fe en mi mapa. Para amar. Volveré pronto y muchas veces, estoy segura, siempre en sonrisa porque hicimos las paces”, escribe.
Y cumplió su promesa, después de ese viaje ha vuelto a Venezuela dos veces al año. En realidad, sabe que nunca se fue. A pesar de que ya no es el mismo país de su infancia y de la crisis que lo arrasa, confía en sus latidos, aunque respire débil.
Ningún país merece una dictadura, un régimen cruel, déspota, la anulación de los derechos y las libertades fundamentales. Ningún país merece ser esquilmado, arrasado. Ningún país merece hambre y chantaje. Reconstruiremos al país entre todos: desde dentro y desde fuera. Todos somos país.
TODAS LAS FOTOS: EMILIO KABCHI
Leé otras notas en la columna Venezuela: lucha por al esperanza
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La ruta de Bienmesabes
El nuevo libro de Lena Yau tendrá varias presentaciones, en sus dos patrias:
- 16 de marzo. Venezuela, Isla de Margarita. En el marco de la Feria Internacional del Caribe (Filcar), presentado por la psicoanalista Carmen Elena Ochoa. Y además se ofrecerá un taller en el Restaurante Librería Galería Amaranto, presentado por Willly Mckey.
- 24 de marzo. Venezuela, Caracas. En la Librería Lugar Común, presentado por la escritora y periodista Milagros Socorro.
- 5 de abril. España. Madrid. Presentado por la escritora y dramaturga Mónica Montañés.