Paula y la sombra del Cóndor

07.07.2015

Los años 90 fueron una década de impunidad absoluta en el Cono Sur. Chile recién salía de la larga dictadura de Pinochet que había permanecido 17 años en el poder y seguía presente en la vida del país como Comandante en Jefe del Ejército. En Uruguay, la votación en el referéndum de 1989 a favor de mantener la Ley de Caducidad parecía haber sellado de forma definitiva la discusión sobre el pasado reciente. Y finalmente, en  Argentina, los indultos del Presidente Menem junto con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín cerraban un panorama de impunidad y silencio a nivel regional.

Era un escenario desalentador para las víctimas y la justicia debido a las posturas políticas partidarias del olvido y a la exención de castigo por los crímenes cometidos.  Sin embargo, las víctimas, sus familiares, los activistas y los abogados de derechos humanos nunca bajaron los brazos. En su perseverante lucha por la verdad, lograron encontrar huecos en esta muralla de impunidad que les permitieron llevar algunos casos a la justicia.

 

Juzgar al Cóndor

El primer juicio por el  Plan Cóndor empezó en este contexto político y regional el 8 de noviembre de 1999. Cinco familiares de víctimas chilenas, argentinas y paraguayas presentaron la querella original que dio origen a la causa en Buenos Aires. Allí, se denunciaba el secuestro y la desaparición forzada de siete ciudadanos en el marco de la asociación ilícita del Plan Cóndor. Estas personas habían desaparecido entre 1976 y 1978 en Buenos Aires o en Montevideo. En muchos casos las víctimas habían sido devueltas a su país de origen en contra de su voluntad, para ser torturadas y luego enviadas a su destino final: la muerte.

Uno de los casos es la historia emblemática del matrimonio argentino Grinspon-Logares, que desapareció junto con su beba. Sin embargo,  esta  historia es diferente porque sucedió en Montevideo mientras que Argentina era el principal escenario del Plan Cóndor. El centro de las operaciones era Automotores Orletti,  por donde pasaron más de doscientas víctimas en menos de seis meses de funcionamiento.

Pero el Cóndor volaba por toda la región y  llegó a Uruguay. Además del matrimonio, desaparecieron  los hermanos Claudio y Lila Epelbaum (argentinos) en Punta del Este en noviembre de 1976.

 

Un fatídico paseo al parque

Claudio Logares  y Mónica Grinspon eran estudiantes de agronomía y ex militantes Montoneros que huyeron de la persecución política en Argentina. Se habían mudado a Montevideo, Uruguay, donde vivían legalmente con su hija Paula Eva de 23 meses de edad. Primero había viajado Claudio al país vecino, el 17 de mayo de 1977.  Mónica y Paula llegaron pocos días después, el 28.

En Uruguay, habían abandonado su participación política y ambos trabajaban mientras  Paula se quedaba en una guardería en la avenida céntrica 18 de julio de la capital oriental. Después de un tiempo, el matrimonio decidió compartir la casa con una pareja de amigos de Claudio. Adolfo Borreli había sido compañero de Claudio en el Liceo Naval. Borrelli es quien relató al tribunal detalles inquietantes de la persecución que el matrimonio vivía aún afuera de la Argentina.

Claudio se había dado cuenta que alguien lo seguía con regularidad, “Pasarella” habían apodado al perseguidor. El sábado anterior al secuestro, Pasarella siguió a Claudio hasta en el colectivo.

Los indicios eran varios, por ejemplo una carta abierta y cerrada groseramente con celofán, o un vecino chofer de policía que se les acercaba y que tomó una foto de Claudio y Alfredo con uniforme del Liceo Naval sin devolverla más.

El 18 de mayo de 1978 fue feriado. Mónica y Claudio decidieron llevar a la nena de paseo al Parque Rodó. Tomarían dos colectivos.

Al bajar del primero, en la calle Daniel Fernández Crespo, fueron secuestrados por un grupo de hombres fuertemente armados. Una conocida fue testigo del secuestro desde la ventana del primer piso de su casa. Claudio fue golpeado, encapuchado, e introducido en un auto. Mónica y la nena también encapuchadas fueron metidas en otro vehículo.

 

Desde Montevideo, Monica, Claudio y Paula fueron trasladados a Buenos Aires -donde varios sobrevivientes los vieron en los centros clandestinos de la Brigada de Investigaciones de San Justo y en el Pozo de Banfield.

Claudio y Mónica siguen desaparecidos. En 1984, Paula fue la primera nieta recuperada en democracia y restituida por examen de ADN, que luego se convirtió en una herramienta clave en la búsqueda de los nietos apropiados.

 

Paula, Paula, Paula

Los familiares de Mónica y Claudio viajaron a Montevideo a pocos días de enterarse del secuestro. Intentaron averiguar su paradero sin éxito. La abuela de Paula -Elsa Pavón-, en su larga investigación para recuperar a la nieta, se sumó a la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo y nunca paró de buscarla desde 1978.

En 1980, aparecen los primeros rastros de la nena. Elsa, como una detective, logró dar con el paradero de Paula en 1982: primero su casa, luego su escuela. Recién en 1984 pudo recuperar la identidad de su nieta gracias a la actuación de la justicia.

El esposo de Elsa comentó en una nota con el diario local Página 12 que, en una oportunidad, se acercó a la niña y tuvo la impresión de que ella estuvo a punto de decirle “abuelo”.

Los apropiadores de Paula eran Raquel Teresa Mendiondo y Rubén Lavallén, el subcomisario de San Justo. Paula está convencida de que Lavallén conoció a sus padres porque pasaron por esa comisaría donde funcionaba un centro clandestino. Los Lavallén la anotaron como hija biológica nacida dos años después de la fecha verdadera. Los padres aprovecharon que Paula sufría retrasos en el crecimientos, a raíz del trauma de su secuestro, para hacerla pasar por más chica. La enfermedad que padecía la niña se llama  “estrés de guerra”.

Pero los apropiadores no pudieron cambiar totalmente su identidad.

Paula contó a Página 12 que ella repetía su nombre constantemente: “Paula, Paula, Paula”. En el medio de semejante tragedia familiar, la nena se aferraba a lo único que le quedaba de su historia y de su familia verdadera: su nombre.

 

 

En qué está el Juicio?

 

Al finalizar los alegatos de la querella original, se pidió “una condena ejemplar e histórica” para los autores del Plan Cóndor, pidiendo además que el Tribunal califique estos hechos como genocidio, debido a la naturaleza de los crímenes cometidos. Como en el caso de Mónica y Claudio, los blancos del Cóndor eran “exiliados identificados por su nacionalidad,” que eran perseguidos sistemáticamente y que trataban de escaparse hacia países vecinos de las garras del Cóndor.

 

Seguí el devenir de la megacausa por el Plan Cóndor en @pucheronews todas las semanas.

 

Leé también

Uruguay: otro 27 de junio y sigue la impunidad

Un Cordero tras las rejas

Juicio al Cóndor

 

 

Autor/a:

¡Compartir!
¿Te gustó? ¡Compartilo!

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *