Jugar: un trabajo saludable

12.08.2015

Son las 12:20. Camino por las calles de Palermo a las corridas. Me voy sacando mi traje de estudiante de periodismo, entre ruido de autos y gente que te empuja. Si bien entro 12:30 y estoy a pocas cuadras de mi trabajo me pongo a correr, algo en mí empieza a necesitar llegar a ese lugar donde sólo se escuchan canciones y diminutivos. Esos diez minutos separan la locura de la armonía.

 

Todo dolor de panza, de cabeza, desaparece automáticamente a las 13:50 cuando desde la puerta se escucha “¡Seño! ¡Seño!” Los de salita de tres se reconocen como los “más” grandes y con un beso fugaz saludan a quien los trajo para salir corriendo a encontrarse con sus amigos.  Los de dieciocho meses, sumergidos en sus cochecitos, se despiden del chupete. En una mueca que oscila entre la sonrisa y el llanto, se van trepando a los brazos de las maestras.

 

“A ver quién sube a mi fábrica de nubes…” Me encantaría poder invitarlos a este mundo donde la única amenaza es un termómetro cuando los cachetes se ponen colorados y algún valiente se hace escuchar al grito de ¡Mamá!

 

Los médicos deberían recetar trabajar en un jardín. Clínicamente está comprobado el beneficio que aporta a nuestra salud estar en  contacto con ellos, no sólo para alguien de 30 años como yo.

 

El perchero del Jardín de Infantes. Foto: M. De Piero

“Present Perfect” es el nombre que recibe el documental realizado por la cineasta Evan Briggs. La película fue filmada en un preescolar ubicado dentro del hogar de adultos mayores “Providence Mount St. Vincent”, en Seattle, Estados Unidos.

 

Los residentes de Mount tuvieron una “transformación completa” en presencia de los niños, aseguró Briggs en declaraciones de la página oficial del proyecto. “Antes de que los niños llegaran, algunas veces las personas parecían estar sólo medio vivas, como dormidas. Era una escena deprimente”, dijo.

 

Durante la  semana los chicos  y los residentes del geriátrico realizan  diferentes actividades como clases de música, danza y arte; almuerzan o cuentan historias. Se nota el cambio de humor en los abuelos; la tristeza parece correrse dando lugar a la alegría. La frescura de los chicos logra maravillas y quienes sentían que nada nuevo podía ocurrirles se encuentran dibujando garabatos de colores.

Puesto de juguetes antiguos en San Telmo. Foto: Macarena Gagliardi Cordiviola

Lo mismo me sucedió cuando me encontré a la hora del recreo en un patio del Jardín rodeada de triciclos, arena y muñecas. Envueltos en sus camperas para evitar que el frío les de dolor de panza, los nenes y las nenas se cuentan secretos y dibujan en las paredes.

 

Trabajar con niños nos da la posibilidad de reencontrarnos un rato con nuestra infancia: dejarse llevar por canciones pegajosas y disfrutar el sabor de las granas de colores cuando hay un cumpleaños. A veces tenemos la respuesta de lo que buscamos a la vista, antes de empezar este trabajo no sabía que a diez minutos de caminata encontraría la paz que da sumergirse en la ingenuidad de la infancia.

 

Mirá el video Salvemos las canicas

 

Autor/a:

¡Compartir!
¿Te gustó? ¡Compartilo!

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *