23.03.2016
Por Juan Elman
Tras casi veinte años de distanciamiento, un presidente estadounidense vuelve a la Argentina para empezar de cero. Promesas de inversiones, sujetas a lo que pase en las próximas semanas, y una región que respira aires de cambio.
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Cuando Martín Lousteau aceptó el cargo de embajador de Estados Unidos, sabía que iba a tener un papel mucho más considerado que en años anteriores. Para fortalecer la agenda internacional, Mauricio Macri apuesta a una relación más estrecha con el país norteamericano y ellos lo aprovechan. El viaje de Obama lo confirma.
Estados Unidos ve con buenos ojos la asunción de Macri. Ya lo manifestaron durante su campaña y lo reafirmaron cuando asumió. Argentina necesita inversiones, ellos están dispuestos a dárselas. Los mismos empresarios que acompañaron a Obama en Cuba, llegan al país con expectativas. La apertura de nuestro mercado representa también una oportunidad para las grandes compañías. Mientras Brasil atraviesa un momento complicado, Argentina podría ser una alternativa viable.
Obama y Macri. Foto: Presidencia de la Nación
Aunque la visita de Obama sea prometedora, el congreso argentino determinará si el viaje resulta exitoso. Si el acuerdo con los fondos buitre no se consuma, las inversiones no llegarán. El 14 de abril es el plazo estipulado para pagar, la semana que viene el senado marcará el rumbo de Macri. Estados Unidos también prenderá una vela.
El aspecto económico no es la única motivación de Obama. Argentina es un país más de los muchos en la región que están cambiando. En Brasil, el escándalo de corrupción de Petrobras- que involucra a Dilma Rousseff y Lula da Silva- augura un final cercano a su gobierno. En Venezuela, la oposición triunfó en las últimas elecciones legislativas y a Maduro no le queda mucho tiempo. En Bolivia, el pueblo le negó a Evo Morales la posibilidad de pelear por un cuarto mandato a partir de 2020. Y en Ecuador, Rafael Correa no se presentará a la reelección el próximo año. Este panorama deja algo en común: los populismos en América Latina se están debilitando. Mauricio Macri es el precursor del cambio, o por lo menos así lo ven desde Estados Unidos. Si las cosas están cambiando en la región, Obama no se quedará afuera. Al igual que en Cuba, las futuras relaciones dependerán del próximo presidente estadounidense. Pero hay una diferencia: la situación cubana está en la agenda política de los candidatos, América Latina no.
Brack Obama en la Catedral de Buenos Aires. Foto: Presidencia de la Nación
Existe, probablemente, otro motivo para Obama. Argentina es el país del papa Francisco, el cual ayudó a recomponer las relaciones con Cuba y es un símbolo para Washington. En su estadía en Buenos Aires, visitará la Catedral que ocupaba Bergoglio antes de partir al Vaticano. Si de mandar señales se trata, Francisco no puede quedarse afuera.
La controversia por la llegada de Obama tiene otra similitud con su viaje a la isla: los derechos humanos nuevamente ocupan un papel fundamental. Su visita a Argentina coincide con el aniversario de la última dictadura militar, la cual Estados Unidos apoyó en un principio. La reacción no tardó en llegar. Distintos organismos de derechos humanos, sectores de izquierda y el kirchnerismo tildaron de “provocativa” su visita. Cuando la canciller Susana Malcorra negoció la visita del presidente norteamericano, lo ofreció como un estiramiento del viaje a Cuba. Las fechas disponibles eran el 23 y 24 de marzo, y para Macri su llegada es prioridad. Al enterarse del repudio, el gobierno de los Estados Unidos se movió rápido: anunció la desclasificación de archivos de la dictadura y el 24, antes de partir a Bariloche, Obama homenajeará a las víctimas del proceso en el Parque de la Memoria.
“Ni relaciones carnales, ni de enojo permanente” describió Lousteau al futuro vínculo con Estados Unidos. La visita de Obama debe ser entendida como un primer paso para desarrollo futuro. Pero hay otro aspecto similar con su viaje a Cuba: los resultados se verán más adelante.
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