El pescador portugués

29.11.2017

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Hace catorce años, a E. lo despidieron de la empresa donde había trabajado los 27 anteriores. En medio del comienzo de la crisis portuguesa, optó por dedicarse a una de las pocas habilidades que consideraba poseer: la pesca.

 

 

Apenas dos minutos atrás, C había deseado encontrar un pescador. Dos minutos y unos metros caminados después, ahí estaba E.

Retacón y de panza redonda y generosa, con su cabello corto y cano. Cuando nos ve acercarnos E sonríe desde dentro de unos de los containers con los cuales el gobierno portugués había años atrás reemplazado las modestas casuchas de los pescadores. C le explica que tiene que filmar un corto documental, y que por eso anda buscando historias por el barrio.

Estamos en Barreiro, en las afueras de Lisboa y en lo que fuera una zona de molinos de agua. Muchos trabajadores de Lisboa viven acá, ya que la metrópoli se ha puesto cara con la llegada de turismo masivo y estudiantes extranjeros. Lisboa está en el Top 10 de destinos de Airbnb, y la industria del turismo en general ha sido una de las principales responsables del rebote económico portugués. Sin embargo, su reverso son la escalada de precios en los alquileres y la especulación inmobiliaria. Lisboa es una ciudad hermosa pero, por momentos, uno tiene la sensación de que somos más los gringos de visita que la población local y fija.

E. tiene 61 años. En el 2003, con 47, por la incipiente crisis lo despidieron de la empresa donde había trabajado por casi tres décadas. No tenía mucha idea de cómo seguir, tampoco demasiadas otras habilidades para explotar, pero sabía pescar. Desde entonces, es lo que hace. Pesca artesanal es lo suyo, oficio que comparte con otros ocho pescadores. No se va a hacer millonario, ni siquiera va a «hacer plata», pero le alcanza lo suficiente como para vivir tranquilo.

En Portugal, la dictadura del Estado Novo encabezado por Antonio de Oliveira Salazar (reemplazado debido a enfermedad por Marcello Caetano hacia los últimos años del régimen) duró 41 años y cayó recién en 1974. El período se estira a 48 años si agregamos la dictadura militar que gobernó de 1926 a 1932. Fue la dictadura más larga de Europa. Casi treinta años más tarde, y con una economía aún en desarrollo, Portugal se sumó en 1999 a la zona Euro; menos de diez años después entraba en una profunda crisis. Luego de aplicar las típicas recetas de endeudamiento y ajuste que empeoraron su situación, empezó a salir a flote en 2015 cuando el por entonces nuevo Primer Ministro socialista Antonio Costa reorientó la economía portuguesa en una dirección opuesta a la de la austeridad sugerida.

Años atrás, los pescadores que trabajaban en Barreiro tenían sus barracas modestas, cada una con un pequeño muelle que daba sobre el río Tajo. El gobierno les había dicho que ese sistema no estaba bien, y reemplazó hasta nuevo aviso las barracas por containers. A E nunca le gustaron las cajotas de metal. Grandes, sí, pero incómodas, infernales en verano y endemoniadamente frías en invierno. E aisló térmicamente la suya (esencialmente, lo que hizo fue tirar varios tablones de madera encima del techo de su containery con eso fue suficiente), pero sus colegas no lo han hecho y por eso se hacen al spiedo al punto que, una vez, se les derritieron los hilos de pesca.

El container de E. está lleno de fotos viejas con familia y con amigos, de materiales de trabajo. Amarrado en la orilla tiene un bote pequeño, el Garinho, con el que sale a pescar al río – sólo de vez en cuando se aventura al mar – y a veces pasea a sus nietas. E habla de su familia, de sus amigos, pero es un pedazo de la conversación que no recuerdo del todo bien.

Los compañeros del viejo pescador lo ven charlando con una rubia llamativa y se acercan. Algunos son jóvenes, otros más entrados en años. Todos curtidos por el sol. Ríen fuerte. C hace poco que habla portugués, pero lo hace fluido. Yo, en cambio, intento de tanto en tanto emitir un portuñol del horror, por lo que más que nada permanezco en silencio y escuchando (paradojas del proceso de incorporación de idiomas: entiendo casi todo lo que me dicen, pero aún no puedo hablar la lengua). Ríen fuerte otra vez cuando mencionan el bacalao; Portugal tiene la mayor fábrica procesadora de bacalao del mundo, la mayor cantidad de recetas para prepararlo (dicen que mil y una) y es donde se consume en mayor cantidad. Sin embargo, el bacalao nunca se pescó en costas portuguesas y desde hace mucho sólo se importa (de Noruega, Islandia y Rusia)..

Las risas se acaban cuando uno de los pescadores pide ayuda para sacar su modesta embarcación del río. Puteadas y esfuerzo mancomunado mediante, consiguen ponerlo en tierra, pero la quilla se muestra muy dañada y necesitada de reparación para poder volver a navegar. Su dueño camina en círculos, ofuscado, masticando bronca y un pucho gastado detrás de su tupido y oscuro bigote.

Nos despedimos de E, que necesita ir él también cerrando el día. C coordina cuando volver, y sonriendo le deja la inquietud de acompañarlo en Garinho en esa siguiente ocasión. E ríe y le dice que no será posible, que necesita un permiso oficial para subir como tripulación. Cuando nos vamos, a C los ojos le brillan y sueña con conseguir el permiso que le permita salir de pesca con E y documentar esa jornada… yo pienso en el tamaño de Garinho, y no soy tan optimista.

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